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CINEMA DE PERRA GORDA

Lewis Milestone

HALLS OF MOCTEZUMA (1950, Lewis Milestone) Situación desesperada

HALLS OF MOCTEZUMA (1950, Lewis Milestone) Situación desesperada

Si hay algo que una película como HALLS OF MONTEZUMA (Situación desesperada, 1950. Lewis Milestone) pone de manifiesto a cualquier conocedor parcial de la trayectoria de su realizador, es la de consignar que este se mantenía fiel a los postulados que definieron su visión del alegato antibélico. En efecto, y más allá de sus logros y aspectos discutibles –de todo hay en esta película-, lo que no se puede negar es que en esta narración de Milestone se recupera esa visión del horror de la guerra que queda heredada de su lejana y oscarizada ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT (Sin novedad en el frente, 1930) –de la que hereda ese horror y relativa delicadeza heredada de la obra de Erich Maria Remarque-, y que se extendería a la posterior A WALK IN THE SUN (1945) –una película que tienen bastantes conexiones con la que comentamos- y, muy especialmente, en esa joya titulada EDGE OF DARKNESS (1943). En estos ejemplos –hagamos salvedad del rigor que preside el último de los títulos mencionados- se dan de la mano con demasiada facilidad los momentos de buen cine, caracterizados por su fuerza dramática, su lucidez al describir el sinsentido de la guerra, con otros en los que su aire discursivo es excesivamente evidente, e incluso son alternados con secuencias caracterizadas por su inanidad.

HALLS OF MONTEZUMA se desarrolla dentro de la guerra desarrollada en territorio japonés por el ejército norteamericano durante la II Guerra Mundial. Un comando encabezado por el teniente Anderson (un magnífico Richard Widmark), es encargado de la conquista de un territorio nipón en donde se ubica una base de misiles. El comando se describirá en la dispar personalidad de sus componentes, en su mayoría soldados de reemplazo, ya que aquellos que acompañaron a Anderson en su andadura en Japón han sucumbido casi en su totalidad. Este es un hombre sensible, un profesor que sobrelleva su angustia existencial medicándose con antidepresivos, faceta en la que le facilita la medicación el asistente médico Jones (Kart Malden). Uno de los nuevos soldados del teniente es su joven pupilo Stuart Conroy (Richard Hylton), un muchacho al que pocos años antes había dotado de la suficiente confianza como para permitirle salir de la tartamudez que expresaba su personalidad introvertida.

En primer lugar, sorprende ver como la apariencia de encontrarnos ante una película apologética de la labor bélica norteamericana, muy pronto acoge la fórmula ya utilizada en la mencionada, estimable y en algunos ámbitos algo sobrevalorada A WALK IN THE SUN. En aquella ocasión iniciaba igualmente la película con una breve introducción de la psicología de sus personajes, mientras estos se preparaban para desembarcar –en aquel caso en la italiana Palermo, en esta ocasión en territorio japonés-. La originalidad de esta ocasión, estriba fundamentalmente en la magníficas maneras que describe Milestone al narrar en tres flash-backs la historia previa que relaciona a Anderson con dos de los personajes más allegados a él –Conroy y Jones-, mientras que otro de ellos supondrá una extraña variación, ya que desvela la contradicción entre la apariencia que evidencia el impulsivo soldado Riley (encarnado por Skip Homeier con la habitual fuerza con que definió personajes similares en la pantalla), y el verdadero origen humilde que revela su existencia previsiblemente influida por su carácter temperamental. En el primero de estos flash-backs, una leve panorámica hacia una pizarra nos llevará al pasado de Conroy, su encuentro con Anderson y su positiva evolución personal. Para el segundo se elegirá como motivo dramático la pipa que el teniente regaló a Jones, mientras que en la breve y reveladora mirada retrospectiva sobre Riley, se elegirá la pistola que este maneja con tanta aparente destreza como auténtica inseguridad, simbolizando su carácter inestable.

Junto con la presencia de estos elementos dramáticos, el film de Milestone va tejiendo de forma un tanto adusta pero siempre eficaz los mimbres de una aventura bélica que en muy poco se deja llevar por terrenos apologéticos. Por el contrario, optará por relatar una frustración existencial centrada en la figura de su protagonista, que poco a poco va comprobando como las personas a las que aprecia y le acompañan van falleciendo o siendo heridas en las emboscadas que sufren por parte de sus oponentes. Sucumbirá el joven y emprendedor Coffman (un jovencísimo Robert Wagner), al que seguirán los tres soldados cuya andadura ha estado más vinculada a este. La muerte de todos ellos describirá momentos de gran belleza cinematográfica, especialmente en las magníficas secuencias que protagoniza Riley, que es eliminado accidentalmente por parte del soldado Lane (Jack Palance), al intentar calmarlo tras la lucha que ha mantenido con un japonés. El primer plano sostenido de este cuando ha recibido el impacto de la bayoneta, y su expresión horrorizada diciendo “no quiero morir”, debería quedar entre las expresiones del sinsentido mostradas por el cine bélico.

