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CINEMA DE PERRA GORDA

BETWEEN TWO WORLDS (1944, Edward A. Blatt) Entre dos mundos

BETWEEN TWO WORLDS (1944, Edward A. Blatt) Entre dos mundos

BETWEEN TWO WORLDS (Entre dos mundos, 1944) supuso el debut del realizador polaco Edward A. Blatt (1903 – 1991), sin duda una enigmática personalidad que solo se responsabilizó de tres títulos, tras una previa y efímera –aunque más pródiga- andadura como director de diálogos, e incluso antes experimentó con la producción, participando –aunque no acreditado- en A FAREWELL TO ARMS (Adiós a las armas, 1932) de Frank Borzage. Este debut se produce dentro de una curiosa doble circunstancia. De un lado insertarse dentro del conjunto de la producción de la Warner Bros auspiciada por Mark Hellinger, caracterizado por su apuesta por el cine policíaco y noir, verista y social. Por otro lado, dicho punto de partida se incardina dentro del conjunto de producción que ya en aquellos años aleteaba con el fantastique, en la que se planteaba una visión amable e incluso entrañable de lo sobrenatural, en abierto contraste con las atrocidades bélicas que vivía todo el mundo occidental en su lucha contra el nazismo. Ocioso sería señalar títulos célebres de esta vertiente, que en su conjunción forman a mi modo de ver una de las páginas más hermosas y menos estudiadas del género en USA y, en menor medida, Inglaterra.

Fruto de ambos rasgos vectores, se erige esta, de entrada, insólita producción, que nos propone un marco bélico en la Inglaterra de las postrimerías de la II Guerra Mundial –el propio periodo de realización del film-. Un grupo de personas de dispares características y extracción social, se disponen a emigrar hasta los Estados Unidos, para lo cual tendrán que aceptar las condiciones de embarque propias de tiempos de guerra. En la oficina se le denegará el permiso a un pianista notablemente alterado –Henry Bergner (Paul Henreid)- que será rechazado tanto él como su joven esposa –Ann (Eleanor Parker)- en su petición para trasladarse en dicho barco. Los dos esposos consentirán en su deseo de suicidarse, al tiempo que los últimos seleccionados tripularán un vehículo que será bombardeado. Repentinamente, todos ellos se verán en el interior del barco, en un contexto lleno de nubes y misterio, sin tener suficiente memoria para recordar no solo su condición de fallecidos, sino ni siquiera la manera como han llegado hasta allí. Es en esos momentos donde iremos conociendo la contrastada psicología de todos ellos, que se encuentran ayudados por el único tripulante del barco –el veterano y misterioso barman Scrubby, encarnado brillantemente por Edmund Gwenn, que bien podría aparecer como un benévolo precedente del existente en la muy posterior THE SHINING (El resplandor, 1980. Stanley Kubrick)-. Una vez poco a poco todos ellos vayan adquiriendo conciencia de su situación –ayudados por el interés que el nihilista y fracaso periodista Tom Priot (John Garfield), que ha sido uno de los primeros en advertir la vivencia de su mortalidad-, Scrubby les comentará las “reglas de juego” de su situación, anunciándoles que en un determinado momento serán juzgados por el denominado “examinador”. Este será la humanización del reverendo Tim Thompson (un impagable Sidney Greensteet), quien procederá de forma distanciada a examinar a todos los fallecidos desorientados, exteriorizando lo mejor y más cuestionable de su personalidad. Todos ellos serán apacible pero inexorablemente enviados a diferentes destinos sobrenaturales, en función del desarrollo de su existencia previa. Sin embargo, restará por configurar el destino del joven matrimonio suicida… hasta que la propia exteriorización de su amor sea un elemento de especial consideración para su destino eterno, o quizá para proporcionarles una segunda oportunidad.

BETWEEN TWO WORLDS se inicia, como antes señalaba, de un modo típico a las producciones noir de la Warner. El uso de las sombras, la presencia de una fotografía en blanco y negro contrastada y sombría, o el dramatismo y ritmo de la situación que sirve como punto de partida, nos invita a degustar un relato que ofrecerá un atractivo e inesperado giro con la expresión de la manera con la que todos los personajes presentados, vivirán el inicio de su existencia ultraterrena. La oportuna presencia de nieblas en los exteriores del barco –nunca veremos ni oiremos el mar-, la propia configuración escénica del barco, o los constantes y aterciopelados movimientos de cámara, otorgarán del suficiente atractivo a esta adaptación de la obra teatral de Sutton Vane –Outward Bound-, que sin duda de no poseer dicho atractivo fílmico, quedaría como un título polvoriento y moralista. No quiere eso decir que nos encontramos ante un título especialmente memorable, pero si que es cierto que el despliegue casi esteticista brindado por la cámara de Blatt, logra insuflar un consistente dinamismo a una propuesta dramática que flaquea en la expresión de su manera judeocristiana de entender la trascendencia. Cierto es que determinados personajes –como el interpretado por Garfield- poseen una considerable fuerza, sin duda debido a la fuerza juvenil que le brindaría el joven intérprete, o los ya señalados, encarnados por Henreid y la Parker, bien podrían figurar en cualquier galería de parejas amor fou expuestas dentro del clasicismo fílmico.

Sin embargo, esa querencia por el poder de la religión organizada –representada en el almibarado reverendo fallecido, encarnado por el amanerado George King-, o la manera esquemática con la que es descrito el arrogante multimillonario Lingley (George Couloris), han de situarse en el debe de una propuesta que, lamentablemente, y pese a mantener en todo el momento un aura inquietante –por momentos parece que asistamos a un episodio piloto de The Twilight Zone- e incluso sobrenatural, esos tics moralizantes y el exceso de diálogos y sentencias –no olvidemos la ascendencia de Blatt antes de realizar películas-, contradicen las posibilidades visuales que ofrecen sus mejores momentos. Es por ello, por lo que pese a sus limitaciones, conviene tener en cuenta BETWEEN TWO WORLDS, e integrarlo entre los exponentes menos conocidos y más insólitos –que no del todo logrados- del fantastique norteamericano de su tiempo.

Calificación: 2’5

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