STAN & OLLIE (2018, Jon S. Bariod) El gordo y el flaco
Vaya por delante una premisa personal inapelable; siempre he sido un rendido admirador de Laurel & Hardy, bajo mi punto de vista, los mejores cómicos que el cine generó, con o sin tándem por medio. Es cierto, que figuras como Chaplin, Keaton o Lloyd pudieron ofrecer una obra fílmica más elaborada, manteniendo un control más directo sobre su propio universo artístico, en los dos primeros casos, dirigiendo ellos mismos sus obras -en el caso de Keaton, utilizando en muchas ocasiones codirectores-. Pese a todo ello, y admitiendo incluso la irregularidad de su obra cinematográfica, nunca dejaré de maravillarme, ante la magia, complicidad y pureza cómica de un tándem irrepetible, en el que la figura de Laurel se encontraba el genio creador, de los recursos puestos a punto por la pareja, dispuestos en la constante apuesta por la comedia pura, dominando su impulso entre la ascendencia por el vaudeville o el nonsense.
Fruto de dicha pasión, allá por 2001, cuando se inició mi admiración por el actor Paul Rudd, al que siempre vi como el intérprete ideal, para encarnar ante la pantalla a Stan Laurel, me atreví a elaborar un borrador de guion que, bajo el título ‘El fabricante de sonrisas’, se centraba en su figura, desde que apareciera en el ámbito del slapstick silente, hasta los últimos momentos de su vida. Se lo envié a Rudd, que entonces estaba representando una obra de teatro en el West End de Londres, y cuando lo pude ver personalmente, me comentó con desarmante franqueza, que no tenía peso en la industria para levantar un proyecto como ese (probablemente, ni siquiera llegara a contemplarlo). En cualquier caso, era evidente que, antes o después, la figura de estos geniales cómicos, encontrarían una obligada remembranza cinematográfica. Han pasado quizá, demasiados años para ello, pero con STAN & OLLIE (El gordo y el flaco, 2018. Jon S. Bariod), se plantea ese obligado homenaje, a la figura de dos iconos inmortales del séptimo arte. Y lo hace, centrando su mirada, en un contexto de decadencia de la célebre pareja, descrita en la gira que la misma realizará a Inglaterra en 1953. Todo ello, partirá del libro ‘Laurel & Hardy - The British Tours’, obra de ‘A. J’. Marriot, coguionista de la película, junto a Jeff Pope, delimitando la acción en el seno de dicha gira, en donde se describirá la catarsis y, al mismo tiempo, la culminación, de la trayectoria artística de ambos.
STAN & OLLIE se inicia, plasmando el rodaje, en 1937, de WAY OUT WEST (Laurel & Hardy en el Oeste, 1937. James Parrott), en el cenit de la fama de ambos. Con bastante precisión, se nos informará del predominio creativo de Laurel -su director, Parrott, le informa al atender a sus instrucciones de planificación-, así como las diferencias mantenidas con el productor Hal Roach (Danny Huston). La presentación de la pareja llegando al estudio, se plasmará en un plano secuencia, y todo el breve episodio, adquirirá gran vivacidad, permitiendo ejercer de contraste al núcleo central de la película, desarrollado en la Inglaterra de 1953. Un empresario de pocos escrúpulos, les ha programado una gira, que inicialmente se describirá en teatros mediocres, donde comprobaremos que el interés por Stan (Steve Coogan) y Ollie (John C. Reilly) es tristemente limitado, deambulando por pensiones de escaso fuste, aunque esperanzados por la posibilidad de protagonizar una nueva película, que un productor inglés ha ofrecido, basada en el universo de Robin Hood. La pareja, se encuentra temerosa de que cuando lleguen sus respectivas esposas desde América, se vean decepcionadas al contemplar el triste panorama de lo que se suponía iba a ser un viaje a Europa, destinado a reivindicar el arte de la pareja. Sin embargo, poco a poco, y actuando con una relativa astucia -sobre todo, a la hora de aceptar promocionar su presencia-, la presencia del tándem cómico alcanzará un creciente interés, hasta el punto que en Londres vuelvan a vivir el calor de un público entregado, aunque de manera paralela, Laurel se tope con la dolorosa realidad del desinterés de aquel productor cinematográfico, que ha desistido asumir la financiación de esa deseada película.
La llegada de las esposas de ambos, enfrentadas entre sí, al tiempo que poco comprensivas ante el propio drama interior que viven sus respectivos maridos, no propiciarán más que reaparezcan los demonios internos, de una pareja artística unida durante décadas, en la que ha permanecido latente, la expulsión de Laurel del entorno de Roach, y el rodaje en 1939 de ZENOBIA (Idem, 1939. Gordon Douglas), en el que Oliver Hardy, compartió protagonismo con el cómico Harry Langdon. Es decir, aceptando romper un tándem, que para Laurel siempre llevó aparejado el concepto de amistad.
