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CINEMA DE PERRA GORDA

Charles Crichton

THE THIRD SECRET (1964, Charles Crichton) El tercer secreto

THE THIRD SECRET (1964, Charles Crichton) El tercer secreto

Dentro de la vitalidad que registraba el cine británico en la primera mitad de la década de los sesenta, la impronta reflejada en torno a la obra que en aquellos años situaron a Joseph Losey como uno de sus representantes más valiosos, tuvo su oportuno reflejo en otras películas, algunas de las cuales han logrado un merecido reconocimiento. En esa línea no cabe olvidar THE NANNY (A merced del odio, 1965. Seth Holt), así como –aunque no se suele plantear ubicada en dicho perfil- podríamos mencionar BUNNY LAKE IS MISSING (El rapto de Bunny Lake, 1965), la reivindicada obra de Otto Preminger. Es decir, nos encontramos con títulos definidos por su poderosa impronta en un grisáceo blanco y negro, centrados en historias revestidas de un perfil psicologista, ligados a perfiles cercanos al suspense e incluso el fantastique y que, en su conjunto, parecían unirse a la hora de mostrar un reverso perverso de esa Inglaterra de aquellos años de pujanza y pleno proceso de transformación.

 

Pues he aquí, como en en ocasiones emerge la pequeña joya olvidada y escondida. Ese título cuyas cualidades han transcurrido ocultas durante décadas, y que de la noche a la mañana aparece como un ejemplo terso y absorbente, vigente en sus formas y en la densidad de sus líneas dramáticas, capaz de compararse a cualquiera de los referentes antes citados, e incluso demostrando que en ese hipotético ciclo temático logró aportar rasgos novedosos. Esa ha sido, bajo mi punto de vista, la gratísima sorpresa que me ha supuesto THE THIRD SECRET (El tercer secreto, 1964), realizada por ese sorprendente realizador que fue Charles Crichton, amparado ya en su dilatada trayectoria televisiva, y dejando atrás su ligazón a la ya entonces desaparecida productora Ealing. Desde su probada competencia artesanal, y también desde la irregularidad de su obra –siempre de tintes estimables, contando con algunos títulos de verdadero relieve-, nos llega un producto magnífico, que lamentablemente ha permanecido oculto durante muchísimo tiempo, pero al que el mismo paso de los años ha permitido destacar en la vigencia de su propuesta. No cabe duda, que THE THIRD... es un exponente de su tiempo –y ello se muestra en diversos aspectos que posteriormente señalaremos-, pero al mismo tiempo sorprende, por encima de su planteamiento de intriga psicológica, en la fuerza de su formulación narrativa, la densidad en la descripción de su galería humana y, al mismo tiempo, en las sobrias maneras con las que ambas vertientes son expuestas.

 

En el sótano de una vieja edificación londinense, una vieja ama de llaves encuentra al Dr. Leo Whitset a punto de morir en lo que en apariencia supone un suicidio de un tiro en la sien. La desaparición del respetado psiquiátrica provocará reacciones encontradas entre diversas personas que –luego lo sabremos- eran los ocultos pacientes de su consulta. Todo apunta a la teoría del suicidio, provocando la misma una enorme decepción entre los múltiples seguidores que a lo largo del tiempo había generado Whitset. Uno de ellos es el conocido presentador estadounidense Alex Stedman (Stephen Boyd), antiguo paciente del psiquiatra. Dentro de su abatimiento, tras una emisión recibirá la visita de la hoja del desaparecido –Catherine Whitset (Pamela Franklin)-, que le planteará la certeza que para ella supone el hecho de que su padre fuera asesinado. Será una hipótesis que Stedman asumirá con inicial escepticismo pero que poco a poco asumirá, en parte seducido por la insistencia con la que la muchacha insiste en dicha posibilidad, y en parte también por los indicios que el periodista irá encontrando en sus pesquisas, que le plantearán la terrible sugerencia de que entre esos pacientes se encuentre un auténtico psicópata, llegando a violentar la aparente seguridad de su vida cotidiana, al comprobar horrorizado que dentro de dicho perfil podría encontrarse incluso él mismo.

