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CINEMA DE PERRA GORDA

AN EDUCATION (2009, Lone Scherfig) An Education

AN EDUCATION (2009, Lone Scherfig) An Education

AN EDUCATION (2009, Lone Scherfig) ha supuesto una de las sorpresas cinematográficas del año 2009, erigiéndose en receptora de múltiples galardones y nominaciones. Pero por encima de este reconocimiento, lo importante de su propia existencia, reside en la acertada combinación de diversos elementos que confluyen en las líneas subterráneas que sostienen su entramado dramático. Desde la descripción que ofrece de ese Londres de principios de los sesenta, la capacidad que esgrime para trasladar a la pantalla el casi obligado crecimiento que plasma de su personaje protagonista –Jenny (Carey Mulligan, toda una revelación)-, o la autenticidad que ofrecen la expresión de los sentimientos que se establecen entre ella y el treintañero David (Peter Sarsgaard), son elementos que se entrelazan con pasmosa facilidad, de la mano de la realizadora danesa Lone Scherfig –de la que reconozco no haber visto hasta la fecha ningún título suyo-, con la especial anuencia de la prestación como guionista de Nick Hornby, utilizando en esta ocasión como base un relato de Lynn Barber. Existe la suficiente referencia en las pantallas del que podríamos denominar “mundo Hornby”. Con ellos se expresan ficciones narradas en un Londres que bien puede ser real como anclado en un contexto fabulesco, expresadas siempre en voz baja, con aire cotidiano, e insertando en su discurrir la importancia de los sentimientos por encima de cualquier otra coyuntura.

Se trata de un ámbito en el que se describe esta narración de la forzada madurez de la joven protagonista. Esta atractiva y fantasiosa Jenny, de dieciséis años de edad, que desarrolla sus estudios en el Londres de 1961, dispuesta a lograr con ellos el espaldarazo definitivo para poder ingresar en Oxford, y albergando en la exteriorización de su personalidad los constantes ecos de la cultura francesa, expresado no solo por la tendencia de la protagonista en introducir en sus conversaciones palabras y expresiones en dicho idioma, ya que en sus inquietudes se centra una admiración sin límites hacia los exponentes más vigente en aquellos años de la intelectualidad gala. En medio de ese contexto, el encuentro con David supondrá para ella un asidero en el que proyectará sus ansias de crecimiento, representado al mismo tiempo en un ser adorable, transformándose a su lado en un viaje hacia una forzada madurez que, como no podía ser de otra manera, culminará con aterrizaje forzoso, aunque de esa azarosa experiencia logre extraer un poso de experiencia vital. A partir de esas premisas, AN EDUCATION se expresará por medio de un lenguaje visual amable, provisto de encanto y sarcasmo, aunque por debajo de sus costuras se adivine la sombría faz de la manipulación de los sentimientos, y cierto canto en torno a la inocencia perdida. Será ese juego, el derrochado por el inmaduro al tiempo que encantador David –ayudado por la espléndida labor de Sarsgaard, que sabe en todo momento manifestar en la sutileza de su trabajo la ambigüedad de su personaje-, el que introducirá a la ilusionista Jenny en un mundo en el que ella se mantendrá por completo deslumbrada. Un contexto en momentos casi de fábula –que destaca convenientemente la expresión visual de la realizadora-, aunque poco a poco vaya percibiendo –los extraños negocios que contempla por parte de este junto a su amigo Danny (Dominic Cooper)- una vertiente oscura y poco grata, que admitirá en la medida de formar parte de la personalidad de la persona a la que ama.

La película alberga un magnífico diseño de producción, describiendo una mirada a medio camino entre lo glamuroso y lo realista de aquella Inglaterra de 1961. A partir de ese contexto, que duda cabe que lo más valioso de su propuesta reside en la sutileza que alberga en todo su metraje a la hora de narrar con voz callada ese palpitar de los sentimientos. Lo hará con una historia que, por momentos, puede parecer mil veces vista, pero que pronto adquiere personalidad propia. Hay en sus imágenes una querencia por la sinceridad, por el tú a tú, por hacer creíble un planteamiento difícil de asumir, pero que en esta ocasión adquiere un vigor y una vitalidad poco frecuente en el cine de nuestros días. No cabe duda que todos los elementos de producción se centran en acentuar la credibilidad de un argumento que logra desplegarse en sus aspectos amables y fantasiosos –esos instantes en los que la pareja protagonista viaja a París, estableciéndose una secuencia caracterizada por su feeling casi musical-, para de forma paulatina introducir en su seno un componente sombrío y desesperanzado –el desengaño que vive Jenny, el personaje de la profesora que tiene una especial sintonía con ella-, para en sus últimos compases erigirse en una llamada a favor de la superación y de la búsqueda de objetivos en el sendero de la existencia.

Pero lo mejor de su conjunto, residirá en la manera con la que se expresa ese recorrido y esa experiencia, a través de un lenguaje evanescente y ligero, portador de esa esencia indefinible que permite un tipo de cine, que con facilidad podríamos expresar como directo heredero de las formas utilizadas en décadas precedentes por realizadores como Richard Quine y Blake Edwards. Con esos mismos perfiles, aunque actualizados en los tiempos actuales –con lo que de mayor libertad temática podemos manifestar-, Lone Scherfig logra un producto encantador y amargo al mismo tiempo, que combina la felicidad y la desazón casi en el mismo plano, que resulta evocador y cuestionador de un pasado más o menos cercano y que, por encima de todo, alberga en su esencia la incorporación de materiales de primera fila, utilizados si no con maestría, si con un notable asomo de inspiración. Ya es bastante.

Calificación: 3

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