ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT (1930, Lewis Milestone) Sin novedad en el frente
El paso del tiempo ha permitido redescubrir numerosas producciones de las postrimerías del cine mudo e inicios del sonoro, haciendo valer un periodo en el que se forjó una auténtica y veloz “edad de oro” plagada de grandes títulos. Pero al mismo tiempo esa determinada “trampa” que supuso la rápida implantación del sonoro dentro de un arte eminentemente visual ha permitido que determinadas producciones laureadas en su día hayan soportado mal la inclemente prueba del paso del tiempo.
Bajo mi punto de vista, pese al prestigio generado desde el momento de su estreno –fue galardonada con el Oscar a la mejor película y mejor director en 1930- y aún reconociendo la abundancia de buenos momentos en su generoso metraje, ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT –en España SIN NOVEDAD EN EL FRENTE-, supone un claro ejemplo de película envejecida. De todos es conocido al carácter antibelicista de la propuesta de Milestone, basada en una célebre novela de Erich María Remarque adaptada a la pantalla por Maxwell Anderson y con la colaboración del comediógrafo George Abbott. Nadie va a dejar de reconocer que la trayectoria del realizador está trufada de títulos generalmente encuadrados en el cine bélico caracterizados por su notorio alcance antibelicista. Al mismo tiempo nos encontramos con una importante producción de la Universal en la que destacan poderosamente dos elementos posteriormente muy comunes en el cine fantástico de la citada productora –los decorados de la localidad alemana en la que se inicia el film posteriormente fueron utilizados para rodar el FRANKENSTEIN de James Whale y otras producciones del género-. Me estoy refiriendo a la casi fantasmal fotografía de Arthur Edeson –ayudado por Karl Freund- y, por supuesto, a la excelente dirección artística de Charles D. Hall y W. R. Schmidt, que tiene numerosos puntos de expresión plástica –quizá el más memorable lo suponga la secuencia en el cementerio durante el segundo bombardeo-.
Pese a ello sigo pensando que ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT peca fundamentalmente de ausencia de progresión dramática. Como si al unísono se quisiera dar de la mano una plástica visual que rememorara lo mejor del cine mudo pero al mismo tiempo se dependiera de diálogos y situaciones quizá un tanto obvios dentro del recién implantado sonoro, creo que hacía falta una personalidad cinematográfica más inspirada que la de Milestone como para trascender el interesante pero un tanto endeble material de base que nos ofrece el film para haber obtenido un resultado mas homogéneo.
SIN NOVEDAD EN EL FRENTE ofrece el proceso de implantación de falsos ideales a los jóvenes alemanes en la I Guerra Mundial para que se alisten como voluntarios en la cruel guerra que mantienen contra Francia e Inglaterra. A la misma se inscriben rápidamente jaleados por un histriónico profesor y comandados por un chico de especial sensibilidad y carisma –Paul Bäumer (estupendo Lew Ayres, uno de los elementos de la película que más ha perdurado)-. A partir de esta premisa de base se ofrecen el clásico proceso de adiestramiento y una serie de elementos evolutivos que van haciendo ver a los jóvenes inicialmente ilusionados en la trágica espiral de irracional aroma mortuorio a que conduce la guerra.
Como quiera que dicha constantes se han ofrecido con posterioridad con mayor garra –aunque también en otras con mayor sentido del tópico- y sentido dramático, es por lo que visionar hoy día ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT resulta un tanto ingenuo. Esa antes aludida falta de progresión dramática permite que junto a secuencias excelentes se alternen demasiados altibajos narrativos, personajes estereotipados –el cartero que se convierte inmediatamente en férreo militar-, la presencia de un sentido del humor un tanto chusco y no pocas ingenuidades narrativas. Puede parecer que este juicio resulta muy severo pero al resultar una película tan prestigiosa es por lo que me detengo especialmente en constatar las debilidades detectadas, antes que resaltar los buenos momentos –que también los tiene- de este finalmente estimable pero muy irregular film.
Entre ellos creo que habría que destacar fundamentalmente la enorme vigencia que adquieren las secuencias de las dos grandes secuencias de ataques. El primero de ellos se ofrece en un lúgubre amanecer y queda definido por el uso del travelling lateral –tan habitual a Milestone-, destacando su enorme contundencia –impresionante el plano en el que tras el estallido de una bomba quedan en la alambrada las dos manos desmembradas de un cadáver-. El segundo de ellos finaliza con la ya mencionada secuencia de Paul en el cementerio, en la que su fuerza necrofílica resulta admirable. No podríamos dejar de omitir la opresiva secuencia en la que Paul queda atrapado en una trinchera junto a un contrincante al que ha apuñalado y que finalmente muere ante el horror del joven.
Tampoco sería justo dejar de señalar secuencias como la visita al hospital para ver al compañero herido, el dramatismo de su muerte, la hábil paradoja del uso de sus botas para otro soldado que se ha quedado prendado de ellas o el leve retorno de Paul a su ciudad en el que se encontrará prácticamente desplazado por una población que se atreve a opinar sobre el patriotismo y la necesidad de la guerra, y en cuya escuela es incluso tildado de cobarde por un jóvenes alumnos –en los que se llega a realizar una nada solapada premonición sobre los precoces aspirantes a la fascinación del nazismo-.
En cualquier caso, las más de dos horas de metraje de ALL QUIET ON THE WESTERN FRONT, con sus considerables irregularidades, quedan como un honrado intento de cine bélico antibelicista aunque definitivamente pobre cinematográficamente, por más que su prestigio siga incólume y no, por ejemplo, la no muy lejana aportación del gran Ernst Lubistch –REMORDIMIENTO (Broken Lullaby, 1932)-. Mucho más valiosa en sus resultado pero menos reconocida por público y crítica.
Calificación: 2’5
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eva maria corbella perez -