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CINEMA DE PERRA GORDA

THE WHISTLER (1944, William Castle)

THE WHISTLER (1944, William Castle)

Conocido esencialmente por su popularidad a la hora de filmar a finales de los cincuenta y primeros sesenta, producciones para la Columbia, que albergaban una mirada simplista en el género de terror, basadas en la incorporación de elementos ligados al espectáculo de barraca de feria, o haber sido el productor de ROSEMARY’S BABY (La semilla del diablo, 1968. Roman Polanski), lo cierto es que la figura de William Castle, ha logrado albergar al menos una nota a pie de página, para establecer una historiografía dentro del cine de terror. Ello por más que su aportación al mismo sea más bien testimonial, y de la misma solo retenga un exponente digno de ser resaltado. Me refiero a MR. SARDONICUS (1960). En cualquier caso, lo que nos ocupa ahora es recordar que la filmografía de Castle se extiende en más de medio centenar de largometrajes, practicando el cine de los más diversos y populares géneros. Por fortuna, la posibilidad de ir acercándonos en los últimos años, a una gran cantidad de títulos olvidados durante décadas, nos han permitido redescubrir numerosos exponentes por lo general ligados a la serie B de los grandes estudios, en los que cineastas posteriormente populares forjaron sus primeros pasos. Dentro de dichos parámetros, me gustaría señalar la gratísima sorpresa que supuso no hace demasiado tiempo, descubrir HOLLYWOOD STORY (1951), que no dudo en considerar el título más atractivo de Castle de cuantos he podido contemplar, junto al ya citado MR. SARDONICUS. Sin llegar a su altura, THE WHISTLER (1944) –tercero de sus largometrajes-, no deja de suponer una pequeña pero interesante aportación al cine de intriga y suspense, en el que dentro de un relato que apenas supera la hora de duración, se da cita lo más atractivo y también lo más previsible del cine de su realizador. A saber. Por un lado, la capacidad largamente demostrada por Castle para la creación de atmósferas. Por otro, obviamente, su querencia por el artificio de sus historias, propiciando guiones enrevesados, en la búsqueda de presuntas sorpresas de cara al espectador.

En cualquier caso, esta modestísima producción de la Columbia, trasladando un argumento radiofónico a una propuesta que se planteaba como ensayo de un serial cinematográfico, protagonizado por ese misterioso Whistler, del que solo podremos contemplar su sombra, su propia definición como eje del destino, y un misterioso silbido, que en ocasiones, aparece casi como señal de un giro inesperado en torno a la fauna humana que describe. Los primeros minutos de THE WHISTLER son magníficos, describiendo con un enorme sentido de la concisión el encargo de un asesinato, por parte de alguien a quien no conocemos. Para ello se encontrará en una taberna con Lefty Vigran (Dan Costello), para que cometa el asesinato del empresario Earl C. Conrad. El emisario entregará cinco de los diez mil dólares pagados al autentico ejecutor del trabajo, que quedará oculto. Esa búsqueda de la carencia de identidades, será admirablemente plasmada por la cámara de Castle, jugando con encuadres que hacen invisibles los rostros o favoreciendo el juego de sombras, y alcanzando unos minutos de apertura en los que podemos intuir una abigarrada tendencia expresionista. Justo es reconocerlo que serán lo más valioso de la película, hasta concluir con la inesperada eliminación del señalado Vigran en una emboscada policial. Muy poco después, descubriremos que Conrad –encarnado por un magnífico Richard Dix-, es la misma persona que ha pagado por su propia eliminación, ya que se trata de alguien atormentado por la culpa. Y es que años antes, en un accidente disfrutando de un crucero, no pudo salvar a su esposa, haciéndolo sin embargo con otros pasajeros, y sufriendo en todo momento por un lado la ausencia de esa mujer que sigue añorando, y por otro tener que soportar las miradas y actitudes de seres que le rodean, que siguen pensando que no hizo lo que pudo para salvarla. No sin cierta inquietud, espera la pronta llegada de su ejecución, mientras deja entrever el desinterés que le proporciona su propia empresa, o incluso haya despedido a su criado. Hay en su semblante y en sus actitudes una llamada a la despedida existencial, que no podrá en modo alguno soslayar su devota secretaria Alice Walker (Gloria Stuart), secretamente enamorada de él.

Sin embargo, un sorpresivo elemento modificará ese estado casi de antesala de aceptación de la muerte. Un telegrama anunciará a Conrad la noticia de que su esposa se encuentra con vida, ya que en su momento fue rescatada y trasladada a una isla. La noticia modificará por completo el semblante de su protagonista, en quien retornará la alegría de vivir, intentando revertir ese asesinato que él mismo había pagado, sin saber que la persona a la que había encargado su eliminación, se encuentra muerta. De tal forma, THE WHISTLER aparece casi como una curiosa variación del Les tribulations d’un chinois en Chine de Julio Verne, insertando en su discurrir numerosas incidencias, que irán posibilitando una creciente angustia en nuestro personaje, al ir comprobando lo infructuoso de sus esfuerzos para disolver el plan que él mismo trazó presa de su angustia. De tal forma, el film de Castle se irá dotando de una serie de episodios que incidirán en dicha espiral. El descubrimiento de la muerte de Vigram. El inesperado encuentro con su esposa, en un peligroso fragmento, dotado de una extraña malignidad, que culminará de manera accidentada. Su huída de los diversos intentos que sufrirá para ser liquidado. Su ingreso en una sórdida fonda para poder dormir sin temor a ser encontrado por su liquidador –encarnado por el inquietante J. Carrrol Nash-, siendo engañado por uno de sus desarrapados huéspedes, en unas secuencias que destacan por su aura malsana y bizarra. Es cierto que THE WHISTLER juega en ocasiones demasiado con sus inesperados giros argumentales. Y es cierto también que una duración más dilatada le hubiera permitido una mayor densidad al conjunto. Pero, si más no, el film de Castle aparece como un relato asfixiante en sus mejores momentos, y delimitado en su conjunto como una mirada, entre irónica y por momentos aterradora, en torno a la débil frontera existente, entre la felicidad y la desesperación. En no pocos momentos, se tiene la sensación de que su conjunto aparece como un precedente de la célebre “Alfred Hitchcock presenta”. Es evidente por tanto, reconocer que William Castle se movía con cierta pertinencia, en los ropajes del cine policíaco y de suspense.

Calificación: 2’5

1 comentario

Hildy Johnson -

¡Pues me apunto los tres títulos de Castle que recomiendas!
Yo solo he visto tres películas de Castle y la que más me gustó fue Homicidio (Homicidal, 1961).
Me apetece también ver El caso de Lucy Harbin, con Joan Crawford.

Beso
Hildy