MINISTRY OF FEAR (1944, Fritz Lang) El ministerio del miedo
Aunque en su debuten el cine americano, Fritz Lang ya formulara con FURY (Furia, 1936), una contundente mirada en torno a los peligros que la sociedad de su país de adopción, podría encontrar, al asumir en su vida diaria tendencias totalitarias, no es de extrañar que una vez consolidada la barbarie del III Reich en Europa, y antes incluso de la intervención norteamericana, fuera uno de los cineastas que se implicaran con mayor contundencia, a la hora de denunciar los siniestros perfiles del nazismo. Ello le permitió, probablemente sin que en su momento se apercibiera de ello, en emerger como el más contundente analista del mismo, superando en extensión, los aportes de realizadores como Raoul Walsh, Lewis Millestone, Edward Dmytryk, y tantos otros. De entre el altísimo octanaje de las cuatro películas antinazis de Lang, puede decirse que la más aventurera y romántica fuera MAN HUNT (El hombre atrapado, 1941). HANGMEN ALSO DIE! (1943), quizá se incline por su vertiente dialéctica y política, y CLOAK AND DAGGER (1946), aparezca como la más abstracta y visionaria. Entre ellas, MINISTRY OF FEAR (El ministerio del miedo, 1944), no dudaría en definirla como al más sombría, hasta el punto que el aura pesadillesca que envuelve su primera mitad, le hace asumir no pocos elementos fantastique, acercándose en algunas ocasiones, al universo expresado muy poco tiempo antes, por las producciones de Val Lewton en la RKO, acercándose esta película a exponentes tan célebres como CAT PEOPLE (La mujer pantera, 1942. Jacques Tourneur) o la menos conocida, pero igualmente admirable THE SEVENTH VICTIM (1943, Mark Robson). Habría que adentrarse hasta la posterior HOUSE BY THE RIVER (1950), para encontrar en su obra, otro título escorado con la atmósfera y el lenguaje del cine fantástico.
Esa manera de plasmar un entorno inquietante y amenazante, la podremos percibir ya desde el mismo inicio de la película, descrita en los propios títulos de crédito, con las agujas de un reloj. Al terminar los mismos, entre la oscuridad de un recinto, la cámara describirá una grúa de retroceso, presentándonos al protagonista del relato, recreando en la pantalla el original literario de Graham Greene. Este es Stephen Neale (un ideal Ray Milland), hombre elegante y de refinadas maneras, que ha permanecido durante dos años, en lo que muy pronto descubriremos se trata de un sanatorio psiquiátrico, al que fue condenado por un supuesto homicidio involuntario de su esposa, que él realmente no cometió. Neal ha estado esperando el momento del abandono del recinto, viendo sentado como el reloj llegaba a la hora marcada, y abandonando de noche el mismo, para dirigirse en tren hasta Londres. Será el inicio de una auténtica pesadilla para nuestro protagonista, que se iniciará al asistir de manera inocente a una fiesta campestre nocturna, en donde de inmediato se encontrará con una aparente amabilidad, aunque desde el primer momento esté revestida de extrañeza, y en la que la presencia de esa extravagante y torpe adivina, proporcionará esa aura de querencia con lo sobrenatural. Pero aquel encuentro, que culminará con el logro de ¡un pastel! -inusual macguffin- para nuestro protagonista, no será más que el inicio de una serie casi interminable de peripecias, que llegará a poner en tela de juicio la propia estabilidad de un ser, condicionado por esos dos años de estancia en una institución mental.
