MADHOUSE (1974, Jim Clark)
Mezcla de oportunismo y de sincero homenaje a la figura de Vincent Price, MADHOUSE (1974) es una de las tres únicas realizaciones para pantalla grande, del experto y oscarizado montador Jim Clark -recuerdo muy lejanamente y con cierta simpatía, su previa comedia EVERY HOME SHOULD HAVE ONE (El eroticón, 1970)-. Aparece dentro del periodo en el que los jerifaltes de la American International se emparejaron con la productora británica Amicus, dentro de un periodo ya de franco retroceso dentro del terror gótico en ambos continentes. A este respecto, una de las bazas de dicha confluencia, residía en el recurso a las celebridades del cine de terror, cuyos éxitos se encontraban bien presentes en la retina del espectador. Y es algo, que recibió en carne propia el señalado Price, en su doble encarnación del Dr. Phibes, o en la entrañable, pero a mi juicio muy sobrevalorada THEATRE OF BLOOD (Matar o no matar, ese es el problema, 1973. Douglas Hickox).
Esta es, curiosamente, una de las propuestas menos conocidas de este ámbito de mitificación de Price -en esta ocasión, ayudado con la presencia, en segundo término, del magnífico Peter Cushing-, pero no por ello aparece, a mi modo de ver, desprovista de interés. Es cierto que nos encontramos ante un relato por momentos desconcertante, que acumula en su metraje diversas tendencias, que van desde esa mirada entre nostálgica y necrófila marcada por el pasado del hecho cinematográfico -títulos de Robert Aldrich, Currtis Harrington, Herbert Ross…-. La herencia de una atmósfera gótica, o gotitas de ese nuevo thriller británico, que en algunos aspectos ha envejecido tanto -el potenciado por realizadores tan poco estimulantes como Peter Collinson o Pete Walker-, dominados por una suciedad y servilismos visuales tan propios de su época. De todo ello bebe esta película que, como no podía ser de otra manera en este tipo de producciones, comienza con una secuencia pregenérico, descrita en los años 60, tras el estreno de una película del famoso Dr. Muerte, en medio de la celebración del fin de año. En ella -utilizando con ingenio imágenes de THE HAUNTED PALACE (1963) de Roger Corman- se plantea una situación bastante esquemática, que dará pie al primer crimen, que involucrará a Paul Tombes / Dr. Muerte (Price). Y es que, preciso es reconocerlo, para poder disfrutar de los relativos placeres, que los tiene, esta modesta pero apreciable película, hay que dejar de lado ciertas concesiones a la lógica. El esquematismo que define a no pocos de sus personajes. La presencia de una grotesca pareja de familiares de una joven asesinada, que intenta chantajear a Tombes a partir de un reloj que se encontró en la víctima. El artificio que se inserta, de manera involuntaria, a la hora de hacer parecer culpables a uno o varios de sus protagonistas. O la escasa credibilidad que mantiene la investigación policial, a la hora de solucionar esos crímenes, que hacen orbitar el entorno de Tombes, cuando este ha vuelto a la actualidad interpretativa, tras doce años ausente, reponiéndose de las consecuencias psiquiátricas del crimen que iniciará el relato, y que nunca quedaría resuelto, si se debió a su maquinación criminal o carencias psicológicas.
Es cierto, si uno deja de lado estas -en ocasiones-, referencias poco estimulantes, de entrada, nos encontramos ante un relato que tiene la virtud de plantear una mayor serenidad narrativa que sus compañeras de generación. Y es que aún encontrarnos con ciertas debilidades visuales -ojos de pez, zooms, teleobjetivos-, estos por fortuna albergan una presencia bastante mitigada. En su defecto, y es esta una de las mayores cualidades del conjunto, en buena parte de su metraje se materializará una atmósfera gótica, desplegada con facilidad al articularse no pocos de sus pasajes en la mansión en la que Paul Tombes, se ha instalado, y que es propiedad de su viejo compañero Herbert Flay (Cushing). Un recinto que podría ser perfectamente el marco de cualquier producción Hammer Films, en el que el tiempo parece haberse detenido, en cuyo sótano se encuentra enclaustrada una vieja compañera de este, que vivió un traumático accidente que la ha dejado ausente de la realidad. Será un ámbito, en el que Clark acertará al transmitir una extraña apuesta por el planteamiento de la película, como un proceso de vampirización, de aquellos que en el pasado plantearon ese juego de máscaras, como elemento de distracción de las masas. Años antes que el Ivan Zulueta de ARREBATO (1978) esa interacción Price – Cushing en ese recinto decadente, cuando tienen allí el primer reencuentro, y el segundo de ellos proyecta una de las viejas películas de Price con Corman -TALES OF TERROR (Historia de terror, 1962)-, se transmite al espectador una extraña sensación -quizá plasmada de manera involuntarias por el director, trascendiendo el simple homenaje cinéfilo hacia ambas estrellas, y planteando en su lugar un elemento de dominio psicológico de indudable alcance mórbido.
En todo ello irán ligados los diferentes encaminados a potenciar el homenaje a la figura de Price / Dr. Muerte, como esa impagable secuencia -casi pillada por los pelos-, en la que el protagonista acude a una de sus entrevistas homenaje, huyendo de una persecución sufrida sobre el auténtico asesino. Entrevista de la que se ausentará de manera abrupta y arbitraria, cuando entienda que tiene elementos suficientes para solventar la raíz de estos crímenes -por cierto, una vez más, dominada por lo inverosímil-. Sin embargo, a lo largo de su agradecido discurrir, MADHOUSE se beneficiará de esa constante aura, que nos permitirá dejar de lado aquellos pasajes en los que el artificio se incorpore a sus fotogramas.
Y es que más allá de la torpe resolución de su elemento criminal, no es menos cierto que este apenas conocido film del desconocido Clark, reserva para sus últimos minutos algunos de sus mejores instantes, dominados por un magnífico sentido de la desmesura. Desde esa reaparición de Tombes desde la propia pantalla, hasta la lucha con Cushing, que permitirá una conclusión, que no resulta en modo alguno indigno de la tan celebrada de James Fox / Mick Jagger en PERFORMANCE (Donald Cammell & Nicolas Roeg, 1970), el film de Jim Clark certifica, por si a alguien le cabía alguna duda, que en ocasiones entre los productos del consumo más ramplón, se encuentran enterradas pequeñas pepitas de buen cine.
Calificación: 2’5
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