THE BATTLE OF THE SEXES (1959, Charles Crichton) [La batalla de los sexos]
Creo que a la hora de valorar la aportación del cine británico dentro de la comedia, parece que muchos comentaristas se quedaron en la entrañable -en ocasiones excelente-, aportación brindada por los célebres estudios Ealing. Pero mi propia experiencia como aficionado me ha llevado en ocasiones a disfrutar de auténticas sorpresas definidas en estupendas comedias que retomando buena parte de los rasgos de la producción del mencionado estudio, sin embargo quizá por estar ubicadas en épocas posteriores no han logrado el reconocimiento debido. Recuerdo como hace unos años casualmente descubrí un ejemplo de lo expuesto con una brillante sátira de los hermanos Boulting llamada HEAVENS ABOVE! (1963), que en su ingenio y mordacidad en poco tenía que envidiar a buena parte de las –en ocasiones- sobrevaloradas producciones de la Ealing, en las que siempre destacaron la mayor parte de las realizaciones de Alexander Mackendrick.
Pues otro de los ejemplos que podrían servir para intentar al menos apreciar esas producciones ocultas hasta la fecha está en THE BATTLE OF THE SEXES (1959), realizada por Charles Crichton y hasta la fecha jamás estrenada en España, ausencia que de alguna manera se va a subsanar tras su edición en DVD, con la traducción literal de LA BATALLA DE LOS SEXOS. Cierto es que en cualquier antología del cine británico generalmente se hace mención a esta película y sorprende sinceramente que jamás llegara a nuestro país. En cualquier caso se trata de una interesante variación en tono de comedia de la permanente lucha entre pasado y progreso.
La película se inicia con un progenérico punteado por la intencionada e irónica voz en off de Sam Wanamaker, en el que expone por un lado el deseo de una multinacional newyorkina totalmente compuesta por hombres, por deshacerse de una ejecutiva –Angela Barroes (Constante Cummings)- decidida a una serie de reformas y códigos psicológicos para intentar –en teoría- proporcionar una mayor rentabilidad a la empresa. Por ello la destinan a visitar Escocia, una sociedad aún escorada en el mantenimiento de unas tradiciones y costumbres quizá obsoletas. El traslado le permite coincidir con el retorno a Edimburgo del heredero de la firma de confecciones MacPherson, caracterizada por sus cualidades. Se trata de Robert –Robert Morley- un atildado caballero hijo del veterano dueño que fallece dictando las órdenes oportunas para que la labor de la empresa prosiga. A partir de este encuentro entre Angela y Robert se inicia una relación estable al tiempo que la primera logra convencer al actual mandatario para reformar los modos, usos y costumbres de la factoría. Una nueva vía que provoca la reacción de los empleados y que tienen en Mr. Martin (Peter Sellers) el principal valedor para mantener las costumbres que han mantenido hasta el momento con éxito y que el propio y fallecido mandatario de la empresa pidió que se prolongaran tras su muerte.
Realmente esa es la sencilla base argumental –basada en una historia breve de James Thurber que al parecer es especialmente respetada en Gran Bretaña-, formulada como guión por Monja Danischewsky –también productor del film y destacado en su implicación con la comedia británica-. Pero la principal virtud de esta sencilla pero efectiva comedia estriba en el logro de un producto que en su corta duración aplica una mirada irónica y divertida sobre los usos y costumbres de una sociedad que se rebela contra el progreso y destacada fundamentalmente en una mirada escéptica, el gusto por el detalle, una aguda labor en su puesta en escena, una extraordinaria ambientación que casi totalmente se desarrolla en interiores angostos brillantemente diseñados –especialmente el recinto que alberga amontonados los balances contables de la empresa-, una interpretación excelente en el conjunto de su reparto y el logro de la conjunción de auténticos talentos en su equipo técnico en los que destaca con facilidad la labor de Freddie Francis en el extraño y lúgubre tono fotográfico imperante –bastante inusual para una comedia- y la agilidad del montaje obra de ese gran profesional que fue Seth Holt y que de no haber fallecido prematuramente quizá se hubiera convertido en uno de los más importantes realizadores del cine británico.
Pero incidiendo en sus cualidades, quizá la que más aprecio en esta película es el logro de un relato sencillo en el que las miradas de los actores, los gestos –los que ofrece el chofer de los McPherson en determinados instantes- o pequeñas disposiciones de los planos –por ejemplo las conversaciones que se formulan ante el retrato del fallecido McPherson (el eminente Ernest Thesiger), que en un momento determinado llega a estar inclinado-, permiten una mirada irónica que nunca alza la mirada y generalmente se mantiene con un semblante imperturbable, lo cual paradójicamente ofrece más efectividad a su resultado. En ese mismo tono cabe señalar la magnífica labor de Peter Sellers, que logra un retrato contenido y creíble del veterano, introvertido, abstemio y no fumador encargado de la empresa textil, en la que puede calificarse como una de las mejores interpretaciones de su carrera.
Más allá de estos rasgos concretos, THE BATTLE OF THE SEXES alberga igualmente algunos momentos de notable emotividad, como los instantes que rodean el fallecimiento del viejo McPherson ya en los pasajes iniciales –la cámara se ubica fuera de su ventana, Martin baja respetuosamente la persiana, la cámara desciende en una elegante grúa, muestra al chofer en la calle advirtiendo el detalle y quitándose su gorra en señal de duelo-. Pero en su contraste plantea algunas secuencias realmente complejas en su sintaxis cómica, como la que se desarrolla en los frustrados intentos de Martin por asesinar a su joven rival, narrados con un sentido coreográfico realmente brillante y que culminarán con otro estupendo detalle –estando a punto de empujarla por una ventana contempla unos coros en televisión que le hacen adquirir una conciencia beatífica-.
Para mayor ironía y cuando ya parece que el veterano encargado ha logrado ganar la batalla contra Ángela, nuevamente la voz en off inicial subrayará el arma más poderosa de la mujer; sus lágrimas, y nos vaticina lo que puede ser el inicio de una relación entre ambos, casi adelantándose varios años a la conclusión de la brillante COMO MATAR A LA PROPIA ESPOSA (How to Murder Your Wife, 1965. Richard Quine) –el recordado “flechazo” entre el mayordomo misógino que encarnaba de forma memorable Terry-Thomas (por cierto destacado representante de la comedia inglesa de este periodo) y la madre de Virna Lisi-.
En resumen, y aún no pudiendo afirmar que nos encontramos con un producto que apure hasta sus últimas posibilidades las sugerencias que se plantean, si que se trata de una divertida e ingeniosa producción. Muy poco después Charles Crichton dirigiría una apenas conocida comedia rodada en el seno de las Fallas de Valencia de 1960 –THE BOY WHO STOLE A MILLION; sería muy interesante comprobar la mirada de un director foráneo sobre la España de inicios del desarrollismo- que prácticamente cerraría su aportación cinematográfica. Pocos años después se dedicaría por entero al medio televisivo, hasta que en 1988 conoció el inesperado éxito de UN PEZ LLAMADO WANDA (A Fish Called Wanda).
Calificación: 3
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