THE TECKMAN MYSTERY (1954, Wendy Toye)
Recuerdo una entrevista publicada en 1989 en la revista DIRIGIDO POR… en la que mi colega Quim Casas incomodó -intuyo que de manera indeseada- al gran Stanley Donen, que había acudido a un homenaje brindado por la Semana de Cine de Valladolid. En ese largo e interesante repaso a su obra, Donen se mostró tenso cuando Casas hablaba de las semejanzas que CHARADE (Charada, 1963) brindaba con determinados estilemas de la obra hitchcockiana. El autor de la inolvidable TWO FOR THE ROAD (Dos en la carretera, 1967), tan enorme cineasta como pésimo vendedor de su propia obra, se mostró molesto ante esta evidente y nada crítica afinidad, ante la que entre otras cosas argumentó la circunstancia de que Hitchcock no tenía monopolio de las comedias de suspense.
Pues bien, aquella casi olvidada reclamación de Stanley Donen me ha venido a la mente al contemplar THE TECKMAN MYSTERY (1954) primera de las apenas seis realizaciones cinematográficas -una de ellas en un film de episodios- de la británica Wendy Toye, una de las escasísimas mujeres realizadores de su tiempo -junto con Muriel Box-, más fogueada en su andadura televisiva. Nos encontramos ante un relato que se sucede a una previa serie televisiva, adoptando como coguionista al que procedía de la propia referencia catódica -Francis Durbridge- junto a James Matthews. Todo ello va ayudado con un competente cast de característicos británicos, y una estimable combinación de suspense y comedia que permite sobrellevar un relato tan simple como grato. Tan disfrutable como dado al rápido olvido.
La película se inicia con una impagable secuencia de alta comedia -que bien pudiera haber inspirado al Jacques Tourneur de NIGHT OF THE DEMON (La noche del demonio, 1957)- en la que durante un vuelo se produce el contacto entre el conocido escritor Philip Chance (John Justin) y la distinguida Helen Teckman (Margaret Leighton), quien lee una de sus obras sin darse cuenta en quien tiene a su lado. En apenas tres planos se produce el equívoco encuentro entre ambos, al tiempo que el espectador conoce el encargo que ha recibido el escritor de efectuar un libro sobre un piloto fallecido -Martin Teckman-, del que, curiosamente, Helen era su hermana. Atractivo inicio, que no solo relacionará de manera ingeniosa a la pareja protagonista. También nos introducirá en una apreciable historia, donde el encargo editorial de esa obra en torno al joven piloto desaparecido, muy pronto dejará una estela de muertos. Algo que se iniciará de manera menos trágica con el atropello de la escritora que inicialmente iba a responsabilizarse de la publicación -de quien nunca conoceremos su identidad-. Todo ello conformará una trama que oscilará entre la mirada llena de ingenio del escritor protagonista, al que John Justin proporciona una adecuada mezcla de desenfado y tribulación. Lo ofrecerá una base argumental enrevesada e irónica a partes iguales, ayudado por la estupenda iluminación en b/n de Jack Hyldiard, y en donde junto a lo truculento de la trama se incorpora en todo momento un cierto tono distanciado. En ello, destaca en primer lugar la escenificación de los diferentes crímenes que acompañarán el deambular de Chance, como si se impusiera sobre él una auténtica maldición, y por momentos acerca esta película a cierto contexto ligado a la obra de Orson Welles.
En todo caso, uno se queda de manera especial con la puntual utilización del plano largo por parte de su directora, demostrando con ello su capacidad visual y, de alguna manera, para apostar con pertinencia en hablar con la imagen. Y también plantear secuencias en las que con apenas movimientos de cámara acierta a transmitir un estado de ánimo. Es algo que nos demuestra a la perfección su brillante secuencia inicial, pero lo expresarán otras posteriores como las del encuentro del protagonista con el veterano Gavin (el wellesiano George Couloris), la posterior manera de describir el descubrimiento de su cadáver, o la postrera para el oscuro John Rice (Meier Tzelniker). Al mismo tiempo, la realizadora no deja de ofrecer secuencias que describen e incluso vaticinar las relaciones entre personajes que más adelante se nos revelarán. Es el caso de aquella en plano medio, en la que Helen evoca ante Philip la figura de su hermano perdido, mientras en el encuadre vemos un busto del desaparecido que nos transmite la dependencia que este albergaba con su hermana.
En cualquier caso, el moderado agrado que proporciona esta simpática THE TECKMAN MYSTERY, más allá de los convencional de su base argumental, proviene de esta mixtura de misterio y comedia que proporciona su discurrir, e incorpora una atractiva doble conclusión con un giro que subraya en última instancia esa apuesta por lo liviano de su enunciado. En cualquier caso, más allá de ese moderado interés, la película ofrece para cualquier seguidor -como es mi caso- de la andadura del posterior actor Albert Finney, la oportunidad de encontrar como intérprete de Michael Medwin, que casi quince años después formó con él productora Memorial Enterprises y, también, encarnando a la esposa del piloto inicialmente desaparecido, de la actriz Jame Wenham, que tres años después se convertiría, hasta 1961, en la esposa del intérprete de TOM JONES (Tom Jones, 1963. Tony Richardson).
Calificación: 2’5
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