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CINEMA DE PERRA GORDA

SSSSSSS (1973, Bernard L. Kowalski) Ssssilbido de muerte,

SSSSSSS (1973, Bernard L. Kowalski) Ssssilbido de muerte,

Dentro de la ciencia-ficción de los primeros setenta, prolongando la sempiterna base argumental de los mad doctors, e insertándose en un terreno tan poco frecuentado en el cine, como es la deformación terrorífica del universo de los ofidios -criaturas que, lo reconozco, siempre me han provocado pavor-, se inserta esta modesta pero moderadamente estimulante SSSSSSS (Ssssilbido de muerte, 1973), una de las escasísimas realizaciones para la pantalla grande, de Bernard L. Kowalski -recordemos su discreto film de catástrofes; KRAKATOA: EAST OF JAVA (Al este de Java, 1968)-, un profesional dedicado de manera abrumadora al medio televisivo, sin más horizonte profesional que la contante firma de episodios en populares y consumistas series del momento. Es decir, sin especiales ambiciones creativas. Ello se percibe, y no poco, en esta película, que conserva el lastre de la realización muy funcional a nivel televisivo, aunque justo es reconocer que aprecie servilismos visuales como zooms o teleobjetivos. Es decir, que se centra en la plasmación más o menos adecuada, de una narración tan aterradora como previsible. Tan limitada en unas facetas, como sugerente en otras. El ejemplo que brinda esta, con todo, apreciable cinta, es el de muchas otras producciones, de las que solo sacan provecho parcial de sus cualidades, pero que en este caso, aparecen también como herederas de la vieja serie B, proporcionándoles el paso del tiempo un plus de interés, pese a sus evidentes carencias.

SSSSSSS se inicia con una secuencia pregenérico, preludiando la tragedia en la que finalmente concluirá su metraje. Un rudo empresario de circo, compra al dr. Carl Stoner (Stroher Martin), un cajón en el que se esconde un extraño animal, al que no contemplaremos, en plena noche. Casi de inmediato, veremos al veterano investigador acudir a una universidad, al objeto por un lado de reclamar la renovación de la beca que se viene concediendo hace muchos años a sus investigaciones -centradas en el estudio de los ofidios-, para lo que demandará la ayuda de un profesor, con el que demuestra haber marcado una vieja rivalidad -el dr. Daniels (Richard B. Schull)-. Al mismo tiempo, desea buscar un joven ayudante, ya que señala que se ha marchado inesperadamente el que tenías hasta entonces, eligiendo al bondadoso David Blake (Dirk Benedict). Este aceptará el ofrecimiento, yéndose a vivir a la granja en donde el investigador, pronto le describirá ese universo de criaturas y reptiles, haciéndole partícipe de la presencia de su joven hija -Kristina (Heather Menzies)-. Casi de inmediato, el muchacho -definido en ser alguien inadaptado, pese a su agradable aspecto-, se aclimatará en aquel mundo. Con lo que no contará este, es con el hecho de que el veterano investigador, lo utilice -como hizo con su antiguo ayudante-, como cobaya en sus experimentos. Y al mismo tiempo, Stoner no podrá imaginar que David y su hija se enamoren, sacando de su interior sus peores instintos.

