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CINEMA DE PERRA GORDA

Sofia Coppola

SOMEWHERE (2010, Sofia Coppola) Somewhere

SOMEWHERE (2010, Sofia Coppola) Somewhere

Que el cine ha plasmado en múltiples ocasiones la soledad que conlleva el éxito, es algo que cualquier aficionado puede constatar. Ligando dicho enunciado a cualquier faceta –bien sea esta el cine, la música, la literatura, etc.-, era lógico que la pantalla reflejara desde hace mucho tiempo las flaquezas que se esconden tras las riquezas y la ostentación que puede brindar un triunfo artístico. Se trata de un elemento que conforme el cine moderno fue implantando nuevas estructuras, permitió la puesta en marcha de títulos caracterizados por una cierta ruptura en la tonalidad narrativa, o un apego a la abstracción. Es decir, parecía como si la crónica de la otra cara del éxito fuera un acicate de especial interés a la hora de la implicación y experimentación formal, tomando quizá como base los modos propuestos por cineastas como Bergman, Fellini o Antonioni. Serían no pocos los títulos a señalar dentro de dicha vertiente, pero me viene a la mente uno que destaco, por dos razones; considerarlo una de las cimas de la misma, y por resultar un título aún casi desconocido y en su momento recibido con indiferencia por el público –no así la crítica-. Me refiero al admirable CHARLIE BUBBLES (1968), la admirable “ópera prima” y única realización del gran actor Albert Finney.

Y la referencia de aquella aún necesitada de revisitación obra maestra del cine británico, me ha venido a la mente, al contemplar SOMEWHERE (2010), la hasta el momento última película de la realizadora Sofia Coppola, que pese a recibir en su momento el León de Oro del Festival de Venecia, no alcanzó el reconocimiento de otros títulos de la misma, aunque en realidad –guste más o menos-, su metraje no deja de proponer una prolongación en la línea de experimentación formal y estilo barajada por la hija del autor de THE GODFATHER (El padrino, 1972. Francis Ford Coppola). Entiendo por ello que aquellos que nunca hayan gustado de su cine, sigan manteniendo su criterio al contemplar esta nueva obra. Lo que es menos comprensible es rasgarse las vestiduras ante un producto que quizá se erija como el más arriesgado de cuantos ha acometido hasta el momento, y ese aumento en el riesgo es el que, finalmente, haya provocado un cierto rasgo de desapego. Su argumento –que parte del guión de la propia Sofia Coppola, quien declaró reconocerse un poco en el personaje de la hija del protagonista, en base a los recuerdos que mantiene de su padre-, se centra en la postración del vacío existencial de la estrella de cine Johnny Marco (un magnífico Stephen Dorff, en el papel que le hará perdurar en el cine tras una filmografía bastante poco atractiva). Ya desde el primer momento, la directora revela sus cartas narrativas, mostrando un plano fijo de casi tres minutos de duración en el que contemplamos el discurrir de un coche de cierta cilindrada, dando vueltas por un pequeño circuito. Será la manera de presentarnos a un joven famoso, atractivo, que en apariencia lo tiene todo, pero del que poco a poco vemos que nada de lo que le rodea le satisface ni sirve para dar sentido a su existencia. Ni esas animadoras que no cesan de realizarle numeritos provocativos en su habitación, ni las diferentes facetas del mundo del cine que iremos contemplando con un extraño grado de parsimonia. Evidentemente, en SOMEWHERE no hay –de forma deliberada- una apuesta por la plasmación de un melodrama al uso. Por el contrario, asistimos a una sucesión de pequeños episodios, caracterizados por la ausencia de altibajos dramáticos, dominados en su mayor parte por una apuesta por largos planos fijos u otros funcionales de seguimiento a sus protagonistas, una casi ausencia de música, y un pequeño mcGuffin que no tendrá más importancia en el cómputo final del film –los mensajes en tono amenazador que en ocasiones recibirá Marco a través de su teléfono móvil-.

