ONE DAY (2011, Lone Scherfig) One Day (Siempre el mismo día)
Alejado por completo como siempre he estado del famoso movimiento Dogma –del que por fortuna poco a nada queda en la memoria de los aficionados -¿Alguien pensaba en su momento de su mayor efervescencia, que realmente iba a aportar algo al cine del futuro?, lo cierto es que por pura lógica me he mantenido al margen del seguimiento de buena parte de las obras que formaron parte de aquella presunta revolución, de la que formaron parte cineastas que –justo es reconocerlo-, con posterioridad han ido abandonando aquellos postulados, forjando unas filmografías si se quiere más “convencionales”·, pero junto a ello más dignas de ser resaltadas. Una de las cineastas que se encontraron en aquellas circunstancias fue la danesa Lone Scherfig, de la que reconozco que tuve el primer acercamiento con la fresca, entrañable y finalmente dolorosa AN EDUCATION (2009), en la que demostraba adentrarse en los meandros de la comedia románticas desde unos parámetros tan singulares como revestidos de sensibilidad. Cálidamente acogida en el momento de su estreno, lo cierto es que en sus mejores momentos se podía entender la génesis de su posterior film ONE DAY (One Day. Siempre el mismo día, 2011) que quizá haya gozado de una acogida bastante menos halagüeña que el anterior título citado, pero que personalmente creo que consolida y supera el caudal de virtudes que fueron percibidas en su anterior obra. De la misma, prolonga esa sensación de evanescencia y melancolía. Esa sensación de fugacidad de la felicidad, que en el título que comentamos se extiende claramente a una cierta negación del amor, que especialmente en su tramo final adquiere una dolorosa sensación de ocasión perdida.
ONE DAY se inicia precisamente un instante antes de producirse un trágico acontecimiento que marcará el devenir del relato. El mismo retrocederá hasta los últimos años de la década de los ochenta, narrándonos la relación que de manera progresiva se irá estableciendo entre dos seres que, debido a los vaivenes de la vida, se mantendrán unidos desde un especial encuentro un 15 de julio. Ellos serán Emma, una estudiante tímida e introvertida en su aparente fealdad, y Dexter (Jim Sturgess), un joven hedonista de buena familia, tan agradable en su comportamiento exterior, como seguro en su capacidad para triunfar, dado sobre todo el cómodo entorno familiar que le rodea. Los dos vivirán una extraña noche de amor que, sin pretenderlos, marcará el futuro devenir de sus vidas, aunque ambos pretendan simularlo en la continuidad de una sincera amistad. Para ella, no supondrá más que esconder en lo más íntimo de su alma el sentimiento que ha anidado desde el primer momento, de amar a un ser en el fondo infantil en su comportamiento, mientras que en Dexter negar su compromiso con ella le permitirá proseguir con esas incesantes conquistas amorosas propias de su personalidad y su atractivo físico. Poco a poco, con la precisión que se establece en una estructura a modo de pinceladas, provista de una musicalidad que, por momentos, no retrotrae renovado a los parámetros de la comedia romántica de los sesenta, el espectador irá contemplando la progresiva madurez física de nuestros dos protagonistas. Emma tendrá que convivir con un camarero fracasado monologuista de humor, mientras que Dex forjará su condición de efímera estrella de la televisión dentro de un programa de escasa entidad, casándose por interés con una joven que finalmente le será infiel, aunque le deje una hija. Uno de los méritos de la película, se centran en la capacidad de su directora en plasmar dicho proceso con una considerable carga de delicadeza, sabiendo al mismo tiempo plasmar la evolución social y temporal que se desarrolla en el contexto de esas casi dos décadas en la que se extiende esa historia de amor en el fondo fraguada en estos dos seres que, bien sea por timidez u orgullo en el caso de ella, o por incapacidad de asumirla frente a frente en el caso de él, no se llegará a producir hasta un momento determinado, y cuando el devenir de ambos se encuentra casi, casi, en una encrucijada de infelicidad.
Delicada y melancólica en su devenir narrativo, original en la manera en la que expone esos saltos temporales que marcan el vivir de sus protagonistas en esa fecha señalada, dotada de un elegante sentido del ritmo y de la pulsión romántica, ONE DAY funciona cuando vemos el devenir de los encuentros de sus dos protagonistas, en los que la extraordinaria química establecida entre Anne Hathaway y, en especial, un extraordinario Jim Sturgess, permiten que el espectador empatice casi desde el primer momento con sus acciones, sus omisiones, sus momentos de felicidad y, también, aquellos otros en los que la frustración de ambos se expresa de forma paralela, al comprobar como los sueños de dos jóvenes poco a poco se van frustrando –en diversa medida- al ir adentrándose en el terreno de la edad adulta. Adaptado de un libro de David Nicholls –autor también del guión de la película-, lo cierto es nos encontramos ante un relato dotado de una casi mágica capacidad para discurrir por los meandros de la negación del amor, oponiéndose con una aplastante alternancia instantes en los que el aura de la felicidad se transmite ante la pantalla, con otros en los que el sordo sentimiento de frustración resulta igualmente patente. Melancólica en todo caso, su metraje acoge asimismo personajes secundarios dotados de una considerable entidad, pese a su escasa entidad en pantalla. Será el caso de la paciente madre de Dexter, una mujer comprensiva y al mismo tiempo crítica ante el carácter de su hijo, a la que poco a poco contemplaremos vencida por una enfermedad que le llevará a la muerte –algo que la elegancia de la elipsis nos impedirá contemplar-, dejando a su esposo en total soledad, quizá como presagio de la que años después vivirá su propio hijo.
Y es esa otra de las virtudes que dotan por momentos de un alcance conmovedor a la película de Lone Scherfig; la de asumir lo efímero de la existencia. Una existencia esta en la debe resultar tan importante saber enfrentarse a vivir los dictados del sentimiento más íntimo. Es por ello que nos conmueve ese abrazo definitivo –el instante más conmovedor del film- de esos dos seres que en el fondo se han querido desde el primer momento, frente al río Sena en París, iniciando una relación estable que han estado demorando durante tantos años. Una relación que culminará de manera trágica, pero que nuestra directora sabrá plasmar con la misma naturalidad que expresa esa sensación de que la vida no es más que un caudal de sentimientos prestos a ser vividos y disfrutados en cada instante. Es por ello, que cuando ya nada pueda ser como antes, y cuando Dexter compruebe ante su padre que realmente está viviendo la misma situación que este sufrió bastantes años atrás, no le quedará más opción que refugiarse en el recuerdo de aquello que realmente encendió la mecha de su vida, volviendo a recorrer con su hija algunos de los lugares que en el pasado centraron su encuentro con la felicidad a través de ese amor que durante tantos años se fueron negando, pero que en el fondo siempre se mantuvo latente en su alma.
Delicada y elegante, fresca, divertida y dolorosa al mismo tiempo, admirablemente recreada por dos intérpretes en estado de gracia, pese a su relativa pobre acogida, ONE DAY me parece una de las comedias románticas más hermosas legadas al cine en los últimos años.
Calificación: 3’5