 

Lo primero que destaca en THE THIRD SECRET es la magnificencia de ese sombrío blanco y negro plasmado por la cámara del habitual operador del mencionado Joseph Losey, Douglas Slocombe. Se trata de una producción inglesa de la 20th Century Fox, franquicia en la que se encuentran títulos memorables como THE INNOCENTS (¡Suspense!, 1961. Jack Clayton) o SONS AND LOVERS (1960, Jack Cardiff), y ante la que mi experiencia personal me adelanta un infalible nivel de interés. Unas panorámicas subrayadas por el fondo musical de Richard Arnell, nos trasladan a un contexto urbano donde pasado y presente, rutina y modernidad, se dan de la mano de manera aparentemente plácida. Muy pronto, esa grisacea realidad quedará violentada en un planteamiento dramático subyugante, y que de manera paradójica funciona en su máxima expresión en todo aquello que sugiere, más que en lo que en definitiva muestra. Sorprendente elección dramática que, a la postre deviene en la cualidad de mayor alcance de una propuesta en la que a nivel dramático se intercalan diversas vertientes que, en líneas generales, alcanzan un sorprendente grado de equilibrio. Es algo que quedará patente tanto en la galería de personajes descrita –que en todo momento sobrepasan cualquier matiz de esquematismo-, en la ligera pincelada de una esperanza social fácilmente violentada, en el atavismo que ofrece el pasado en cualquier ser humano, o incluso en esa mirada por momentos entrañable, en otros incluso incestuosa, que se establece entre los dos personajes protagonistas –es probable que en su configuración influyera el cercano referente que en su momento tuvo una película en su momento muy famosa, incluso oscarizada, y hoy por completo olvidada; LES DIMANCHES DE VILLE D’AVRAY (Sibila, 1962,  Serge Bourguignon)-

 

Todas estos elementos, se intercalan con admirable eficacia en una película que funciona –como ante señalaba- a varios niveles, pero que alcanza a mi modo de ver su mayor grado de intensidad en la modulación que adquieren sus secuencias “a dos”, generalmente revelando la verdadera faz de sus personalidades, ante su encuentro con el progresivamente sagaz periodista. Es algo que sucederá en la conmovedora secuencia que se desarrolla con el aparentemente seguro galerista de arte, en la fuerza que alcanza con la hermosa pero insegura joven –interpretada por una Diane Cilento recién salida del rodaje de TOM JONES (1963, Tony Richardson) –al igual, por cierto, que la veterana Rachel Kempson-, o en el grado de insondable sugerencia que alcanza la confesión que mantiene con él el veterano magistrado interpretado por un magnífico Jack Hawkins. Es algo que sucederá igualmente en la secuencia previa que Stedman mantiene con el doctor que le revela –con creciente temor- la posibilidad existente de un temible psicópata entre los secretos pacientes del suicida. Será una espiral de creciente desasosiego, que alcanzará su paroxismo en los minutos finales –sobrecogedor ese plano de la estatua de Hans Christian Andersen tras el descubrimiento del periodista del secreto de la ficción-. Es en esa capacidad de alternar momentos confesionales, otros incluso melancólicos y algunos en los que un alcance inquietante domina la ficción, en donde reside la auténtica virtud de esta magnífica película. Una producción caracterizada a nivel narrativo por el predominio de planos largos, en los que el perfecto dominio de Crichton de las propiedades del Scope logran proporcionar a todos estos encuentros un alto grado de sinceridad y hondura dramática, a lo que contribuye de manera poderosa la entrega de un extraordinario reparto –Pamela Franklin ofrece una labor maravillosa- en el que incluso el generalmente estoico Stephen Boyd, logra brindar uno de sus trabajos más perdurables.

 

Apasionante de principio a fin, con ciertos ecos finales a PSYCHO (Psicosis, 1960. Alfred Hitchcock), lo cierto es que la presencia de algunos instantes en los que esa magnífica modulación se violenta de manera un tanto gratuita –el estallido de furia del periodista en su vivienda, la pesadilla que sufre en un momento dado, que parece heredada de las incorporadas en las adaptaciones de Roger Corman de los relatos de Allan Poe-, lo cierto es que THE THIRD SECRET supone un título de urgente rehabilitación, apasionante de principio a fin, y revelador de la capacidad que aquel cine británico tenía para –con materiales ya experimentados- dar como resultado pequeñas gemas cinematográficas como la que nos ocupa.

