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CINEMA DE PERRA GORDA

Stephen Daldry

THE READER (2008, Stephen Daldry) El lector

THE READER (2008, Stephen Daldry) El lector

Me gustó el debut cinematográfico del británico Stephen Daldry -BILLY ELLIOT (2000)-. Aprecié menos –aunque creo que fui contracorriente- su siguiente film, THE HOURS (Las horas, 2002), que a mi modo de ver preludiaba su conversión como un ilustre representante de la qualité británica –dicho sea con todos los respetos-, haciendo una curiosa equivalencia con el referente que en Estados Unidos podía proporcionar otro realizador británico –Sam Mendes-. Por fortuna, este prejuicio se me ha venido debajo de forma venturosa, al asistir casi conmovido a la tercera película de Daltry THE READER (El lector, 2008), en la que este ha logrado plasmar uno de los mejores títulos emergidos en el cine de habla inglesa de su temporada. Más allá de su –lícita- inserción dentro de ese ámbito de producción, destinado al logro de galardones y reconocimientos, personalmente estimo que lo que en último término perdura de ella –y es algo que estoy convencido en el futuro tendrá más importancia- es que se trata de una espléndida película. Es por ello que me sorprende y en cierto modo me entristece que la misma haya sido recibida con una fría calidez –si se me permite la expresión- entre la crítica, que en líneas generales ha contemplado su resultado con benevolencia, pero en escasas ocasiones con calor, aunque en todas y cada una de las reseñas, se haya hecho la excepción a la asombrosa labor de Kate Winslet –algo indiscutible-, lo que no deja de suponer en cierto modo una parte de injusticia a una labor interpretativa que, desde el primero hasta el último de sus intérpretes, resulta admirable –y en ello debería ocupar un lugar importante la entrega demostrada por el joven David Cross, quien no desentona en absoluto ante los veteranos actores que le rodean; Ralph Fiennes, encarnando al mismo personaje en la edad adulta, Bruzo Ganz, Lena Olin-.

 

Respetemos cualquier impresión u opinión, aunque lo cierto es que THE READER me ha superado cualquier perspectiva que pudiera tener ante la misma con anterioridad. No se trata de destacar uno u otro elemento. Se trata de admitir sin embagues que desde su primer fotograma, el film de Daldry ha captado mi atención, llevándome por los recovecos de una historia en la que emerge la conciencia, la importancia del amor, la fuerza de la distancia y el resentimiento del recuerdo. Todo ello y mucho más, estoy seguro se encontrará presente en la novela de Berhardt Schlink de la que partió el guión cinematográfico elaborado por David Hare –colaborador con Daldry en su anterior película, la ya citada THE HOURS-. Pero lo cierto y verdad es que ese cúmulo de sugerencias, son expresadas en la pantalla con un pudor, una cadencia, una sensualidad, un lacerante dolor y, en última instancia, una sensación de reconocimiento ante un pasado que no se puede modificar pero del cual, incluso de su vertiente más aterradora, cabe encontrar elementos positivos y un cierto atisbo de redención. Sin duda, se trata de una propuesta dramática revestida de riesgos, incluso en unos tiempos como los actuales, en los que la superficial carencia de prejuicios parecen campo abonado para que en realidad se orille u oculte el tratamiento de temas incómodos o planteamientos del mismo modo poco arriesgados. Eso es algo que acomete con abierta hondura esta película, cuya densidad y el acierto de su estructura dramática –que bien pudiera aparecer compleja, pero que se revela de asombrosa pertinencia y sencillez en su trazado fílmico, erigiéndose en uno de los exponentes más válidos de esa tendencia tan extendida en el cine de los últimos años, centrada en saltear marcos temporales de forma arbitraria-, va acompañado de esa franqueza y naturalidad que muestra el tratamiento de la relación entre ese joven menor de edad –Michael Berg (David Cross)- que en el Berlín de mediados de la década de los cincuenta, mantendrá su primera e irrepetible relación amorosa con una revisora de tranvía –Hanna Schmidt (Kate Winslet)-. Todo se iniciará a partir del inesperado encuentro, en el que Hanna ayudará al muchacho cuando este se encuentra debilitado en plena calle –sufrirá una escarlatina-, acudiendo este tras su recuperación al modesto domicilio de Hanna para agradecerle su ayuda. Ya en ese momento, la pasión se apoderará de ambos. Michael crecerá en autoestima, mientras que para la curtida joven, más que el placer sexual que pueda proporcionarle el adolescente, en ella prenderá un elemento insospechado para su vida diaria; la transmisión oral que este le recitará de clásicos literarios de toda índole. Será esta una relación sostenida por elementos contrapuestos, que se prolongará durante algunos meses, pero que pronto llegará a un deterioro, cuando tras algunas discusiones con el muchacho, nuestra protagonista sea ascendida a un puesto de oficina, abandonando la austera vivienda que hasta entonces ocupaba, y en la que se producían los encuentros entre ambos. Pese a la desolación de Michael, y aunque su recuerdo nunca le abandone, proseguirá en sus estudios universitarios, asistiendo a un seminario –poco nutrido en interesados- comandando por el profesor Rol (Bruno Ganz). Será un punto de inflexión que, como si fuera una cerbatana disparada por el destino, le acercará una década después a Hanna, cuando al asistir a una vista contra unas colaboracionistas nazis, su lejana amada sea una de las acusadas, llegando a asumir ella el mayor grado de culpa sobre unos terribles asesinatos cometidos. Una culpa de la que la ya madura encausada no intentará liberarse –revelar cierta limitación le hubiera permitido acceder a una condena mucho más benévola-, introduciéndose en el siempre humillante ámbito de la cárcel, mientras por su parte a Martin la contemplación de la situación le provocará un sentimiento contradictorio que le acompañará de por vida.

