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CINEMA DE PERRA GORDA

SMART WOMAN (1948, Edward A. Blatt) [Mujer inteligente]

SMART WOMAN (1948, Edward A. Blatt) [Mujer inteligente]

Edward A. Blatt (1903 – 1991), es uno más de esa ingente nómina de realizadores, que se introdujeron y desaparecieron con rapidez del cine norteamericano, dejando tras de si una escasa obra, que en su caso se extiende a tres largometrajes -más prolongada fue su faceta como dialoguista-. No he podido contemplar el segundo de ellos ESCAPE IN THE DESERT (1945), muestra de cine antinazi, pero sí el primero, BETWEEN TWO WORLDS (Entre dos mundos, 1947), brindando también para la Warner, una moderadamente atractiva propuesta de cine fantastique, bajo los ropajes del morality play, contando con un deslumbrante reparto, encabezado por John Garfield. Blatt, cerraría su escueta filmografía con SMART WOMAN (1948), producción de la Allied Artists, en la que se cuenta con la figura de Hal E. Chester como productor -el responsable de la puesta en marcha de la memorable NIGHT OF THE DEMON (La noche del demonio, 1957. Jacques Tourneur), inclusive de la presencia de secuencias en las que se mostraba la criatura demoniaca, en contraposición a los intereses de Toruneur-. Sin embargo, al parecer fue la propia protagonista del relato, la ya madura Constance Bennett, quien realmente articuló los mimbres de una película, en un intento de revitalizar su decadente andadura cinematográfica.

SMART WOMAN aparece, pues, como un drama judicial, en el que el eco del pasado, y la búsqueda y permanente apuesta por la verdad, rodearán el devenir de la pareja protagonista, ambos juristas. Uno de ellos será mujer, la experimentada y exitosa Paula Rogers (Bennett), viuda y con un hijo, que será prácticamente empujada en contra de su voluntad, por el nada recomendable Frank McCoy (Barry Sullivan), a que lleve la defensa de otro no menos turbio personaje enjuiciado, bajo la amenaza de chantaje por algo que desconocemos -pero que cualquier espectador más o menos avezado, adivinará con rapidez-. En medio de esta vista, se ha producido un relevo en la figura del fiscal, ya que el hasta entonces encargado del caso -Bradley Wayne (Otto Kruger)-, ha demostrado una manifiesta ineficacia en torno al mismo -muy pronto veremos que se encuentra mezclado en los turbios manejos del cliente a quien debe combatir-. Por ello, en su lugar, se incorporará Robert Larrimore (Brian Aherne), un hombre sanamente ambicioso, con veleidades políticas, empeñado en derrotar la corrupción existente. El primer combate entre ambos, en dicha vista, se saldará con una inesperada victoria de Larrimore, ayudado por su fiel lugarteniente, el veterano Sam Corkle (el siempre extraordinario James Gleason).

No obstante, pese a dicha pugna, pronto se iniciará una inesperada relación entre la pareja de juristas, logrando incluso que el fiscal, encuentre un inesperado acercamiento al hijo de Paula. Mientras tanto, las pesquisas seguirán en torno a esa vista que, en el fondo, no quedó cerrada, encontrándose un testigo, vital para implicar a Wayne en los turbios manejos que este sobrelleva sobre el crimen en la ciudad, pese a su aureola respetable. Sin embargo, dicha circunstancia enfrentará a este último y al propio McCoy, hasta ese momento fiel sicario de sus designios, hasta el punto que de manera accidental, el corrupto jurista caiga muerto de un disparo, siendo acusado el primero del crimen, sobre todo dado el falso testimonio de la viuda. Viéndose este acorralado, acudirá a la desesperada a Paula, como un último favor, prometiéndole no volver a recurrir a ella. Consciente de que este guarda algo oculto en torno al pasado de la letrada, y aún a sabiendas de que aceptar el caso, supondrá una irrefrenable sima, en torno a la relación que mantiene con Robert.

Pese a la presencia como coguionista del blackisted Albah Bessie -hay una manera de valorar en ocasiones demasiado generosa, cuando se cita la presencia de un profesional perseguido por la Caza de Brujas de McCarthy, como si estos componentes no pudieran ser tan irregulares como todos los que formaban parte del universo de Hollywood-, o del gran operador Stanley Cortez, lo cierto es que, en muy pocos momentos, SMART WOMAN, sobrepasa la barrera de la discreción. Esa indefinición genérica, que oscila con irregularidad entre el drama judicial, el melodrama romántico, o una mirada en torno al mundo de la corrupción institucional, perjudica la ausencia de densidad de su enunciado, a lo que ayuda una realización bastante convencional, por parte del ya citado Blatt. Es cierto, que se pueden observar detalles, probablemente debidos a la intuición del propio Cortez, como encuadrar a la Bennet en no pocos instantes de las secuencias del interior de su vivienda, como si figurara en el centro de una tela de araña -formada por elementos de decoración-. O esa apelación a la fuerza intrínseca de la verdad, que Robert subrayará a Paula, en medio de una de sus secuencias presumiblemente más intensas. Sin embargo, y pese a encontrarnos ante dos buenos intérpretes -especialmente Aherne-, no se plasma en pantalla la menor química entre ellos, agudizado por la diferencia de estatura entre ambos -más lo proporciona entre esta y Barry Sullivan, adelantando de manera indirecta, la conexión pasada que hubo entre ambos-. Tampoco las secuencias judiciales, por más que resulten amenas, están provistas de ese ritmo interno presente en las más atractivas muestras del subgénero, además de no ser de demasiada duración.

Bajo mi punto de vista, lo más perdurable y atractivo de SMART WOMAN, tendrá lugar en el seguimiento de las pesquisas del intuitivo Corkle y, sobre todo, se cita en todo cuanto rodea el entorno del ambivalente Wayne, no solo a partir de la espléndida composición de Kruger, sino en las posibilidades que esta brinda, a la hora de hacer plasmar ese mundo oscuro y siniestro que manifiesta bajo sus amables modales, y su vida de respetable padre de familia. Ello permitirá a Cortez, jugar con los claroscuros fotográficos, al mostrar tanto el cuartel donde se está gestando la campaña política de este, como esas reuniones a puerta cerrada, mantenida en su despacho, con el ya citado McCoy, en donde tendrá lugar la muerte accidental de este.

Calificación: 2

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