 

Calificación: 3’5

THE LOVE LOTTERY (1954, Charles Crichton) La lotería del amor

THE LOVE LOTTERY (1954, Charles Crichton) La lotería del amor

Muchas veces a la hora de preveer el relativo interés de cualquier exponente cinematográfico, la existencia de un equipo técnico y artístico de renombre puede inducirnos a intuir sus atractivos. En esta ocasión, THE LOVE LOTTERY (La lotería del amor, 1954) contaba con sobrados motivos de alborozo: producción de Michael Balcon para los estudios Ealing, dirección de un Charles Crichton recién salido del rodaje de la encantadora THE TITFIELD THUNDERBOLT (Los apuros de un pequeño tren, 1953), guión del experto comediógrafo norteamericano Harry Kurnitz, estupendo cromatismo ofrecido por el operador de fotografía Douglas Slocombe, montaje del más tarde realizador Seth Holt…  Todo, en definitiva, se ponía en bandeja para que THE LOVE… pudiera esgrimirse como uno de los productos más valiosos surgidos por los estudios Ealing. Y sin embargo, no solo ello no sucede, sino que en buena medida, y pese a sus gratos pasajes, el film de Crichton deja en todo momento una cierta sensación de insatisfacción, que le ha llevado desde el momento de su estreno a un discreto segundo plano a la hora de analizar la producción del estudio. Una trayectoria centrada esencialmente en la comedia, pero también representada en consistentes dramas como MANDY (1952, Alexander Mackendrick), o incluso THE DIVIDED HEARTH (1954) que el propio Crichton rodó a continuación del título que comentamos.

 

Rex Allerton (David Niven) es una conocida estrella de cine de capa y espada. Constantemente perseguido por sus fans, no ceja en su interés de cara a aceptar cometidos dramáticos de superior interés por encima de esas películas que protagoniza casi por inercia, de inexistente interés más que el meramente comercial, y que por el contrario le han convertido en pasto de la persecución de miles de jóvenes que se sienten identificadas con su figura. En su búsqueda de una salida existencial, Allerton viajará junto a su criado hasta una población costera italiana, en donde por vez primera logrará sentirse anónimo. Sin embargo, lo que no imaginará nuestro protagonista es que todo ello responde a la escrupulosa planificación efectuada por el encargado de un sorprendente y fantasmagórico sindicato de contadores –Amico (Herbert Lom, a punto de ser uno de los cinco asesinos de THE LADYKILLERS (El quinteto de la muerte, 1955. Alexander Mackendrick)-, quien finalmente logrará convencerlo para convertirlo en el botín de una suculenta lotería que se vendería por todo el mundo. La mujer afortunada logrará por tanto casarse con Allerton. El sorprendente proceso que ha llevado a este a aceptar forzosamente esta estrambótica lotería –ha perdido en un casino, propiedad de Amico, treinta mil libras-, es precisamente el que ligará al atribulado a actor con Jane (Anne Vernon), unida hasta entonces en los manejos de Amico, pero que poco a poco verá en la desesperada estrella a ese hombre que necesita su vida. Esta relación no impedirá que el sorteo se celebre, e incluso la afortunada sea una joven fanática del actor que incluso se había aparecido previamente en sus pesadillas. Llegará, por tanto, el conflicto, que se resolverá finalmente de la manera más lógica, llevamdo a Amico a proseguir en su faceta de captación de estrellas para sus disparatados proyectos, que le acercará ¡¡a un furtivo encuentro con Humphrey Bogart!!

 

¿Qué es lo que impide considerar THE LOVE… como un título más o menos destacable, y sí por el contrario, aplicar el término “fallido” a su resultado? A mi modo de ver, creo que la presencia del norteamericano Kurnitz tuvo algo que ver en ello, ya que la película pone en imágenes una serie de obsesiones en torno al mundo del cine, propias del mundo de Hollywood, que en su plasmación visual no casan en absoluto con la placidez y soterrada ironía que dominaba la producción Ealing. Se trata de elementos demostrativos de la obsesiva presencia de la fama, que sin duda hubieran hecho las delicias para un film firmado por Frank Tashlin –ahí está el ejemplo de HOLLYWOOD OR BUST (Loco por Anita, 1956) para ratificarlo-, pero que en manos de Crichton no alcanzan la debida eficacia, quedando por momentos como mera extravagancia en pantalla. Si a ello unimos esa inclinación por incorporar al conjunto elementos ligados a la fantasía musical –que podría ir desde la rememoranza del cine de Powell y Pressburger, tan en boga en aquellos años: THE RED SHOES (Las zapatillas de cristal, 1949),  THE TALES OF HOFFMAN (Los cuentos de Hoffman, 1951)-,  que también se habían manifestado años antes en curiosas aunque nunca especialmente destacables comedias de esta índole firmadas en el cine norteamericano –THE EMPEROR WALTS (El vals del emperador, 1948. Billy Wilder), THAT LADY IN ERMINE (1948, Ernst Lubitsch y Otto Preminger) o, incluso, la más cercana THE 5.000 FINGERS OF DR. T (Los 5.000 dedos del doctor, 1953. Roy Rowland)-. De todos estos referentes se retoma la inclusión de elementos fantásticos –esa organización que parece casi sobrenatural en sus manifestaciones cotidianas-, o la presencia de fugas musicales y cómicas de carácter surrealista-. Pero lo cierto es que en esta ocasión, este arriesgado planteamiento no alcanza la suficiente fuerza, a lo que contribuye no poco el “miscasting” de la elección de David Niven como protagonista.

