SADIE THOMPSON (1928, Raoul Walsh) La frágil voluntad
Cuando Raoul Walsh acomete la realización de SADIE THOMPSON (La frágil voluntad, 1928), es ya un aventajado hombre de cine, con una considerable experiencia a sus espaldas, que bastantes años atrás había dado vida un logro y precedente dentro del cine de gangsters, como REGENERATION (1915), y había destacado su mano diestra dentro de la aventura oriental, con la extraordinaria THE THIEF OF BADGAD (El ladrón de Bagdad, 1924). Pero ya en esta postrimería del periodo silente, Walsh había progresado en el manejo del lenguaje cinematográfico, a través de decenas de cortos y largometrajes, de los cuales muchos de ellos se encuentran ocultos o, sencillamente, han desaparecido. Es decir, cuando aparece esta adaptación de la célebre novela de William Somerset Maughan, Walsh se encuentra tan fogueado como la propia andadura del cinematógrafo. Y si bien es cierto que su resultado, no se encuentra a la altura de lo que se propone aquel mismo año, brindando algunas de las cimas más perdurables de la Historia del Cine, no es menos cierto que nos encontramos con una obra magnífica. Una propuesta que acierta al transmitir la tensión interna latente en su original literario, ofreciendo con nervio e intensidad el drama interior que subyace en una base argumental, que con posterioridad se plantearía sin dejar de lado una teatralización, en este caso disipada, navegando con fuerza por las aguas del drama psicológico.
Los perfiles del mismo se manifiestan de manera muy cristalina, una vez llegados a Pago Pago, en los Mares del Sur, de un buque que traslada a unos pasajeros de San Francisco, haciendo escala hasta su llegada a la isla de Apia. Casi de inmediato, la cámara de Walsh acertará a describir a sus protagonistas, mediante una curiosa argucia, al atender la petición del capitán, para que sus pasajeros escriban unas notas en el libro de visitas. De tal forma, percibiremos por un lado la personalidad alegre, abierta y provocadora de Sadie Thompson (Gloria Swanson), el carácter integrista del pastor Alfred Davidson (Lionel Barrymore). Y también la mirada intermedia que ofrece otro de los pasajeros, el dr. Angus McPhail (Charles Lane) -obsérvese un detalle revelador, Sadie será la única mujer que firme-. Todos ellos recalarán en un hostal, en donde tendrán que prolongar su inicial y corta estancia, debido a un brote de viruela. De manera simbólica a ese brote infeccioso, las hostilidades hasta ese momento latentes en el mugriento recinto de nuestros protagonistas, estallarán abruptamente, al no poder soportar Davidson la personalidad abierta y provocadora de Sadie, que no dudará en disfrutar de unas jornadas donde predomina el tedio, divirtiéndose con soldados de la zona, en especial con el sargento Tim O’Hara (encarnado con solvencia por el propio Walsh), con quien llegará a intimar, confesando sus miedos y temores. Incapaz de asumir que personas que le rodean puedan tener un modo de vida ajeno al suyo, dominado por el puritanismo más cerval, Davidson se enfrentará de manera abierta a la muchacha, recordando el pasado cercano de esta en San Francisco, y sojuzgándola, hasta el punto de inducir en ella un aura de resentimiento, provocando un rápido repliegue de su personalidad y haciéndole ver que su retorno a San Francisco, sometiéndose a un erróneo requerimiento de la Ley, servirá para salvar su alma. Cuando O’Hara retorne y compruebe el estado sumiso y casi catatónico en que quede descrita la joven, se iniciará una catarsis, que lleve a la autoinmolación de Davidson y, fundamentalmente, a un retorno a la explosiva personalidad de Sadie, intuyéndose en ella una consolidación de sus relaciones con el joven soldado.
SADIE THOMPSON parte de una producción efectuada de manos de su propia protagonista femenina, en aquellos años en la cima de su carrera, al alimón con el propio Walsh. Y es que en la adaptación de Rain, siempre ha sido un vehículo legítimo para su protagonista femenina. Gloria Swanson ofrece, llegados a este punto, una performance llena de modernidad, en la que traspasa a la pantalla su explosiva personalidad, describiendo al mismo tiempo el descenso a los infiernos, que marcará la enfermiza relación mantenida con Davidson. Todo un proceso que describirá con presteza la cámara de Walsh, atendiendo por un lado al ya señalado contraste de caracteres, y a la fuerza y fisicidad que transmitirá el escenario interior creado por William Cameron Menzies. A la espesura que brindan esos ocasionales planos exteriores, en donde la presencia incesante de la lluvia tropical, parece contribuir a la olla a presión que brinda el enfrentamiento del relato. O también, preciso es reconocerlo, a las notas de humor que Walsh introduce, centradas sobre todo en el contraste que proporciona la sobrecargada pareja de propietarios de la cantina, y también en diversos de los soldados que rodean a O’Hara. Todo ello, incidirá en la presencia siempre marcada, de una atmósfera sórdida y opresiva, que el realizador acierta a potenciar en todo momento.
Sin embargo, hay dos elementos que me llaman mucho la atención en la película, reveladores de la madurez que refleja la narrativa de un Walsh ya muy experimentado, y que de alguna manera preludiaba en cierto modo, la casi inminente llegada del sonoro. La primera de ellas, es la sinceridad que describen las secuencias “a dos”, entre Swanson y Walsh y, en un ámbito más intenso, las de esta con un siempre mesmerizando Barrymore. Pero es en la interacción de los dos primeros intérpretes, donde la película adquiere una extraña serenidad, que permite incluso elevar los sentimientos en la interacción de ambos personajes, por encima de la sordidez y el aura claustrofóbica en que estas se desarrollan. Del mismo modo, resulta de enorme modernidad la elipsis que describirá el suicidio de Davidson, una vez este vea como su mundo de represión y puritanismo, se ha venido abajo, incluso contando con la desaprobación de su propia esposa.
SADIE THOMPSON cuenta aún con una copia, en la que sus pasajes finales han sido reconstruidos combinando las breves escenas que se conservan, así como fotografías que enlazan los instantes no localizados. Dicha combinación describe con certeza, la conclusión de una obra magnífica, que serviría casi de punta de la lanza, para que uno de los grandes pioneros del cine, se insertara en el sonoro.
Calificación: 3’5
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