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CINEMA DE PERRA GORDA

THE WAR BETWEEN MEN OF WOMEN (1972, Melville Shavelson) Guerra entre hombres y mujeres

THE WAR BETWEEN MEN OF WOMEN (1972, Melville Shavelson) Guerra entre hombres y mujeres

Nos encontramos en los primeros años 70 y la comedia americana como, en general, el conjunto de los géneros clásicos que hicieron grande Hollywood, se encontraba ya en la práctica desaparición de un periodo irrepetible. Perdidas de su práctica, figuras como Stanley Donen, Richard Quine, Frank Tashlin -que ese año, filmaría su última y mediocre película-. En un periodo de desorientación, la obra de figuras como Jerry Lewis, Blake Edwards o Vincente Minnelli, es cierto que figuras de segunda fila o nombres emergentes, intentaron ocupar dicho cetro, logrando en ocasiones, resultados brillantes, como el que va del Norman Lear de la eternamente ignorada COLD TURKEY (Un mes de abstinencia, 1971), al brillante revisionismo Screewall de WHAT’S UP DOC? (¿Qué me pasa, doctor?, 1972. Peter Bogdanovich). En cualquier caso, los nuevos e inconexos modos del género, oscilaron desde la explotación de la corriente judía del mismo, hasta una nueva y más desencantada mirada, en torno a esa sociedad convulsa, envuelta en el trauma de Vietnam, la contracultura, o el desencanto de una sociedad urbana, donde la incidencia de la contaminación, o una futura crisis energética, definía la vida americana y, en conjunto, occidental.

Lo que sí se prolongaría en los exponentes de aquellos años, es el peso de las estrellas que en el mismo ya habían consolidado su popularidad desde bastantes años atrás. Una de ellas, consolidada desde mediada la década de los 50, fue sin duda Jack Lemmon, que prolongó su hegemonía en el mismo, en alguna ocasión con su inseparable Walter Matthaw y, en la mayor parte de las veces en solitario. Es más, creo que en Lemmon se personificó en buena medida, ese americano medio, adentrado en la madurez, testigo sufriente de esos excesos de esa civilización del progreso. Es algo que manifestaría en títulos como SAVE THE TIGER (Salvad al tigre, 1973, John G. Avildsen) -que le proporcionó su segundo Oscar, este en rol protagonista-, o THE PRISONER OF SECOND AVENUE (El prisionero de la Segunda Avenida, 1975. Melvin Frank). Sería esta una vertiente, que tendría uno de sus primeros exponentes, en la inmediatamente precedente THE WAR BETWEEN MEN OF WOMEN (Guerra entre hombres y mujeres, 1972), dirigida sin embargo por Melville Shavelson, uno de los especialistas en el género -en su doble versión de realizador y guionista-, caracterizados por una mayor blandura e inoperancia, debido quizá a la generalizada presencia de niños en sus películas. Será este un factor de inapelable efectividad, al proporcionar suplementaria cursilería a su cine, por más que este se encuente poblado de grandes estrellas, sean estas habituales en el género o no. Hay excepciones a esta preponderancia infantil. Recuerdo con horror el ejemplo de A NEW KIND OF LOVE (Samantha, 1963), una de las peores comedias americanas de la década y, por otro lado, también sin presencia infantil, ON THE DOUBLE (Plan 402, 1961), aparece por el contrario como una de las comedias más estimables, de cuantas protagonizara el para mi tan molesto Danny Kaye.