Pero de forma paralela a esta progresiva desaparición de estos soldados, HALLS OF MONTEZUMA despliega una serie de subtramas, que por un lado proporcionan una cierta humanidad a los soldados y oficiales japoneses que los americanos hacen presos –en los que se intenta reflejar su dispar concepción de la propia existencia-, mientras que por otro lado describe un cierto apunte irónico con el personaje encarnado con espléndida ironía por Reginald Gardner. Se trata del sargento Johnson, un veterano de atildados modales, que pone en práctica una inusual condición militar revestida de cierto atildamiento, y que será muy útil de cara al logro del descubrimiento de la base japonesa, poniendo en práctica su agudeza y, sobre todo, su experto conocimiento del japonés.

Ni que decir tiene que el film de Milestone deviene en un buen número de momentos, instantes y descripciones brillantes. Pero al mismo tiempo contrapone esas virtudes, con esa relativa falta de densidad que caracterizó buena parte de sus títulos. Una vez más, se describe una magnífica utilización del travelling lateral como elemento expresivo especialmente en las secuencias de combate, y procura mantener la tensión –no siempre lo logra- en las escenas nocturnas y de transición. Sin embargo, y pese a la existencia de diálogos espléndidos, ese alcance discursivo tiene lugar en momentos clave como una de sus últimas secuencias, en la que ante la desesperación de Anderson al sentir la desaparición de sus soldados más allegados, otro de ellos se pondrá a rezar con intensidad. En el fondo, el alcance y los ribetes de esta interesante y olvidada película, demuestra por un lado que en Milestone –pese a la irregularidad de su trayectoria cinematográfica-, se encontraba un narrador competente, en ocasiones algo pesado –en mi opinión su destreza es inferior a la de un Edward Dmytryck, por poner el ejemplo de un realizador especialmente dotado en el género bélico-, pero al que no se puede negar una competencia expresiva, unos logros ocasionales y una coherencia temática, en muchas ocasiones expresada, aunque pocas veces reconocida. Sirva HALLS OF MONTEZUMA para ratificar que pese al paso de los años, en la mente del realizador estaban presentes algunos de los estilemas temáticos que desarrolló a la largo de su trayectoria.

Calificación: 2’5

ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT (1930, Lewis Milestone) Sin novedad en el frente

ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT (1930, Lewis Milestone) Sin novedad en el frente

El paso del tiempo ha permitido redescubrir numerosas producciones de las postrimerías del cine mudo e inicios del sonoro, haciendo valer un periodo en el que se forjó una auténtica y veloz “edad de oro” plagada de grandes títulos. Pero al mismo tiempo esa determinada “trampa” que supuso la rápida implantación del sonoro dentro de un arte eminentemente visual ha permitido que determinadas producciones laureadas en su día hayan soportado mal la inclemente prueba del paso del tiempo.

Bajo mi punto de vista, pese al prestigio generado desde el momento de su estreno –fue galardonada con el Oscar a la mejor película y mejor director en 1930- y aún reconociendo la abundancia de buenos momentos en su generoso metraje, ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT –en España SIN NOVEDAD EN EL FRENTE-, supone un claro ejemplo de película envejecida. De todos es conocido al carácter antibelicista de la propuesta de Milestone, basada en una célebre novela de Erich María Remarque adaptada a la pantalla por Maxwell Anderson y con la colaboración del comediógrafo George Abbott. Nadie va a dejar de reconocer que la trayectoria del realizador está trufada de títulos generalmente encuadrados en el cine bélico caracterizados por su notorio alcance antibelicista. Al mismo tiempo nos encontramos con una importante producción de la Universal en la que destacan poderosamente dos elementos posteriormente muy comunes en el cine fantástico de la citada productora –los decorados de la localidad alemana en la que se inicia el film posteriormente fueron utilizados para rodar el FRANKENSTEIN de James Whale y otras producciones del género-. Me estoy refiriendo a la casi fantasmal fotografía de Arthur Edeson –ayudado por Karl Freund- y, por supuesto, a la excelente dirección artística de Charles D. Hall y W. R. Schmidt, que tiene numerosos puntos de expresión plástica –quizá el más memorable lo suponga la secuencia en el cementerio durante el segundo bombardeo-.