Sin embargo, en las pausadas imágenes del film el espectador se queda con la mirada escéptica de un ser aprisionado por el vacío de la nada pese a la apariencia de poseer todas los reconocimientos del mundo. Sofia Coppola sabe captar con bastante –aunque no absoluto- acierto esa espiral de alienación de la que no sabe desprenderse Johnny Marco, con imágenes tan imborrables como las del largo y casi insoportable plano sobre el rostro del protagonista cubierto con masa y vendas para realizarle una máscara, y al mismo tiempo otras divertidas, como la presencia de ese masajista de inusuales métodos, la manera con la que la estrella es recibida en un hortera festival televisivo italiano, la ironía existente entre Marco y la coprotagonista de su última película intercambiándose ironías en la sesión de fotos, o las vaguedades pronunciadas por este en la subsiguiente rueda de prensa.

Articulado además a través de unos tonos fotográficos en los que se opta por la inserción de unas fugas de luz, SOMEWHERE ofrece su contrapunto a partir de la presencia en la película de la hija de Marco, la pequeña Cleo (estupenda Elle Fanning), fruto de un anterior matrimonio, que a pesar de sus doce años de edad destaca por atesorar una personalidad adulta. Sin recaer en ningún momento en el sentimentalismo, la realizadora permite que el creciente protagonismo de la muchacha en el film, introduzca en el mismo un relativo grado de calidez, transmitiendo al espectador el hecho de encontrar nuestro protagonista en ella un asidero emocional sincero. Sin embargo, ni siquiera su presencia servirá para que intente romper con ese aislamiento que define una existencia en la que disponer de todo, en realidad para Johnny Marco no le ofrece más que un vacío del que no puede o no desea escapar, como si permaneciera en una tela de araña de imposible salida. Cierto es que en la película no todas sus propuestas funcionan de la misma manera, y en algunos instantes el espectro de la vaciedad asoma en algunos instante. Pero con sinceridad considero que su conjunto es valiente, mucho más acertado en su resultado que otra propuesta de líneas más o menos similares –la previa LAST DAYS (2005)- de Gus Van Sant, culminando de forma abierta, tras esa bella y al mismo tiempo inquietante panorámica nocturna de un Los Angeles tomada con cámara en mano desde el Chateau Marmot –lugar donde hasta entonces se ha hospedado Johnny-, y esa huída final a un lugar sin destino, con la sonrisa cómplice de un hombre agobiado por una fama que quizá a partir de ese momento, o bien quede orillada, o en su lugar transforme con una visión más lúcida y vital.

Calificación: 3

LOST IN TRANSLATION (2003, Sofía Coppola) Lost in Translation

LOST IN TRANSLATION (2003, Sofía Coppola) Lost in Translation Recuerdo la primera película realizada por Sofía Coppola –LAS VÍRGENES SUICIDAS (The Virgen Suicides, 1999)-, una aparentemente profunda pero finalmente astuta y discreta variación de film teen, que en su momento gozó de bastante atención por parte de la crítica. Ya en aquella ocasión si algo caracterizaba la labor de la hija del entrañable Francis era ofrecer una mirada siempre mesurada, por más que los acontecimientos narrados fueran finalmente terribles.

En su segundo film ciertamente se consolida la mayor cualidad de esta prometedora directora. Realmente LOST IN TRANSLATION (2003) es un título en el que predomina la mirada y en el que los acontecimientos narrados ciertamente son mínimos, por más que para sus dos protagonistas adquieran una considerable importancia y de alguna manera les permitan transformarse y contemplar con nuevos impulsos sus vidas.

De forma muy sucinta, la película nos relata el viaje a Tokio de Bob Harris (un sensacional Bill Murray que con la matización y sutileza de su trabajo se erige en el principal bastión de la misma y que, a nivel personal, merecía el Oscar de interpretación mucho más que el “sufrido” Sean Penn de MYSTIC RIVER... es cuestión de gustos). Se trata de un veterano actor de cine que –como tantos otros- acude a Japón para protagonizar un spot televisivo bien remunerado. Allí se encuentra con la joven Charlotte (sensible y hermosa Scarlett Johansson), la esposa de un patoso e inestable fotógrafo, encarnado por Giovanni Ribisi con su habitual solvencia.

