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CINEMA DE PERRA GORDA

THE STORY OF VERNON AND IRENE CASTLE (1939, Henry C. Potter) La historia de Irene Castle

THE STORY OF VERNON AND IRENE CASTLE (1939, Henry C. Potter) La historia de Irene Castle

Antes de comenzar, se impone una confesión; nunca he sido fervoroso de los musicales protagonizados en el seno de la RKO, por la célebre pareja formada por Fred Astaire y Ginger Rogers. Jamás me han perecido más que agradables e irregulares comedias, en cuyo seno se insertaban vistosos números de bailes, a cargo de la célebre pareja. Números que, para los acérrimos seguidores del tándem, justificaban la mitología por aquellos títulos firmados por Mark Sandrich o George Stevens. Una mitología que jamás he compartido, sin dejar de apreciar moderadamente, películas que podías considerar ern su valía como tales comedias.

Es por ello, que visioné con cierta prevención THE STORY OF VERNON AND IRENE CASTLE (La historia de Irene Castle, 1939), teniendo ante mi, dos premisas contradictorias. De un lado, ser quizá la película protagonizada por la célebre pareja, que cuenta con menos predicamento. De otro, estar firmada por Henry C. Potter, un realizador por el que tengo cierta estima, en la medida de haberse movido con eficiencia en los meandros de la comedia y el melodrama, por más que tenga el recuerdo del visionado reciente de la pretenciosa y soporífera THE TIME OF YOUR LIFE (1948), aunque en su oposición, también no hace mucho, descubriera y disfrutara de uno de sus mejores títulos; la inmediatamente precedente THE FARMER’S DAUGHTER (Un destino de mujer, 1947). En esta ocasión, Astaire y Rogers, asumen la personalidad de una pareja real, surgida en el mundo del espectáculo de su tiempo, que gozó de gran popularidad, hasta que la llegada de la I Guerra Mundial, rompió no solo una exitosa andadura artística, sino una hermosa historia de amor.

El film de Potter se inicia, describiendo los inútiles intentos de Vernon Castle (Astaire) por cortejar a la estrella de la compañía, en la que ejerce como actor de uno de sus números cómicos. En la consecución de dicha estrategia, conocerá a Irene (Rogers) en una playa, dentro de una jocosa situación en medio del agua, con el salvamento de un perro, y acompañando a la muchacha en la pequeña barca que rescata al actor, su fiel sirviente Walter (Walter Brennan). Acogido en la vivienda de esta -la joven procede de una familia acomodada-, Vernon se hará pasar por una figura del mundo del espectáculo, suscitando el interés y, también los primeros síntomas de atracción por parte de esta que, en su despedida a su regreso a la gran ciudad, observará su destreza con el baile. Sin que Vernon lo sepa, Irene acudirá a su espectáculo junto a un grupo de amigas, comprobando con decepción el auténtico rol secundario y cómico que este asume. Convencida en sus capacidades para la danza, acuerdan participar en un pieza conjunta, al tiempo que irán perfilando su relación que, muy pocos meses después, se convertirá en boda. Ya como pareja estable, intentarán llevar a cabo su sueño, no sin enormes dificultades y sinsabores, lo que les llevará incluso a tierras europeas, hasta que finalmente, el éxito les llegue a las puertas, erigiéndose no solo en un referente en su nueva concepción del baile moderno, sino incluso en todas aquellas facetas vinculadas a la moda y las costumbres de las dos primeras décadas del siglo XX. La llegada de la I Guerra Mundial, interrumpirá la estabilidad de la pareja, que se encontraba en un periodo de cierto descanso, tras una gira agotadora, alistándose Vernon con las fuerzas aéreas de Inglaterra, su país. Dicha decisión, que Irene había intuido con enorme temor, será asumida con esta, incluso con convicción, implicándose como voluntaria, en el momento en que Estados Unidos se implique en la contienda. Sin embargo, tal y como la esposa temería desde el primer momento, en ella se expresará finalmente la tragedia.

Creo intuir las razones del desapego que esta película, adquiere entre los fans de la famosa pareja de baile. Fundamentalmente, el hecho de en ella no tengan un especial protagonismo, los números clásicos de baile, que tan famosas hicieron estas producciones, más no para mí. En su defecto, y sin que la presencia de la destreza en la danza de Astaire y Rogers deje de tener su importancia, no cabe duda que en esta ocasión, estuvo muy presente en la mentalidad de los responsables de la película, el hecho de rendir un sincero homenaje a la pareja homenajeada -en ello, cabe destacar la presencia directa de Irene Castle, dentro del asesoramiento del film-. Por ello, destaca en la película de Potter por una parte, una querencia muy clara por la comedia, asumida esta como una prolongación del nonsense, dentro de un ámbito que el realizador supo manejar con mano experta en su vinculación al género, y que en esta ocasión, tendrá un refuerzo importante con la impagable presencia de ese personaje de refuerzo, encarnado con brillantez por el gran Walter Brennan. Dentro de dicho ámbito, se disfrutarán pasajes tan divertidos, como la tensión cómica registrada en la vivienda de la familia de Irene, mientras sus padres esperan pacientemente como la pareja intenta consolidarse como tal ¡dejándoles libre el salón de la misma! O el conjunto de penalidades que ambos sufrirán, antes de su debut en París, con especial mención a las hilarantes vivencias en aquella vieja pensión, reforzadas, además, con la presencia de la impagable Eda May Oliver, que muy pronto se convertirá en la manager de los Castle. Ese matiz irónico, se planteará igualmente, en esa serie de rápidos encadenados, que describirán la rotunda y casi paródica moda mundial que, de manera casi repentina, vivirá cualquier manifestación que rodee a la pareja protagonista.

Junto a ese componente de comedia, THE STORY OF VERNON AND IRENE CASTLE, asume, a mi juicio, su definitiva personalidad cuando, poco a poco, se va insertando en su seno un tenue componente melodramático. Incluso una cierta ansiedad reflejada en Irene, una vez llega la noticia de la contienda mundial, y advirtiendo con justificado temor, el creciente deseo de su marido, de alistarse en la fuerza inglesa, precisamente cuando ambos se encontraban viviendo un periodo de descanso en su carrera. Esa sensación de melancolía, irá impregnando los últimos minutos del film de Potter, hasta concluir de manera tan elegante como conmovedora. Personalmente, en la descripción de la trágica -y temida- muerte de Vernon, uno no encuentra lejanos, los ecos de Frank Borzage, Leo McCarey o Mitchell Leisen. Y es por ello, que en el extraño equilibrio que alberga una película, que se desmarca de las convenciones del ciclo que prolonga del mítico tandem, es donde se encuentra una película inicialmente festiva, pero de manera paulatina intensa e incluso emocionante, merecedora de un reconocimiento, bastante mayor del que goza actualmente.

Calificación: 3

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