BAND OF ANGELS (1957, Raoul Walsh) La esclava libre
Calificada torpemente como un sucedáneo de la cargante e hipervalorada GONE WITH THE WIND (Lo que el viento se llevó, 1939. Víctor Fleming), BAND OF ANGELS (La esclava libre, 1957. Raoul Walsh) sufre asimismo la acusación de cántico al conformismo sudista, como si no se quisiera ver en sus hermosas y en ocasiones dolorosas imágenes, siquiera un atisbo del enorme caudal de sugerencias que propone. Partir de una novela de Robert Penn Warren es, sin duda, la garantía de una base dramática lo suficientemente densa, máxime al ser asumida por un realizador que, de entrada, valoraba el equilibrio entre el elemento exterior de su cine, y la entraña interna de sus propuestas. Es por ello, que a mi modo de ver, la película se plantea en realidad, como un descenso por la búsqueda de la verdad, entendida esta como razón última de su existencia, descrita en el ámbito de la guerra civil USA y, más en concreto, los últimos años de la esclavitud norteamericana. Así pues, la película busca profundizar en la entraña de sus personajes, extrayendo de sus comportamientos y pensamientos las contradicciones que viven, muy por encima del estereotipo que podría plantear su inicial presencia argumental. Es esta y no otra, la sensación de cierta incomodidad que se tiene al describir las aristas de los protagonistas de la función, lo que plantea la presencia de esclavistas revestidos de humanidad y, por el contrario, nordistas que dejan bastante que desear en su comportamiento.
¿No resultaría ello de difícil digestión para mentes cuadriculadas, incapaces de entender dichas contradicciones como un elemento de enriquecimiento dramático, antes de oponerlos como reproches? Todo ello ha contribuido a dejar en un segundo término esta magnífica producción de la Warner, con la que Walsh aportó, a base de puro cine, en una propuesta que devora sus dos horas largas de duración con un majestuoso sentido del ritmo, sabiendo discurrir a base de meandros narrativos, y de una admirable concatenación de recursos fílmicos que, a fin de cuentas, son los que permiten establecer la necesaria densidad cinematográfica, a una propuesta que si realmente logra transmitir su apasionado alcance, sublimando su base folletinesca, es precisamente por el arrojo, la inventiva y la convicción con la que el veterano realizador alimenta sus imágenes, por encima de algún servilismo, como esas postales que describen la multitud negra, presta a rendir homenaje a sus amos. Tal y como en aquellos años, en la Universal, Douglas Sirk reinventaba el melodrama precisamente sublimando las constantes estéticas del folletín, el veterano Walsh toma como base el melodrama historicista, los ecos de Americana, y ciertas constantes tangenciales del western, para plasmar un conjunto que funciona en su degustación a varios niveles, con tal grado de sutileza, que casi sesenta años después de su estreno, sigue despistando a aquellos que se enfrentan a su exuberante y, al mismo tiempo, denso, delicado y lírico discurrir.
BAND OF ANGELS narra, en esencia, la historia de dos seres sometidos a enormes contradicciones, que ansían en el discurrir de sus vidas mostrar la realidad de sus respectivas existencias, despojándose en ellas de las circunstancias que han condicionado las mismas. La primera de ellas será la joven y bella Amanda Starr (magnífica Yvonne de Carlo), quien vivirá su adolescencia con la comodidad de ser hija de un comprensivo terrateniente, hasta que tras la muerte de este, y de forma traumática, descubra que es negra por parte de madre –quien fue amante oculta de su padre-. La nueva vida que tendrá que asumir como inesperada esclava, le hará encontrarse con otro desplazado. Se tratará del ya curtido Hamish Bond (carismático Clark Gable), un acaudalado terrateniente de plantaciones, que salvará a Amanda de ser adquirida por un comprador sin escrúpulos, ofreciendo a la joven una actitud respetuosa, que poco a poco irá posibilitando que la presencia de ambos ejerza como catalizador de una nueva mirada a sus respectivas existencias. Y a partir de ese viraje emocional de dos seres errantes, Walsh despliega un relato que discurre emergiendo sobre su base folletinesca, subvirtiendo una serie de desconcertantes convencionalismos, como puede ser ofrecer un perfil contradictorio del entorno confederado, o incluso el disolvente planteamiento a la hora de mostrar un arrogante predicador –Seth Parton (Rex Reason)-, quien junto a su noble talante abolicionista, esconde una personalidad represiva e intolerante. En definitiva, el gran acierto de BAND OF ANGELS, reside en la capacidad de plantear –siempre en términos cinematográficos-, un mundo convulso, como ese mismo año lo mostraría el King Vidor de WAR AND PEACE (Guerra y paz, 1956) –una película con la que mantiene no pocos motivos de contacto-, pese a sus aparentes divergencias exteriores.
Pese al esquematismo que transmite el poco dúctil Sidney Poitier, en su rol del servidor / mentor negro de Hamish, o lo molestísima que aparece la banda sonora de Steiner –que a mi modo de ver, se erige como el mayor enemigo de la película, hasta el punto de forzar la entraña dramática de la misma-, BAND OF ANGELS aparece como un relato revestido de fuerza y sensibilidad. Que logra transmitir la diversidad del estado de ánimo de su protagonista, por medio del cromatismo del vestuario utilizado, que nos evoca el mundo coral de GENTLEMAN JIM (Idem, 1940) en el magnífico episodio de la subasta, que permitirá encontrarse a la pareja protagonista, propiciando una admirable ambientación de los frondosos y siniestros parajes pantanosos de Louisiana. Y que al mismo tiempo despliega su inigualable sentido aventurero, en el deslumbrante episodio que Hamish mantiene junto a capitán de barco amigo –el siempre inquietante Robin Ticke-, en el patio de la mansión del primero, ante la presencia de una creciente tormenta, que concluirá con la expresión exterior de sentimientos ente este y Amanda. El espíritu de THE WORLD IN HIS ARMS (El mundo en sus manos, 1952), se patentiza en unos minutos asombrosos, dentro de un conjunto, que finalmente, y como no podía ser de otra manera, lo que dirime finalmente es la búsqueda de esa verdad en sus personajes. Más allá de la esperada y no por ello menos emocionante conclusión descrita en la pareja protagonista, podremos ver como ese sacerdote que se convertirá en militar nordista, descubrirá cuando ya es demasiado tarde, el error vivido al elegir un camino, en vez de recuperar a esa Amanda que ya no puede ser suya. O, por el contrario, en la lucidez demostrada por Rau-Ru (aunque Poitier no contribuya a transmitirlo con la debida intensidad), que en un momento dado modificará su pensamiento lleno de rabia, al contemplar por un lado el lado oscuro de la aparente actitud antiesclavista de los nordistas –en los que se ha inscrito como voluntario- y, por otro, poder llegar a la catarsis necesaria, para por fin ver en Hamish, a esa persona a la que ha odiado por su bondad, como aquel que lo consideró como un ser humano.
Calificación: 3’5
2 comentarios
Juan Carlos Vizcaíno -
Bilibin -
Como siempre gracias por su labor y por descubrirnos en su contexto algunas películas injustament olvidadas. Un saludo.