DAS WANDERNDE BILD (1920, Fritz Lang) [La imagen errante]
Resulta un poco complicado realizar una apreciación más o menos certera en torno a DAS WANDERNDE BILD (1920, Fritz Lang) –recuperada en DVD con el título LA IMAGEN ERRANTE-. Lo es en la medida de que las imágenes que han llegado hasta nuestros días, aportan aproximadamente dos tercios de un original que durante décadas estuvo considerado como perdido, hasta que a principios de la década de los ochenta se encontró la copia que ahora podemos contemplar –en nitrato y con los tintados originales- en la Filmoteca de Brasil. Siete años después -una vez restaurada-, la misma fue presentada a los aficionados, permitiendo con ello dar a conocer uno de los primeros exponentes de la filmografía de uno de los gigantes del séptimo arte. La película posee a nivel puramente historiográfico el hecho de suponer la primera colaboración de Lang con la que dos años después se convertiría en su esposa, Thea Von Harbou, firmando ambos su guión. Más allá de estas circunstancias, que en modo alguno nos deben condicional la valoración de su resultado, lo cierto es que DAS WANDERNDE… desprende interés por sí misma, y un rasgo que nos debe llevar a esa apreciación del metraje que ahora podemos contemplar, es la evidencia de que no se eche excesivamente de menos el que no conocemos. Para algunos ello podría indicar que el ausente era material inservible. Por el contrario, el buen aficionado sabe que en ejemplos como este –o, en otro sentido, como el que proporcionaba la copia restaurada de GREED (Avaricia, 1924. Erich Von Strohëim), muestran con claridad la valía de cada una de las secuencias, que en sí mismas mantenían una densidad y coherencia suficiente para soportar amputaciones o pérdidas. Algo así sucede con este primitivo film de Lang, que soluciona la ausencia de metraje en su restauración, por medio de unos rótulos explicativos que nunca resultan excesivos.
A partir de esas premisas, hay que destacar en primer lugar que nos encontramos en la película con un formato bastante diferente al que con posterioridad caracterizaría el cine del gran maestro alemán. En esta ocasión, ni asistimos a una propuesta más o menos legendaria, ni lindante con la ciencia-ficción, ni con el serial. En su lugar, Lang propone un drama psicológico, que más bien podría estar firmado por Dreyer, en el que seremos partícipes –por medio de una narración desarrollada en seis actos- del viaje de la protagonista –Irmgard Vanderheit (Mia May)-, huyendo de un pasado que le ha visto ligada a su desaparecido esposo, aunque ello le ha llevado a un extraño acercamiento al hermano de este –un aspecto del guión que no queda demasiado explicitado, y que probablemente se encuentre entre el metraje desaparecido-. Esta extraña situación le llevará a huir y aislarse del mundo, integrándose en un contexto más cercano a la naturaleza, al tiempo que dejando de lado la posibilidad de heredar el testamento que estaba dispuesto a su nombre. No por ello dejará de estar perseguida e incluso pretendida, aunque la sorpresa llegará para ella con el reencuentro de su antiguo esposo, que asumía una vida como ermitaño, y que de ningún modo deseaba volver a una existencia que no le satisfacía. Será una negación de la que en última instancia tendrá que desdecirse, al contemplar un hecho que para él tendrá algo de sobrenatural, aunque en sí mismo no suponga más que una simple casualidad.
DAS WANDERNDE… destaca por la capacidad de Lang a la hora de profundizar psicológicamente en sus personajes, faceta esta que tendrá una especial incidencia en su personaje femenino protagonista. Un ser que parece prefigurar esa amplia galería posterior de su cine caracterizada por la aceptación de un destino, si no adverso, si a contracorriente de la búsqueda de felicidad consustancial en el ser humano. A través del seguimiento de su huída, el realizador alemán mostrará su temprana destreza en la planificación de las secuencias en donde esta viaja en tren, destacando de manera muy especial en la plasmación de esos momentos desarrollados en pleno campo, donde parece evocarse no un sentimiento de felicidad –que no lo hay-, pero sí una búsqueda plástica y estética que pocos años después, constituiría uno de los elementos más valiosos de su cine del periodo alemán, tal como demostraría su admirable díptico DIE NIBELUNGEN / KRIEMHILD’S REVENGE (Los nibelungos / La venganza de Krimilda, 1924). No hay, por tanto, en el film que nos ocupa sentido del suspense, ni siquiera una ligazón con el serial ni malvados personajes, algo habitual en su filmografía inmediatamente posterior. Por el contrario, el cineasta se detiene en el drama interior de su protagonista, que es constantemente tentada por abandonar su decisión de aislamiento y atender incluso las peticiones de boda que recibe, hasta que de forma inesperada surga el reencuentro con su esposo, viviendo ambos un valioso episodio encerrados en una cabaña que se encuentra anegada de piedras –una acción realizada por el hermano del desaparecido-, introduciendo con ello un grado de tensión resuelto con pericia e interés.
Pero más allá de ello, e incluso reconociendo la relativa limitación del interés que presenta una película provista de suficientes atractivos, aunque por completo menor dentro de la gigantesca obra de su artífice, hay un elemento que bajo mi punto de vista adquiere una especial importancia en la función, entroncando su presencia con esa inclinación por el fantastique que, muy pronto –y hay está la inminente DER MÜDE TOD (Las tres luces, 1921) para ratificarlo-, sería una de las vertientes temáticas más frecuentadas por su realizador. Me refiero a la presencia, en plena cima de una montaña nevada, de una enigmática imagen pétrea de una Virgen, que se erigirá de forma inesperada como motivo central en el pensamiento de sus protagonistas. Lang la filmará en diferentes ocasiones, logrando extraer de la vieja escultura un alcance casi telúrico, siendo la misma el motivo central para que el desaparecido y ermitaño esposo se niegue a retornar a la cómoda vida burguesa –ha realizado una promesa que señala que cuando esa imagen cobre vida, volvería a su vida pasada-. No será el único detalle más o menos sobrenatural de la función, que tendrá otros instantes ligados a dicha vertiente. Poco antes de que Irmagard y su reencontrado esposo se reúnan en una cabaña, se superpondrá la imagen metafórica del brazo de un esqueleto tocando una fantasmagórica campana, que señala la leyenda siempre ha anunciado hechos trágicos, y que pronto mostrará su pertinencia al ser sepultados ambos dentro de dicha cabaña, en un alud de piedra provocado por el interesado familiar de ambos.
Narrada con humildad, adquiriendo cierta sensación de primitiva exploración de una personalidad que muy poco después se consolidaría de manera rotunda, DAS WANDERNDE BILD supone un aún incierto borrador en la obra langiana, quizá más inclinado al terreno del drama psicológico, frecuentado por otros cineastas coetáneos. Lo que no cabe duda, incluso asumiendo la ausencia de una parte nada desdeñable de su metraje, es que lo que de ella nos queda el suficiente interés, amén de servir como eslabón de imprescindible visionado, para acercarnos por completo a una de las trayectorias más admirables que proporcionó el siglo XX cinematográfico.
Calificación: 2’5
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