CACHITO (1995, Enrique Urbizu)
Hace algunos meses pude visionar una película que gozó en el momento de su estreno de una cierta condición de “cult movie a la española” llamada TODO POR LA PASTA (1991). Fue mi primer contacto con el realizador vasco Enrique Urbizu, y en él se daba cita un extraño sentido del humor matizado con cierta brutalidad, una notable capacidad para la descripción de ambientes y personajes sórdidos y determinada tendencia a la caricatura en ocasiones dominada, en otras inclinada al exceso. Al menos y sin poder echar las campanas al vuelo se veía un esfuerzo por dotar de personalidad a su cine.
No he visto hasta ahora algunos de los –al parecer bastante alimenticios- títulos que se sucedieron en su filmografía, pero al contemplar CACHITO (1995) –y de forma más domesticada-, se notan en esta singular comedia “de carretera” esos rasgos ya detectados en aquella película. En esta ocasión, Urbizu se basa en una –al parecer- mediocre novela del muy comercial Arturo Pérez-Reverte. En realidad la misma carece de un guión sólido, ya que se establece en una simple situación de base que, de forma paralela y previsible, confluirá en otra esperada simple situación de llegada. En cualquier caso, lo que realmente otorga interés a una película que realmente no pretende otra cosa que hacer pasar un buen rato –y he de reconocer que personalmente lo logró conmigo-, con la sucesión de andanzas que se suceden a lo largo de su no muy dilatada duración.
La película se inicia con una breve secuencia en la que se nos muestra con sentido de la síntesis la previsible muerte de la abuela de Toñi (Amara Carmona), una jovencita que prácticamente no ha salido en su existencia del regazo de esta, dándole la anciana pariente los indicios de donde puede estar situada su madre –una prostituta de club de carretera-. Para lograr alcanzar el lugar donde previsiblemente se encuentra –el Club Paraíso-, es llevada en calidad se autostopista por un fornido y en el fondo sensible camionero –Manolo (un Jorge Perugorría adecuado y contenido, aunque sobrellevando un personaje que reiterará en la pantalla en demasiadas ocasiones)-, quien la deja donde la muchacha le ha indicado. Poco después Toñi se verá envuelta en una desagradable situación que la llevará a huir de aquel tugurio y encontrarse de nuevo con Manolo. Este creyendo que es familiar de los dueños del club se pone en contacto con su dueño, un chulo llamado Rafael (Sancho Gracia, en una interpretación que bordea el límite de la caricatura y logrando con su gesticulación, su mirada e interminable retahíla de tacos ofrecer la debida ambigüedad a un personaje al mismo tiempo divertido y brutal, y brindando uno de los máximos alicientes de la película). Estos la retornan al club donde “venden” su virginidad a un adinerado cliente del mismo. Como quiera que el conductor sospecha que las maneras de Rafael esconden un lado turbio, regresa a Club Paraíso donde logra rescatar a Toñi cuando se está a punto de consumar la violenta pérdida de su virtud. Ambos huyen tras una valiente lucha de Manolo, iniciándose entre los dos jóvenes una cierta relación. Sin embargo y con su particular honor herido, Rafael inicia la búsqueda de los dos huidos, elemento que prácticamente ocupará la segunda mitad de la película, acompañado por su amante, Nati (Elvira Mínguez) y un extraño personaje disminuido mental –Porky (Aitor Mazo)- que se encarga habitualmente de vigilar aquel antro.
Manolo y Toñi se dirigirán hasta la ciudad costera de Tarifa, donde le han informado que se encuentra la madre de la muchacha ejerciendo la prostitución en otro establecimiento –Aurora’s Club-. Allí tendrá su reencuentro con ella, pero Rafael también llegará con el ánimo predispuesto a todo, provocando un estallido de violencia que concluye con el enfrentamiento con Manolo a vida o muerte.
Tal y como sucedía en TODO POR LA PASTA, en CACHITO hay que destacar en primer lugar la facilidad con la que Urbizu sabe retratar con autenticidad y cierto sentido del humor “bizarro”, la iconografía de esos clubs de alterne caracterizados por sus cortinas de canutillos y luces de colores estridentes, con prostitutas extravagantemente vestidas y peinadas y pobladas por clientes de mentalidades enfermizas. Será una de las virtudes de una película que tiene al mismo tiempo una saludable mezcla de sordidez y sentido del humor –en ocasiones resulta muy divertida-, que nos permite que olvidemos esa cierta endeblez de su planteamiento romántico y en la delimitación de los sentimientos de los personajes. En su oposición nos encontramos con una especie de cartoon en el que el impagable personaje de Sancho Gracia sería una claro equivalente de aquel lejano “Tío Sam” de los dibujos animados de la Warner. Esa definición caricaturesca, las secuencias en las que Rafael estalla en improperios como si fueran el pan nuestro de cada día, son los mejores aliados de un relato que por otro lado saber definir las caracterizaciones de personajes secundarios o episódicos –como en el que encarna Luís Cuenta en los últimos minutos del film-.
CACHITO es, por tanto, un hasta cierto punto original divertimento, que sabe dosificar o dejar fuera de “off” sus elementos más violentos, que sabe reírse de la sordidez y que tiene uno de los lastres más molestos en la insoportable banda sonora de Bingen Mendizábal (en la escuela de Bernardo Bonezzi), cuya insoportable presencia llega a arruinar algunos brillantes momentos en la pantalla. En cualquier caso, una película estimulante y divertida, que casi en tono caricaturesco nos muestra un submundo no por anacrónico aún presente en esta sociedad española tan aparentemente europea, pero en la que aún subsisten –como se muestra en algún momento-, la sempiterna imagen del toro de Osborne.
Calificación: 2’5