En medio de la soledad que proporciona una gran urbe (de antemano uno de los elementos que mejor maneja Sofía Coppola en su film), Bob de forma sutil es testigo mudo y observador de una sociedad alienada, ordenada, en la que se encuentran todas las comodidades, pero parece carente de vida. Él se mantiene dentro de una crisis de identidad al llegar a una edad madura y partiendo de una aparente cómoda posición –es casado y con dos hijos-, pero parece ausente de un mundo que le es ajeno por completo. Con una clara influencia del cine de Jacques Tatí –en ocasiones los interiores de LOST IN TRANSLATON parecen epígonos orientales de PLAY TIME (1967)-, y pese al extraño tono de sus secuencias, resultan especialmente divertidos momentos como el manejo de Bob en esa bicicleta estática o la ducha no se acopla a su altura, que sin embargo son observados por una cámara siempre escéptica.

Tras realizar el spot –en una secuencia realmente hilarante-, se produce el encuentro con Charlotte con nuestro protagonista en la barra nocturna del restaurante del hotel en que ambos se hospedan. El encuentro entre una joven que quiere adentrarse en la madurez y un hombre maduro que desea adaptarse a este nuevo estado, es el que produce ese “breve encuentro” ligero e intenso a la vez, en el que ambos en ocasiones con simples miradas o detalles sutiles, logran establecer comunicación. Llega a ser una necesidad entre dos personas que quieren ser comprendidas.

Ciertamente esta segunda obra de Sofía Coppola destaca por su sentido de la observación. No hay que encontrar en ella espectaculares movimientos de cámara. Por el contrario la realizadora prefiere cuidar los encuadres –en muchos casos caracterizados por su simetría-, montar de forma mesurada la sucesión de los planos –en una magnífica labor de Sarah Flack- y buscar una fría belleza de interiores –tal y como previamente decidiera por ejemplo Andrew Niccol en su sensacional GATTACA (1998)-, mientras que en los exteriores se deja llevar por un apabullante al tiempo que fascinante sentido visual en la que ese amasijo de edificaciones ultramodernas iluminadas adquieren sobre todo en sus nocturnos un aire casi espectral. Tanto en un sentido como en otro, la fotografía de Lance Acord es sencillamente magnífica.

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Hay quien en su momento atacó LOST IN TRANSLATION por su pretendido racismo al caracterizar y definir los habitantes que rodean la leve andadura de los dos protagonistas. Discrepo abiertamente de la misma. Creo que la directora retrata un contexto vital profundamente caracterizado por la alienación pero jamás incidiendo en que ello sea únicamente propio de ese Tokio elegido. Para ello nada mejor que ver la forma en que se define tanto al marido de Charlotte; a la joven star con la que coinciden en el hotel –y que elige como pseudónimo el nombre masculino del escritor Evelyn Waugh-; o la propia esposa del actor protagonista, quien en sus conversaciones telefónicas en off ofrece una imagen terriblemente convencional. Al mismo tiempo, en la breve visita de Charlotte a un templo japonés se logra transmitir visualmente un profundo respeto a una cultura milenaria y aún vigente.

Si algo cabe reprochar a un film interesante y hasta hermoso en ocasiones como este, es la frialdad con la que finalmente se entreteje este encuentro entre dos personas casi necesitadas una de otra. Se me podrá objetar que es una decisión expresa del guión de la propia realizadora (por el que recibió un Oscar), pero uno echa de menos esa emotividad deliberadamente ausente durante el resto del metraje, y que quizá hubiera logrado sublimar con su presencia la conclusión de este -reitero-, entrañable film.

Calificación: 3