STRANGE BARGAIN (1949, Will Price) [Extraño asunto]
Pese al amplio conocimiento de su amplia y gloriosa producción dentro del género, es cierto que entre las costuras de la RKO dentro del noir, aún quedan no pocos exponentes precisos de una necesaria vindicación. Títulos por lo general insertos dentro de la más acentuada serie B que se situaban entre las producciones más modestas de la productora, y que por circunstancias de producción pronto quedaron orilladas. Todo ello se cumple, punto por punto, en la tan atractiva como ignota STRANGE BARGAIN (1949), una de las tres únicas realizaciones de Will Price, del que se conoce muy poco, y que fue rodada en un convulso contexto de producción, cuando merced a la errática política del entonces presidente del estudio -el multimillonario Howard Hughes- este se dirimiría en las puertas de su definitiva fagocitación.
El film de Price, nunca estrenado en nuestro país, y ni siquiera emitido en la pequeña pantalla, aunque editado digitalmente con la traducción literal de ‘Extraño asunto’, supone una atractiva mirada crítica en torno a las costuras del aún incipiente American Way of Life, a través de una tensa y por momentos casi asfixiante propuesta de intriga que se imbrica en un metraje de menos de 70 minutos de duración, a partir de un guion de Lillie Hayward surgido de una historia de J. H. Wallis. Lo cierto es que nos encontramos ante una película, de las que se podría señalar que exponen una idea por plano. Que se ajusta a una narrativa sobria y precisa, y que sabe bandear con enorme acierto ese grado de crítica social que albergan sus fotogramas -y en la que no resulta ajena la visión disolvente que brinda en torno al matriarcado americano-. Para ello, solo hay que observar la manera con la que se describen sus dos principales personajes femeninos-.
Mostrando la apacible y aparente cotidianeidad de la familia Wilson, en apenas pocos planos veremos como dicha apariencia se desmorona; la petición de uno de los hijos de una bicicleta de segunda mano nos hará ver la fragilidad de esa comodidad, la carencia de recursos económicos de la misma y, sobre todo, focalizará la atención en el cabeza de familia, el atribulado Sam Wilson (un estupendo Jeffrey Lynn). De esta manera tan eficaz -en realidad la película es todo un tratado de concisión cinematográfica- se iniciará la extraña pesadilla vivida por nuestro protagonista, forzado por su esposa -Georgia (Martha Scott)- a pedir un aumento de suelto. Será algo que su esposo realizará pese a sus temores a su superior y amigo, el superior de la empresa en la que lleva bastantes años trabajando -Malcolm Jarvis (magnífico Richard Gaines)-. Esto no solo le negará su petición, sino que le señalará que tenía decidido su despido puesto que la empresa se encuentra en bancarrota. Pese a la desolación de Sam, a la salida de la oficina será recogido en coche por Jarvis, quien le invitará a una copa planteándose la posibilidad de suicidarse para evitar la ruina a su familia -en una de las secuencias más intensas de la película-. Para ello, demandará a nuestro protagonista que le ayude en hacer ver que dicho suicidio aparezca como un asesinato, por cuya colaboración le entregará diez mil dólares.
Esta inesperada circunstancia será el verdadero punto de partida para la pesadilla de un hombre de bien, quien sin buscarlo -aunque de entrada empujado por su esposa- se introducirá en un ámbito tenebroso que el propio Sam no podrá evitar, ya que una vez esa misma noche acuda a la mansión de Jarvis para hacerle disuadir de su intento, este ya habrá llevado a cavo su objetivo. Si hasta ese momento, STRANGE BARGAIN habría abanderado un relato en buena medida transgresor, una vez se consuma el aparente suicidio del sobrepasado empresario, se verá derivado por un lado la creciente angustia del protagonista, al cual no por casualidad los constantes ‘consejos’ de su esposa le harán introducirse en el ámbito de la investigación que comanda el tan sagaz como poco diplomático teniente Wells (un sorprendente Henry Morgan), que sobrelleva una ostentosa cojera como reciente herida de guerra, y que no dejará títere con cabeza en su tan forzada como eficaz investigación. Un rápido proceso que servirá al mismo tiempo para sacar a la luz pública el enfrentamiento que se mantenía entre Jarvis y el otro dirigente de la compañía -Timothy Hearne (el siempre magnífico Henry O’Neill)- partidario de disolver la misma ante sus irrefrenables pérdidas, que asumirá el mando de la misma de manera provisional con fondos propios, y al cual las sospechas le incriminarán en la muerte de Jarvis.
El acierto de STRANGE BARGAIN reside en encontrar un considerable grado de equilibrio entre las diferentes vertientes de un relato, que en su ajustada duración apenas deja resquicio a la más mínima mengua de ritmo, acertando al insuflar al mismo un creciente grado de densidad, que en sus momentos más álgidos casi llega a parecer irrespirable en la vivencia de su protagonista. Alguien que ha caído a un pozo sin fondo, casi sin salida posible, y del que únicamente podemos reprochar su pasividad ante los que le rodean. Por todo ello, la película se erige como una mirada nada complaciente ante una sociedad en apariencia dominada por la corrección, pero en la que resaltará esa descripción transgresora que deja a la luz sus múltiples agujeros. Desde la falsedad de una empresa arruinada, la propia sensación del “sálvese quien pueda” que desprenden todos sus empleados -esa joven y áspera secretaria-, los recelos ante la figura de Hearne, quien bajo su adusta apariencia en realidad esconde a un hombre sensato e incluso amable. Esa pintura de personajes se extenderá a la hora de describir el entorno de las dos familias en litigio. Una, la ya señalada del entorno de Jim, dominado por su castrante y entrometida esposa, quien de manera involuntaria será la que meta a su marido en el meollo de la investigación. Pero del mismo modo se irá tejiendo una inquietante tela de araña en torno a los Jarvis, en la que el hijo demostrará albergar sentimientos mucho más nobles que los en apariencia irreprochables de su madre.
Todo ello irá conformando una oscura maraña, perfectamente desarrollada en la puesta en escena de Price, que por un lado utilizará la imaginería propia de las producciones de Val Lewton -inesperada aparición de gato incluida- para describir la terrible noche vivida por Jim en torno a la muerte de Jarvis en plena noche. O la capacidad de Wells para lograr atravesar con la anuencia de su ayudante, esas capas de hipocresía que acertará a sortear en sus diversas investigaciones. Serán facetas ambas que golpearán las débiles defensas de un protagonista dominado por la aparente placidez de un entorno familiar en realidad desasosegador y del que, en última instancia, jamás se desprenderá, pese a que su cotidianeidad le haya llevado a una situación que casi le costará la vida, y de la que finalmente sí alcanzará esa seguridad económica anhelada en su entorno.
Calificación: 3
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