Pese a ello sigo pensando que ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT peca fundamentalmente de ausencia de progresión dramática. Como si al unísono se quisiera dar de la mano una plástica visual que rememorara lo mejor del cine mudo pero al mismo tiempo se dependiera de diálogos y situaciones quizá un tanto obvios dentro del recién implantado sonoro, creo que hacía falta una personalidad cinematográfica más inspirada que la de Milestone como para trascender el interesante pero un tanto endeble material de base que nos ofrece el film para haber obtenido un resultado mas homogéneo.

SIN NOVEDAD EN EL FRENTE ofrece el proceso de implantación de falsos ideales a los jóvenes alemanes en la I Guerra Mundial para que se alisten como voluntarios en la cruel guerra que mantienen contra Francia e Inglaterra. A la misma se inscriben rápidamente jaleados por un histriónico profesor y comandados por un chico de especial sensibilidad y carisma –Paul Bäumer (estupendo Lew Ayres, uno de los elementos de la película que más ha perdurado)-. A partir de esta premisa de base se ofrecen el clásico proceso de adiestramiento y una serie de elementos evolutivos que van haciendo ver a los jóvenes inicialmente ilusionados en la trágica espiral de irracional aroma mortuorio a que conduce la guerra.

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Como quiera que dicha constantes se han ofrecido con posterioridad con mayor garra –aunque también en otras con mayor sentido del tópico- y sentido dramático, es por lo que visionar hoy día ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT resulta un tanto ingenuo. Esa antes aludida falta de progresión dramática permite que junto a secuencias excelentes se alternen demasiados altibajos narrativos, personajes estereotipados –el cartero que se convierte inmediatamente en férreo militar-, la presencia de un sentido del humor un tanto chusco y no pocas ingenuidades narrativas. Puede parecer que este juicio resulta muy severo pero al resultar una película tan prestigiosa es por lo que me detengo especialmente en constatar las debilidades detectadas, antes que resaltar los buenos momentos –que también los tiene- de este finalmente estimable pero muy irregular film.

Entre ellos creo que habría que destacar fundamentalmente la enorme vigencia que adquieren las secuencias de las dos grandes secuencias de ataques. El primero de ellos se ofrece en un lúgubre amanecer y queda definido por el uso del travelling lateral –tan habitual a Milestone-, destacando su enorme contundencia –impresionante el plano en el que tras el estallido de una bomba quedan en la alambrada las dos manos desmembradas de un cadáver-. El segundo de ellos finaliza con la ya mencionada secuencia de Paul en el cementerio, en la que su fuerza necrofílica resulta admirable. No podríamos dejar de omitir la opresiva secuencia en la que Paul queda atrapado en una trinchera junto a un contrincante al que ha apuñalado y que finalmente muere ante el horror del joven.

Tampoco sería justo dejar de señalar secuencias como la visita al hospital para ver al compañero herido, el dramatismo de su muerte, la hábil paradoja del uso de sus botas para otro soldado que se ha quedado prendado de ellas o el leve retorno de Paul a su ciudad en el que se encontrará prácticamente desplazado por una población que se atreve a opinar sobre el patriotismo y la necesidad de la guerra, y en cuya escuela es incluso tildado de cobarde por un jóvenes alumnos –en los que se llega a realizar una nada solapada premonición sobre los precoces aspirantes a la fascinación del nazismo-.

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En cualquier caso, las más de dos horas de metraje de ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT, con sus considerables irregularidades, quedan como un honrado intento de cine bélico antibelicista aunque definitivamente pobre cinematográficamente, por más que su prestigio siga incólume y no, por ejemplo, la no muy lejana aportación del gran Ernst Lubistch –REMORDIMIENTO (Broken Lullaby, 1932)-. Mucho más valiosa en sus resultado pero menos reconocida por público y crítica.

Calificación: 2’5

A WALK IN THE SUN (1945, Lewis Milestone) [Un paseo bajo el sol]

A WALK IN THE SUN (1945, Lewis Milestone) [Un paseo bajo el sol]

En el desarrollo de los años de transcurso de la II Guerra Mundial y hasta la involución de la tristemente célebre Caza de Brujas, Hollywood conoció un periodo caracterizado por su prisma progresista. En plena consonancia con un ambiente cultural caracterizado por las inquietudes sociales y la evolución intelectual, el cine norteamericano gozó de una serie de propuestas que plasmaron esa tendencia en una producciones definidas en su defensa por los valores morales, el antifascismo y la libertad.