Desde el momento en que la obra de Greene salió a la calle, Lang quedó prendando de ella, intentando comprar sus derechos, que finalmente adquirió la Paramount. El destino quiso que dicho estudio -uno de los más destacables en su producción, de aquel momento-, confiara a Lang la realización de dicha adaptación. Sin embargo, el maestro vienés encontró un elemento que casi le hizo desistir de tal empeño; la presencia de un guion ya elaborado, obra de Seton I. Miller ¿Significa ello que su resultado carezca de interés? En absoluto. MINISTRY OF FEAR es un pavoroso descenso existencial, encarnado en la figura de su protagonista, que vivirá desde sus andanzas iniciales, el acoso en tren de un ciego que no es ciego, asistir a una extrañísima sesión de espiritismo, poblada por seres no menos inquietantes, y en donde se describirá un asesinato, del que se siente culpable sin serlo. Todo un conjunto de abigarradas y casi aterradoras vivencias, en las que solo encontrará un asidero, al encontrarse con la joven Carla Hilfe (Marjorie Reynolds), hermana del extraño Willi Hilfe (Carl Esmond) -la presencia de este actor, caracterizado siempre en roles de nazi, ya induce a pensar en la ambivalencia de su personalidad-. En la nocturnidad de un Londres asolado por los bombardeos de la II Guerra Mundial, Stephen relatará a Carla los rasgos que condicionaron su pasado inmediato, y su falsa acusación de asesinato. Será un cambio de tonalidad en la película. Un descanso de extenso y desasosegador peaje previo, que servirá a para asentar la relación entre la pareja protagonista, insertando a continuación la película, en una feliz recuperación de los modos del serial. Será el contexto en el que se irá racionalizando, las hasta entonces infundadas sospechas de Neale, al intuir que una red de nazis se ha afianzado en Londres en plena contienda, camuflada en una inocente asociación cívica.
La anuencia en el apoyo de la muchacha, es cierto que proporcionará al protagonista una mayor seguridad en sí mismo, pero en modo alguno modificará la sensación de amenaza, esta vez ya más siniestra, que se cierne en torno a él. Así pues, MINISTRY OF FEAR se describirá a partir de entonces, por una serie de episodios y vivencias, que nos retrotraen a ese ya señalado universo del serial, donde el peligro aparece casi como el principal personaje de la función. Dentro de dicho contexto, la película ofrecerá una sucesión de antológicas secuencias, que pueden situarse por derecho propio entre lo más memorable legado por Lang en su etapa americana. Lo ofrecerá su climax final, en la azotea de un edificio, tras huir la pareja de sus perseguidores, en medio de la abstracción de las composiciones visuales que plasman la escalera de ascenso. En plena noche -nos encontramos, ante una película dominada por lo nocturno-, la pareja acosada se encuentra asumida a su aniquilación en plena terraza, mientras los perseguidores se refugian en el zaguán de dicha escalera, estratégicamente oscurecidos. Cuando Stephen y Carla ven inevitable su muerte, de repente se hará la luz en el recinto, mientras sus perseguidores caen abatidos por los componentes de Scotland Yard. Ese contraste en sombra y luz, lo brindará otro momento antológico; la huida del hermano de Carla tras ser descubierto en su doble juego. La habitación en la que ella y Stephen se encuentran, ha quedado oscurecida, al haber destruido Willi de un disparo la bombilla que la iluminaba. La puerta de cierra y un haz de luz se vislumbrará tras ella, una vez la hermana dispara en la misma, eliminando a su propio hermano. Puro Lang. Antes, habremos disfrutado de un admirable episodio de tensión, en el lugar campestre donde los alemanes bombardearon la cabaña, donde se había cobijado aquel falso ciego que huyó con el pastel que portaba Stephen. Un episodio, en el que el rodaje en estudio, le proporciona un aura más fantasmagórica, combinando esa afanosa búsqueda del macguffin del relato, el escepticismo del detective de Scotland Yard que ha seguido sus andanzas, y la angustia del propio protagonista.
Sin embargo, hay en MINISTRY OF FEAR un pasaje absolutamente genial, en mi opinión la cumbre de la película, dominado por la abstracción, y que muestra bien a las claras los límites a que podía llegar, un maestro del lenguaje cinematográfico como Fritz Lang. Stephen ha sido resguardado en una librería, cuyo anciano dueño conoce Carla -a la entrada de la misma, un detalle inquietante; la presencia de una publicación de inspiración nazi en lugar bien visible-. Ambos serán conminados a llevar una pesada maleta de libros, que ha sido encargada minutos antes al anciano librero, una vez más, en plena noche. Llegarán a un edificio de apartamentos, donde ya observarán algo extraño; el nombre indicado no coincide con el del apartamento. Un botones les abre la puerta, y una sensación de peligro insondable se apodera de los protagonistas y de la propia imagen. Stephen sale al pasillo, y lo ve completamente desierto, casi fantasmal. Sospecha algo terrible, mientras Carla abre la maleta… casi no hay tiempo de echarse a un rincón. Una bomba estalla, la imagen funde con Neale en la cama de un hospital, siendo custodiado por ese extraño hombre que le persigue, y que resulta ser inspector de Scotland Yard. Sencillamente magistral.
Calificación: 4