THE WAR BETWEEN MEN OF WOMEN sí que cuenta con niños en su base dramática, urdida al alimón por el propio Shavelson, Danny Arnold y James Thurder. Sin embargo, parte de una atractiva premisa, centrada en la figura del reconocido dibujante de comics Peter Wilson (Lemmon) -¿Se retomó el planteamiento de la brillante HOW TO MURDER OF WIFE (Como matar a la propia esposa, 1965) de Quine?-. Wilson es famoso por la tremenda misoginia que destila en sus viñetas. Por encima de dicha catalogación, se trata de un auténtico misántropo que disfruta una desordenada soledad, en la que pronto tendrá acto de presencia el drama. El descuido en un lejano síntoma en un ojo se le ha extendido al otro, estando en grave riesgo de quedar ciego y a la espera de una operación de incierto resultado. La caótica vida del protagonista, que sobrellevará como pueda su creciente ceguera, acentuando su agresividad hacia todo lo que le rodea, cobrará un inesperado giro cuando en una fiesta conozca a Terry Kozlenko (Barbara Harris). Rompiendo su sempiterna misoginia -el eje de su fama como dibujante satírico-, mantendrá una primera velada con ella y, poco después, se unirá en matrimonio, aún sabiendo que se encuentra divorciada y cuenta con dos hijas, un hijo y un perro. Contra todo pronóstico, e incluso la puntual injerencia del anterior esposo de Terry -Stephen (Jason Robards)-, el nuevo matrimonio irá funcionando, en medio de constantes peripecias, coincidiendo ese nuevo rumbo en la vida de nuestro protagonista con la pérdida de la mordacidad que caracterizó hasta entonces su aportación como dibujante satírico. Sin embargo, un nuevo inconveniente se adueñará de su existencia; su síntoma ocular le lleva prácticamente a una urgente operación, último y poco seguro paso para evitar una casi inevitable ceguera física.

Lo mejor y lo peor que se puede decir al mismo tiempo de THE WAR BETWEEN MEN OF WOMEN, es que no carece de ambiciones, postulándose como una mirada crítica en el seno de esa sociedad urbana, atosigante, que aparece casi como telón de fondo, de las peripecias de sus personajes. Esa circunstancia, permite que Shavelson quiera pulsar muchas teclas, quizá demasiadas, en lo que supone un producto confeccionado, esencialmente, para el lucimiento de un Jack Lemmon, que se erige como protagonista casi absoluto de un relato. Por ello, contemplaremos su conjunto de tics y gestos característicos, que hicieron una de las presencias más entrañables en el género, sin añadir en su performance ningún timbre de gloria y, resultando, por el contrario, bastante más convincente, cuando se imbuye en fugas dramáticas -las secuencias con el oftalmólogo-. Barbara Harris se muestra llena de frescura, desentonando sin embargo las breves y episódicas presencias de Jason Robards, en un rol muy poco consistente, presente tan solo para plantear un inesperado apunte dramático en su definitiva ausencia. En la película, no faltarán esos apuntes disolventes en torno al mundo creativo en el que se desenvuelve el protagonista, contando para ello con el muy divertido rol del agente de Peter -Howard Mann-, encarnado por un magnífico Herb Edelman. Así pues, como no podía ser de otra manera, el film de Shavelson se adueña de la contrastada presencia de los tres hijos de la nueva esposa del dibujante, en la que no se ausentarán tópicos y estereotipos, aunque justo es reconocer que la amenaza de cursilería se encuentra relativamente mitigada. Todo ello conformará un conjunto dramático de costuras agridulces, que en sus mejores momentos acierta a describir ese caos sociológico de su tiempo, y que incluso apostará por dos arriesgadas secuencias, de desigual efectividad, en la que las criaturas dibujadas por Wilson cobrarán vida. La primera de ellas, coprotagonizada por Stephen, recreará una auténtica batalla campal en el salón central de la vivienda. La segunda, de carácter más moralizante, describirá un recorrido por los peores vicios de la condición humana, efectuando una apuesta por la fuerza del amor, estando acompañado el dibujante por la más pequeña -y conflictiva- de sus hijastras.

En cualquier caso, dentro de su apreciable nivel medio, y también en medio de sus desequilibrios y vaivenes -por lo general, bien envueltos en la melodía de Marvin Hamlish-, no se ausentará un episodio magnífico, en mi opinión el mejor con diferencia del conjunto, en el que se logra aunar la vertiente cómica del relato, con su cercana vena trágica. Me refiero a la que describe la cena entre Pete, su esposa y su representante -maravilloso Edelman-, mientras este intenta engañar a Terr, al decirle que Peter ha de irse durante un tiempo a una casa de campo, para elaborar un libro de dibujos que se encuentra atrasado. En realidad, es una tapadera para impedir que ella se entere de la operación que va a sufrir, ya que el dibujante no desea que su esposa comparta el sufrimiento. La imposibilidad de Howard en mantener la mentira, hará que este estalle en repetidas ocasiones a llorar, en medio de una escena de extraordinaria modulación, solo por la cual merece la pena ver la película.

Calificación: 2’5

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