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CINEMA DE PERRA GORDA

INCERTA GLÒRIA (2017, Agustí Villaronga) Incierta gloria

Lo reconozco. Revisar y paladear la filmografía del realizador mallorquín, recientemente fallecido, Agustí Villaronga (1953-2023), sigue siendo una de mis asignaturas pendientes dentro del cine español del último medio siglo. Siempre se está a tiempo de recuperar caminos inexplorados. Y, casi al azar, este primer encuentro con una trayectoría que se extiende en una docena de largometrajes -al margen de cortos, miniseries, videoclips-, se brindó con uno de sus últimos títulos. INCERTA GLÒRIA (Incierta gloria 2017), adaptación de la novela de Joan Sales. El hecho de situarnos ante un melodrama inserto en la Guerra Civil Española -un subgénero bastante temible- nos podría de entrada inducir alguna reserva. Por todo ello, el que finalmente la encuentre como una atractiva y, en sus mejores momentos, incluso una intensa y personalísima propuesta melodramática, avala en mi opinión, el talento de un realizador que, más allá de su reconocido mundo personal, se revela como alguien capaz de indagar y profundizar en la psicología de los personajes de su cine.

Nos situamos en 1937, en pleno fragor de la cruel contienda española, en una localidad del denominado Frente de Aragón. Pese al fragor de la misma, se trata de un entorno de tanta tensión interna como aparente calma, que incluso se encuentra dividido por sendas zonas para componentes del bando republicano y el nacional ¿Recuerdan LA VAQUILLA (Idem, 1985) de Berlanga? Un marco en el que, entre los componentes del primer ámbito, se irá insertando la creciente impresión de que los rebeldes comandados por Franco, finalmente van a ganar la contienda. Hasta allí llega el oficial Lluís (un notable Marcel Borràs, capaz de transmitir la creciente vulnerabilidad de su personaje). Se trata de un joven amable y mesurado, un tanto extraño en aquel contexto bélico, y que ha dejado en Barcelona a su compañera, Trini (Bruna Cusí) y su pequeño hijo. Lluís se reencontrará en su nuevo destino con su mejor amigo, Juli Soleràs (brillante Oriol Pla), un joven de personalidad abierta y libertaria, que secretamente se encuentra enamorado de Trini, pero que contiene esa pasión dada la absoluta lealtad que mantiene a su amigo. Y en este contexto se interpondrá la figura, adusta y poderosa, de la Carlana (admirable Nuria Prims). Se trata de la amante – viuda del señorito de la localidad, que fue asesinado tiempo atrás por los anarquistas. Esta durante la contienda se ha aposentado en las propiedades del asesinado, buscando ante la protección a sus dos hijos, cuyo padre fue su propio amante.

La Carlana trabará contacto con Lluís, estableciéndose entre ambos una creciente relación, en la que se combinará una sincera atracción física y el deseo de ella de utilizarlo para que logre una falsa declaración que certifique que su amante se casó con ella antes de ser asesinado. Con ello, aseguraría un futuro acomodado una vez culmine la contienda. Se trata de algo que ha ido preparando, coqueteando con representantes de ambos bandos. Poco a poco esa red de interdependencias se irá estrechando con una sombría densidad. Todo ello, en la medida en la que la presencia de esta extraña mujer supondrá un creciente factor de desestabilización. Lo supuso en el pasado entre ella y Juli -quien se zafó de su influjo-, pero también en el presente, en la creciente influencia que la viuda ejerce sobre ese joven oficial, enturbiando la relación sentimental con Trini. La confluencia de ese creciente conflicto irá creciendo como una inquietante olla a presión, hasta que todos los personajes se vean confluyendo en sus propias contradicciones, en algún caso con tintes trágicos.

