AMERICAN MADNESS (1932, Frank Capra) La locura del dolar
Es bastante probable que sea en AMERICAN MADNESS (1932) –esa locura americana que fue rebautizada en España como LA LOCURA DEL DÓLAR-, la primera manifestación directa de esa “apelación a los buenos sentimientos” que caracterizó la faceta más conocida de la obra cinematográfica de Frank Capra, y que lamentablemente décadas pasadas oscurecieron su valoración de tantos elementos que hicieron de él un cineasta de primera fila. Ya se acordarán los más veteranos de aquella denominación tan negativa de “la abuelita Capra” para definir películas que estaban protagonizadas por seres idealistas, positivos y destacados por su constante trato con las gentes más humildes y desfavorecidas. Eran seres que luchaban contra las imposiciones de villanos acaudalados –tantas veces encarnado por el estupendo William Arnold- y sobre los que se planteaban situaciones límites cercanas al paroxismo, que finalmente eran solventadas por la siembra que había creado el propio protagonista con su labor positiva.
Mucho de esto está presente en el título que nos ocupa, representado en el personaje de Thomas Dickson y brillantemente interpretado por Walter Huston. Dickson es el presidente de un banco caracterizado por una línea de concesión de préstamos a gente humilde que siempre le ha proporcionado buenos resultados. Pese a esa fidelidad de los beneficiados a la hora de devolver dichos préstamos, en los últimos tiempos se ha granjeado la animadversión del consejo de inversores, que intenta forzarlo a una política más restrictiva en ese aspecto. Su convicción le lleva a enfrentarse con estos, aunque se verá a abocado a situaciones que se entrecruzarán en su vida en apenas un par de días. Por un lado se producirá una atraco en la oficina bancaria en el que ha tenido que ver uno de los empleados, y donde fallecerá un vigilante por disparo de bala. Las circunstancias del mismo convenientemente exageradas por la multitud provocarán que una creciente masa de clientes retiren sus efectivos del banco, en una tendencia que rápidamente se convertirá en peligrosa para la continuidad del mismo. Unido a todo esto Dickson se enterará que su esposa había estado la noche anterior precisamente con quien finalmente había facilitado el atraco a la oficina, derrumbándosele el contexto sobre el que sostenía sus convicciones. Afortunadamente, y cuando ya casi está a punto de capitular ante los inversores para poder lograr liquidez, la ayuda que le brindará su fiel empleado Matt (un impecable Pat O’Brian), llevará a que muchas de las personas a las que había ayudado en su trayectoria demuestren su confianza hacia el director aportando sus ahorros mientras las colas llenan las dependencias, logrando invertir el pánico sembrado en la multitud.
LA LOCURA DEL DÓLAR hay que insertarla en el periodo inmediatamente posterior al crack de 1929 y es a partir de ese contexto cuando hay que mirar con cierta indulgencia las enormes ingenuidades que plantea el guión servido a Capra por el experto Robert Riskin. Ingenuidades que en el futuro ambos sabrían replantear con una mayor sutileza en estos dramas desaforados bañados con tintes de comedia que definen las películas englobadas en estos rasgos. Y es que si bien el título que nos ocupa encierra bastantes buenos momentos, creo que los dos lastres fundamentales que impiden que sea una obra que alcance el nivel de obras precedentes de Capra, estriban fundamentalmente en la escasa interacción que se ofrece en las diferentes historias que se relacionan, y quizá precisara un metraje superior para poder desarrollarlas lo suficiente. A este respecto hay que consignar que son bastantes los momentos en los que se observa un apresuramiento o sensación de que el argumento discurre a trallazos. Un ejemplo lo tendríamos en la llegada de Dickson tras el atraco al bando –lo hace como un día normal- mientras que al instante deducimos que ya se había informado del atraco –lo lógico-. Del mismo modo, esa forma tan irresponsable de conceder créditos –ante una llamada telefónica otorga préstamos de varios miles de dólares-, o la propia atropellada manera de llegar los clientes que finalmente solventarán la situación ingresando sus ahorros en prueba de confianza al presidente del banco resultan, bajo mi punto de vista, resueltas bastante a trompicones, aunque prefiguren algunos de los momentos más conocidos de la filmografía de su artífice.
Pese a estas limitaciones tan palpables, creo que es innegable señalar que AMERICAN MADNESS tiene bastantes buenos momentos, aunque se encuentre por debajo de los logros que su artífice había manifestado ya en otras realizaciones suyas. Una vez más demuestra una estupenda utilización del espacio escénico central –la amplia oficina bancaria-, y en bastantes momentos se expresa la habilidad narrativa del director. Citemos para ello momentos como el instante en el que Matt recorre las dependencias tras haber contemplado juntos a la esposa de Dickson y el conquistador Cyril; la propia y sobria planificación del atraco, con su juego de sombras y contrapicados, digna de figurar en cualquier antología cinematográfica de estos; o el juego de montaje que permite recorrer el ciclo de comentarios de la multitud que engrandecerá los iniciales cien mil dólares del atraco –anunciados por la propia telefonista de la entidad-, hasta concluir con una fuga de varios millones a cargo del propio presidente. Rumores crecientes que culminarán con un comentario final del mismo personaje invocando “ya sabemos lo exagerada que es la gente”.
En definitiva, una película reveladora de las inquietudes de Capra pero que debe quedar en un segundo plano dentro de sus títulos más importantes, por más que prefigure varios de sus planteamientos temáticos y en su conjunto proyecte una mirada bastante escéptica sobre lo voluble de la condición humana.
Calificación: 2’5
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