 

Así pues, bajo mi punto de vista, THE LOVE LOTTERY alcanza su mayor grado de interés en su tercio final, a partir del momento en que se sortea tan singular premio y hasta el rincón italiano llega la afortunada admiradora a hacerse cargo del “galardón”. Es en ese fragmento donde reconoceremos esa capacidad de la comedia Ealing para violentar de la manera más natural, la cotidianeidad del marco en donde se desarrolla la historia. Recuperado ese tono tan reconocible, el film de Crichton se desenvuelve en sus pasajes finales con una sinceridad narrativa hasta entonces distorsionada por los fracasados intentos o fugas visuales antes señalados aunque, lamentablemente, ofrezca una conclusión apresurada y escasamente convincente. En definitiva, no puede decirse que el film de Crichton ofrezca un balance reprobable, pero sí se tiene en casi todo momento la extraña sensación de seguir unos senderos equivocados o poco adecuados, para llevar a buen término su historia.

 

Calificación: 2

THE BATTLE OF THE SEXES (1959, Charles Crichton) [La batalla de los sexos]

THE BATTLE OF THE SEXES (1959, Charles Crichton) [La batalla de los sexos]

Creo que a la hora de valorar la aportación del cine británico dentro de la comedia, parece que muchos comentaristas se quedaron en la entrañable -en ocasiones excelente-, aportación brindada por los célebres estudios Ealing. Pero mi propia experiencia como aficionado me ha llevado en ocasiones a disfrutar de auténticas sorpresas definidas en estupendas comedias que retomando buena parte de los rasgos de la producción del mencionado estudio, sin embargo quizá por estar ubicadas en épocas posteriores no han logrado el reconocimiento debido. Recuerdo como hace unos años casualmente descubrí un ejemplo de lo expuesto con una brillante sátira de los hermanos Boulting llamada HEAVENS ABOVE! (1963), que en su ingenio y mordacidad en poco tenía que envidiar a buena parte de las –en ocasiones- sobrevaloradas producciones de la Ealing, en las que siempre destacaron la mayor parte de las realizaciones de Alexander Mackendrick.

Pues otro de los ejemplos que podrían servir para intentar al menos apreciar esas producciones ocultas hasta la fecha está en THE BATTLE OF THE SEXES (1959), realizada por Charles Crichton y hasta la fecha jamás estrenada en España, ausencia que de alguna manera se va a subsanar tras su edición en DVD, con la traducción literal de LA BATALLA DE LOS SEXOS. Cierto es que en cualquier antología del cine británico generalmente se hace mención a esta película y sorprende sinceramente que jamás llegara a nuestro país. En cualquier caso se trata de una interesante variación en tono de comedia de la permanente lucha entre pasado y progreso.

La película se inicia con un progenérico punteado por la intencionada e irónica voz en off de Sam Wanamaker, en el que expone por un lado el deseo de una multinacional newyorkina totalmente compuesta por hombres, por deshacerse de una ejecutiva –Angela Barroes (Constante Cummings)- decidida a una serie de reformas y códigos psicológicos para intentar –en teoría- proporcionar una mayor rentabilidad a la empresa. Por ello la destinan a visitar Escocia, una sociedad aún escorada en el mantenimiento de unas tradiciones y costumbres quizá obsoletas. El traslado le permite coincidir con el retorno a Edimburgo del heredero de la firma de confecciones MacPherson, caracterizada por sus cualidades. Se trata de Robert –Robert Morley- un atildado caballero hijo del veterano dueño que fallece dictando las órdenes oportunas para que la labor de la empresa prosiga. A partir de este encuentro entre Angela y Robert se inicia una relación estable al tiempo que la primera logra convencer al actual mandatario para reformar los modos, usos y costumbres de la factoría. Una nueva vía que provoca la reacción de los empleados y que tienen en Mr. Martin (Peter Sellers) el principal valedor para mantener las costumbres que han mantenido hasta el momento con éxito y que el propio y fallecido mandatario de la empresa pidió que se prolongaran tras su muerte.