Una vez integrados en la base argumental de una propuesta, reitero, sumamente atractiva, creo que INCERTA GLÒRIA se dirime en la oposición de dos elementos contradictorios. Por un lado, la recurrencia a unos modos visuales demasiado frecuentes en el cine de los últimos años, muy ligados a las series televisivas de los últimos tiempos. Una ambientación ‘descuidadamente perfecta’. Esa fotografía en color de tan excesivamente precisos contrastes. Esa sensación de falsedad que desprende, a mi modo de ver, la sensación de un mundo ‘prefabricado’, que suele ser asumida con facilidad por los públicos más jóvenes, pero que a mi siempre me han distanciado de tantas y tantas películas de los últimos tiempos.

Por el contrario, y partiendo de mi desconocimiento de la impronta en la andadura previa de Villaronga, es innegable que en las imágenes y en la tensión interna de la película, por encima de esos servilismos visuales, esta adquiere personalidad propia. Lo asume, de manera fundamental, en el magnífico trazado que se advierte entre sus principales personajes. No dudo que buena parte de todo ello estuviera presente en la propia novela -de la cual, al parecer, se tuvo que establecer una labor de reducción en el guion del propio director y Coral Cruz-, pero conviene resaltar el tempo, pausado y firme de su trazado. El adecuado ritmo que atesoran sus imágenes, o la precisión de sus diálogos. Todo ello confluye en el apercibimiento de la fuerza que adquieren sus tres principales roles -el de Luisa queda algo más desdibujado-. Y ambos, se encuentran entrelazados por la égida marcada por la Carlana. Esa mujer tan poderosa como, en el fondo, provista de fragilidad. En esa capacidad para establecer la dualidad de un personaje tan provisto de aristas, unido a la extraordinaria performance de la Prims, se encuentra la auténtica entraña de una película que tiene en ella su auténtica piedra angular. Una mujer capaz de asesinar a su propio padre -que en su infancia no dudó en maltratarla salvajemente-. En coquetear incluso con el alcalde franquista de la población -vislumbrando incluso un futuro matrimonio-. Pero al mismo tiempo capaz de rendirse al atractivo y la sensibilidad que le brinda el recién llegado. En torno a él se articulará un preciso relato en torno a dos seres que se atraen y se repelen al mismo tiempo. Ella se sentirá irremisiblemente ligada a él -esa recurrencia a las botas que porta el oficial, como elemento fetichista y de sumisión, que tendrá su rasgo más explosivo en las otras, nuevas, que le regalará en Navidad-. Por su parte, Lluís se siente deslumbrado por alguien que le gana en madurez y magnetismo, aunque en los momentos más precisos recele de esa atracción -el momento en que, a punto de fraguarse un beso entre ambos, la inesperada presencia de una tela da araña con su muñidora al frente- le frene en sus intenciones.

En ese permanente tira y afloja entre ambos, y en la importancia pasada que albergó con anterioridad el intento de manejo que albergó la Carlana con él, se encuentra el eterno amigo del protagonista. El joven, abierto e inquieto Juli. Alguien vitalista y atormentado. Capaz de sacrificar el secreto amor que siente por Trini, para no romper la eterna amistad que siente por Lluís. En torno a él se ciernen algunos de los mejores momentos de la película. Desde esa escenografía rodeado de cadáveres momificados que ha desenterrado en el monasterio abandonado, a la terrible secuencia en la que obliga a desnudar a la Carlana para vengarse de ella, hasta confluir en una conmovedora secuencia de autoinmolación-suicidio, junto a ese amigo que sabe lo quiere eliminar, precisamente en el momento en que él reconoce que ya no tiene lugar en el mundo.

Película sobre la fugacidad de la juventud, la fuerza de la amistad, y la impronta de excepcionalidad que imprime la vivencia cotidiana de la guerra. INCERTA GLÒRIA aparece como un relato convincente e inspirado, capaz de transmitir una terrible autenticidad en los mejores momentos, y revelador de la personalidad de una figura merecedora de un lugar en la historia del cine español, como fue Agustí Villaronga.

Calificación: 3

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