En el fondo, bajo el amparo del sincero homenaje a unos cómicos irrepetibles, creo que STAN & OLLIE es una película sobre la amistad y la decadencia. En bastantes momentos, me recordó a la espléndida y tristemente olvidada THE DRESSER (La sombra del actor, 1983. Peter Yates) -una de las mejores películas británicas, de la década de los 80-. Pero si en el caso del film de Yates, se partía de una ficción creada por Ronald Harwood, a partir de sus experiencias personales, como ayudante del veterano actor Sir Donald Wolfit, en este caso nos encontramos con una dramatización, que parte de hechos reales, aunque confluya en no pocas ocasiones por aquella inolvidable película, protagonizada por Albert Finney y Tom Courtenay. En cualquier caso, hay un elemento que permite que la realización del británico Baird, reside en la adopción de un diseño de producción demasiado pulido. Parece que no se quiera asumir cara a cara, el aura de decrepitud, con que se inicia el relato, a lo que cabrá añadir, la inane e inadecuada banda sonora de Rolfe Kent.
Hasta aquí, los únicos inconvenientes, en una obra que reflexiona sobre la creación artística y la amistad. Que alberga un magnífico trabajo de Steve Coogan y -muy especialmente- un John C. Reilly, que no solo adquiere en su caracterización un asombroso parecido con Hardy sino que, ante todo, capta por completo su personalidad artística. A partir de ese momento, se logra trasladar con bastante precisión, lo sucedido en aquella gira. En ese último rubicón, en los que la célebre pareja, logrará exorcizar de manera definitiva sus demonios interiores, conviviendo casi de un momento a otro del fracaso al éxito -como del triste inicio de la gira, irán viviendo el clamor del selecto público londinense-, de los sueños a la decepción -ese anhelo por rodar una nueva película, tras años ausentes de la gran pantalla- y, finalmente, la cercanía de la muerte -ejemplificada en torno a la creciente enfermedad de Hardy-. Con dichos mimbres, STAN & OLLIE va creciendo en fuerza dramática, aunque siempre asumiendo la tristeza de sus costuras, dentro de una aparente mirada amable y compasiva. No faltarán fugaces insertos en flashback, complementarios de las reflexiones de sus protagonistas -esa mirada en torno al rodaje de la citada ZENOBIA, molesto corpúsculo en la ulterior andadura de la pareja-, al tiempo que otros que hablan de sueños no cumplidos, como esa evocación de Hardy, ante su participación en esa película, sobre la que reiteradamente mostró sus discrepancias, en medio de su dolorosa convalecencia.
Nos encontramos con un relato, en el que se van insertando de manera constante, destellos y detalles enriquecedores. En la manifestación airada de Laurel durante una discusión con Hardy, asegurando que sus películas pervivirán. La propia confesión de este a su esposa, mientras Hardy se encuentra enfermo; “Yo le quiero”. La incorporación de sus propios números cómicos, en situaciones de la vida real -la llegada del tándem a la primera pensión, los juegos de Laurel con su sombrero, mientras espera que le reciba el esquivo productor de esa película que nunca se levarás a cabo-. E incluso mostrando pasajes, que hablan sobre la sensación de caducidad de la pareja, engullida por otros cómicos -las alusiones al inglés Norman Wisdom, el admirable plano en el que Laurel, tras salir con la adversa noticia de que esa película nunca se llevará a cabo, contemple un enorme poster de una película de Abbott y Costello-.
STAN & OLLIE adquiere, de manera inesperada, una considerable gravedad, paradójicamente cuando los dos cómicos triunfen en Londres. En una recepción, se producirá una discusión entre ambos, exteriorizando esos demonios interiores que, hasta ese momento, no se han atrevido a discernir. Una secuencia de casi insoportable tensión, que culminará de manera extraordinariamente cómica, hasta el punto de lograr confundir a los estupefactos espectadores. Será el inicio de un tercio final espléndido, en el que la catarsis de dos seres involuntariamente ligados por su creación en común, pondrá en entredicho la prolongación de la misma, espoleado por dos esposas, que no hacen más que azuzar dicho enfrentamiento. A partir de ese momento, llegará el pequeño infarto a Hardy, el anuncio de este de su retirada por prescripción médica, y la tentación a su compañero, para que prolongue la gira con otro cómico. En Laurel, la lealtad será una premisa insoslayable, suspendiendo la función en la que había de estrenar esa nueva pareja. Y, por parte de Hardy, llegará el compromiso de culminar la gira en Irlanda, exorcizando ese larvado enfrentamiento que hasta entonces sobrellevaron. Serán unos pasajes dominados por una extraña serenidad. Como si los dos cómicos alcanzaran la quintaesencia de una amistad, hasta entonces no descubierta. Y llegará la emoción de un clamoroso recibimiento en puerto irlandés, o el esfuerzo final de Hardy para realizar, estando al borde de otro infarto, ese inmortal número de vaudeville que hicieron inmortal, entre el rugido de un público entregado, mientras sus propias mujeres estrechan sus manos, en señal de una complicidad inédita hasta entonces entre ellas. Lo confieso, fueron pasajes que me emocionaron hasta la lágrima, tanto por ser un emocionado homenaje a una pareja que siempre adoraré, como en la sensibilidad y entrega, con la que esta se plasmará en la pantalla. STAN & OLLIE es una película que habla en voz baja, pero es una película que, estoy seguro, sobrepasará con éxito la barrera del tiempo.
Calificación: 3’5
1 comentario
Luis -