Uno de estos ejemplos lo proporcionó Lewis Milestone, caracterizado por el acendrado antibelicismo de su producción desde los tiempos de su prestigiosa y galardonada SIN NOVEDAD EN EL FRENTE (All Quiet on the Western Front, 1930). En estos años cuarenta y coincidiendo con la contienda mundial, Milestone realizó una serie de producciones notoriamente antifascistas y centradas fundamentalmente en el género bélico. Hay varias de ellas que no he podido ver aún, pero he de decir que A WALK IN THE SUN (1945) –casi ninguna de ellas tuvo estreno comercial en la España franquista-, no me parece la mejor de ellas.

No hay que negar que la película es una apuesta personal de su artífice –también productor-, pero en el cine está claro que lo personal no siempre está condicionado por lo finalmente logrado. A WALK IN THE SUN –UN PASEO BAJO EL SOL en su traducción para pases televisivos y su pobrísima edición en DVD-, parte de un guión de Robert Rossen –un director de cine especialmente estimado por mi-, basado en la novela de Harry Brown. Narra la lucha de un comando norteamericano en la Italia de 1943 para lograr desactivar y alcanzar una granja que se encuentra ocupada por los nazis y volar el puente que se encuentra en su cercanía.

La película se inicia con la portada del libro que le sirve de base, sobre el que se suceden los rostros de los protagonistas sirviendo como títulos de crédito, mientras como fondo se escucha una voz en off y el canto de una balada que sirvió tras el desarrollo de la hazaña para que esta fuera recordada en el sentir popular. Ya desde el inicio, se retoma un recurso bretchtiano –una canción épica que sirve de soporte la acción-, que se utilizará en diversas ocasiones a lo largo del film. Inicialmente se nos describen a los principales personajes en una tensa secuencia nocturna que sirve como prólogo al desembarco de los soldados en una playa italiana y en la que destacan los silencios y situaciones en off –las víctimas que no vemos, con el rostro destrozado-. Ya en este primer fragmento se pueden describir los aciertos y limitaciones del film. Entre los primeros la excelente labor de los actores y su brillante dosificación de la acción, entre lo segundo su envejecido carácter discursivo y el excesiva predominio de diálogos y monólogos interiores, de lo que finalmente se resiente poderosamente el resultado final.

La película de Milestone y todo su equipo de producción, se distancia del conjunto de cine antifascista, pretendiendo erigirse en un acercamiento al horror de la guerra y sus derivaciones psicológicas. Ante ello se extienden diferentes personajes y perspectivas que en la mayor parte de sus ejemplos no superan el estereotipo. Desde el mando militar provisional que realmente está al borde de la quiebra emocional –todo un anticipo embrionario del militar catatónico de la magistral LA COLINA DE LOS DIABLOS DE ACERO (Men of War, 1959) de Anthony Mann- hasta el que realmente ejerce como líder moral. El abanico de tipos se complementa con una narración excesivamente fragmentada en la que se suceden secuencias cargadas de diálogos hoy día muy superados, con otros instantes bien realizados y planificados –el asalto al vehículo blindado nazi, en general todas las secuencias de acción-.

Es este segundo término la herencia del mejor cine de Hollywood, pese a que Milestone nunca tuviera la maestría de los auténticamente grandes del cine norteamericano. En su defecto, esa tendencia a poner en primer lugar el discurso sobre el absurdo de la guerra lastra buena parte de la propuesta, acentuando esta limitación con la inclusión de episodios como el encuentro con los dos italianos, cuyo desarrollo roza lo caricaturesco.

En cualquier caso y pese a que su conjunto no resulta en modo alguno memorable, no es menos cierto que el realizador se muestra una vez más acertado en la utilización del travelling lateral en secuencias de combates, con especial mención a la estupenda secuencia de combate final, que combina perfectamente los diversos flancos de la acción. Al mismo tiempo resulta interesante la afinidad que Milestone marca entre la muerte de los soldados y filmar sus manos en primer término, como queriendo mostrar un grito impotente de libertad, que incluso se extiende hacia ese nazi al que eliminan dentro del tanque blindado y del que solo veremos precisamente eso; su mano muerta portando un ostentoso anillo. El deseo de libertad incluso para los que buscaron la opresión.

Calificación: 2’5