En realidad, nos encontramos con un pequeño cuento de terror, que décadas atrás, hubiera hecho las delicias de un Tod Browning y, poco tiempo después, sin duda albergaría mucho mayor caudal de sugerencias, de la mano de David Cronenberg. Pero, si más no, nos encontramos con una historia que, por más que resulte predecible, no se encuentra ausente de buenos momentos y, sobre todo, de detalles ubicados en un segundo término, quizá no plasmados con el debido interés cinematográfico, pero que no dejan de resultar turbadores. Y es que asistimos a una película muy conectada con las corrientes de su tiempo, en la que no se duda en describir el sur norteamericano, por medio de esa turba de turistas que visitan las exhibiciones, que Stoner realiza en un recinto ubicado en el exterior de su modesta casa, destinado a obtener unos misérrimos recursos, como si fuera un excluido de la sociedad. Los rostros que filma Kowalski, casi podrían ser precedentes de los que, apenas un año después, describirá Steven Spielberg, en su estupenda y menospreciada THE SUGARLAND EXPRESS (Loca evasión, 1974). O ese profesor que desprecia a Stoner de manera humillante. O esos estudiantes y deportistas, que no dudan en someter a David a una paliza. En este sentido, la película propone una mirada revestida de misantropía a su galería humana, aspecto por el cual inicialmente, el contexto de este veterano científico sea visto con simpatía. Simpatía e incluso sentido del humor, como lo proporciona esa boa que tienen como mascota ¡y que es alcohólica!

Sin embargo, uno de los aciertos de SSSSSSS, deviene en la plasmación de esa peligrosa deriva del científico protagonista que, por un lado, no dudará en asumir ecos bíblicos, a la hora de propiciar la importancia de las serpientes, como transmisoras del ‘pecado original’. Ello quizá sea el origen de una curiosa -y un tanto cursi- secuencia, en la que la pareja de jóvenes se bañará desnuda en un lago, teniendo Kowalski que forzar una planificación, situando en primer término vegetación, al objeto de ‘tapar’ las partes íntimas de la pareja. Otro elemento de especial significación, deviene en la fascinación que el científico mantendrá con esa cobra que alberga y custodia, no dudando en definirla como la reina de la creación -es evidente que Stoner siente mucha más admiración por los animales, que por las personas; su recurrencia a unos versos de Walt Whitman al respecto, resultará reveladora-, buscando en convertir finalmente a David, en el producto perfecto de su investigación. Nada menos que convertirlo indirectamente en un nuevo dios, transformando al joven en una nueva criatura evolucionada, insertando la inteligencia humana en el cuerpo de una cobra -las secuencias en las que se plasma dicha conversión, pese a resultar defectuosas, no dejar de aparecer perturbadoras, y de cierto aire lovecraftiano-.

Todo ello, irá formando un conjunto de cierto aire malsano, con secuencias notables, como la visita nocturna a esa atracción de feria, en donde Kristina descubrirá horrorizada como ese antiguo ayudante desaparecido, en realidad se ha convertido en un freak, mitad hombre, mitad serpiente. O aquella en la que el doctor rival perecerá engullido por una serpiente pitón. O, por destacar de manera muy especial, por lo que tiene de ajuste de cuentas, ese transgresor pasaje, descrito en un turbador ralentí, en el que Stoner se vengará del asesinato que el insufrible y camorrista joven ha sometido a su boa, cuando ha ido a atacarles a su vivienda, introduciendo a la mamba negra que custodia, en la ducha en la que se recrea el muchacho, siendo picado por esta, y muerto casi de inmediato.

Una secuencia que, por su singularidad, no dejó recordarme aquella otra posterior, narrada en CARRIE (Idem, 1976, Brian De Palma), también al ralentí, en la que se iniciaba la catarsis del relato. Y es que en SSSSSSS, aparecen situaciones, planteadas en otras producciones de la época, como ese final con imagen congelada, presente también en la coetánea SOYLENT GREEN (Cuando el destino nos alcance, 1973, Richard Fleischer), o esa extraña fascinación entre el hombre y la criatura animal -las hormigas en aquel caso y la cobra en este-, ejes de la inmediatamente posterior PHASE IV (Sucesos en la IV fase, 1974. Saul Bass). Ello me hace pensar en la conexión que podría haber entre los prácticamente de esta vía del fantastique y, al mismo tiempo, viene a otorgar un determinado plus de significación, a esta producción modesta, pero a la que el paso del tiempo, ha otorgado un nada desdeñable grado de interés.

Calificación: 2’5

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