Realmente esa es la sencilla base argumental –basada en una historia breve de James Thurber que al parecer es especialmente respetada en Gran Bretaña-, formulada como guión por Monja Danischewsky –también productor del film y destacado en su implicación con la comedia británica-. Pero la principal virtud de esta sencilla pero efectiva comedia estriba en el logro de un producto que en su corta duración aplica una mirada irónica y divertida sobre los usos y costumbres de una sociedad que se rebela contra el progreso y destacada fundamentalmente en una mirada escéptica, el gusto por el detalle, una aguda labor en su puesta en escena, una extraordinaria ambientación que casi totalmente se desarrolla en interiores angostos brillantemente diseñados –especialmente el recinto que alberga amontonados los balances contables de la empresa-, una interpretación excelente en el conjunto de su reparto y el logro de la conjunción de auténticos talentos en su equipo técnico en los que destaca con facilidad la labor de Freddie Francis en el extraño y lúgubre tono fotográfico imperante –bastante inusual para una comedia- y la agilidad del montaje obra de ese gran profesional que fue Seth Holt y que de no haber fallecido prematuramente quizá se hubiera convertido en uno de los más importantes realizadores del cine británico.

Pero incidiendo en sus cualidades, quizá la que más aprecio en esta película es el logro de un relato sencillo en el que las miradas de los actores, los gestos –los que ofrece el chofer de los McPherson en determinados instantes- o pequeñas disposiciones de los planos –por ejemplo las conversaciones que se formulan ante el retrato del fallecido McPherson (el eminente Ernest Thesiger), que en un momento determinado llega a estar inclinado-, permiten una mirada irónica que nunca alza la mirada y generalmente se mantiene con un semblante imperturbable, lo cual paradójicamente ofrece más efectividad a su resultado. En ese mismo tono cabe señalar la magnífica labor de Peter Sellers, que logra un retrato contenido y creíble del veterano, introvertido, abstemio y no fumador encargado de la empresa textil, en la que puede calificarse como una de las mejores interpretaciones de su carrera.

Más allá de estos rasgos concretos, THE BATTLE OF THE SEXES alberga igualmente algunos momentos de notable emotividad, como los instantes que rodean el fallecimiento del viejo McPherson ya en los pasajes iniciales –la cámara se ubica fuera de su ventana, Martin baja respetuosamente la persiana, la cámara desciende en una elegante grúa, muestra al chofer en la calle advirtiendo el detalle y quitándose su gorra en señal de duelo-. Pero en su contraste plantea algunas secuencias realmente complejas en su sintaxis cómica, como la que se desarrolla en los frustrados intentos de Martin por asesinar a su joven rival, narrados con un sentido coreográfico realmente brillante y que culminarán con otro estupendo detalle –estando a punto de empujarla por una ventana contempla unos coros en televisión que le hacen adquirir una conciencia beatífica-.

Para mayor ironía y cuando ya parece que el veterano encargado ha logrado ganar la batalla contra Ángela, nuevamente la voz en off inicial subrayará el arma más poderosa de la mujer; sus lágrimas, y nos vaticina lo que puede ser el inicio de una relación entre ambos, casi adelantándose varios años a la conclusión de la brillante COMO MATAR A LA PROPIA ESPOSA (How to Murder Your Wife, 1965. Richard Quine) –el recordado “flechazo” entre el mayordomo misógino que encarnaba de forma memorable Terry-Thomas (por cierto destacado representante de la comedia inglesa de este periodo) y la madre de Virna Lisi-.

En resumen, y aún no pudiendo afirmar que nos encontramos con un producto que apure hasta sus últimas posibilidades las sugerencias que se plantean, si que se trata de una divertida e ingeniosa producción. Muy poco después Charles Crichton dirigiría una apenas conocida comedia rodada en el seno de las Fallas de Valencia de 1960 –THE BOY WHO STOLE A MILLION; sería muy interesante comprobar la mirada de un director foráneo sobre la España de inicios del desarrollismo- que prácticamente cerraría su aportación cinematográfica. Pocos años después se dedicaría por entero al medio televisivo, hasta que en 1988 conoció el inesperado éxito de UN PEZ LLAMADO WANDA (A Fish Called Wanda).

Calificación: 3