 

No voy a extenderme más en la descripción argumental de THE READER. En este caso, con ser importante lo que cuenta, con ser muy sugerentes las vertientes que aborda, con resultar magnífico el entrelazado que se ofrece de todas ellas, me quedo antes en el film de Daldry con la exquisitez con la que se describe este recorrido paralelo. Con la sinceridad y ausencia de moralismo que es descrita la relación amorosa entre una mujer ya curtida en la vida con un joven menor de edad, con la elegancia que en todo momento describe la imagen, la facilidad –y lógica-  que nos permite desplazamos a un tiempo anterior o posterior, sin que el espectador quede en ningún momento importunado. En definitiva, la película aporta una cadencia casi musical, en la que en muchas ocasiones los silencios y las miradas lo dicen todo, en el que incluso la visión embellecedora –o no demasiado realista- del Berlín de los años cincuenta- no molesta en absoluto, y en cierto modo tiene una justificación al suponer el marco idílico en el que los dos protagonistas vivieron los mejores momentos de sus vidas –algo que contrasta con la frialdad con la que se muestran las secuencias desarrolladas en tiempos tan recientes-. No sabría que destacar o resaltar en un conjunto tan armonioso, perfilado con tnata delicadeza y al mismo tiempo tan libre en su discurrir, como esta película que –como le pudo ocurrir al James Ivory de HOWARDS END (Regreso a Howards End, 1992) o THE REMAINS OF THE DAY (Lo que queda del día, 1993) o al Richard Attemborough de SHADOWLANDS (Tierras de penumbra, 1993)- logra emerger del ámbito de esa cuidada qualité, para alcanzar un grado  de dolorosa vida propia.

 

En algunos momentos –y no se si alguien habrá percibido esta ligera similitud-, THE READER me recordó la emotividad de THE SHAWSHANK REDEMPTION (Cadena perpetua, 1994. Frank Darabont), en otros me sorprendió por la facilidad con la que su realizador –ayudado por una soberbia labor de montaje-, logra expresar un entramado tan complejo de situaciones, sentimientos, remordimientos y amores finalmente reprimidos, aunque sustituidos por ese sustituto tan insólito como hermoso que supone, en definitiva, la posibilidad del conocimiento. Se trata de una parcela a la que cabe unir  más sugerencias –entre las cuales no es precisamente la menor esa mirada sobre la relatividad de la protagonista y, en un grado más amplio, toda una sociedad, en una acción reprobable-. Pero lo importante en este caso, bajo mi punto de vista, reside en la sensibilidad con la que se exponen sentimientos, decepciones, causas y efectos. Y esa combinación de sensaciones está articulada con mano maestra por un Stephen Daldry en plena forma y, lo que es más importante, sin cargar las tintas en un sendero de sensiblería –lo que no evita que algunas de sus imágenes resulten conmovedoras-. Así pues, aunando un equipo técnico –memorable la fotografía de Chris Menges y Roger Deakins, ajustadísima la banda sonora de Mico Muhli- y artístico de primera línea, la película discurre con cadencia musical, casi lógica en una planificación que se manifiesta de manera serena y plácida, por más que algunas de las cosas que se nos cuenta resulten tan terribles como difíciles de asimilar. Sin embargo, si hay un momento que para mí perdurará en la memoria de THE READER, esta se centra en el pudor, la emoción contenida y el sentimiento puesto a cubierto por ambas partes, que expresa el último encuentro de Martín y Hanna, tantos años después –admirable el maquillaje de la Winslet-. Esas miradas que hablan por sí solas, el acercamiento por parte de esta de esa mano que él rechaza con amabilidad, quedará bajo mi punto de vista como uno de los instantes más hermosos del cine de los últimos años, en este excelente melodrama, que habla de muchas cosas, y tiene la enorme virtud de abordarlas con tanta sensibilidad como comprensión, erigiéndose en mi opinión como una de las mejores propuetas del 2008 cinematográfico.

 

Calificación: 4

THE HOURS (2002, Stephen Daldry) Las horas

THE HOURS (2002, Stephen Daldry) Las horas

¿En cuantas ocasiones hemos escuchado aquello de... “esta es una película de qualité”? Aquello venía a señalar –generalmente con no poca condescendencia-, films escorados hacia el melodrama, ambientados en épocas precedentes, rodeados de una cuidada ambientación y reconstrucción histórica, un impecable equipo técnico y un solvente cast de intérpretes –en el que también había especialistas en la materia-. Por norma –que no se que fundamento tendría-, un film de qualité habría de ser aburrido y poco arriesgado y, en definitiva, merecedor de cierto desdén.

Esa disyuntiva entre las películas englobadas bajo esa denominación y las en teoría “atrevidas y arriesgadas”, ha llegado hasta nuestros días. Y lo cierto es que la creo carente de bastante fundamento. Como en cualquier otra vertiente cinematográfica, hay películas de qualité espléndidas y otras absolutamente olvidables, mientras que algunas están ambientadas en épocas pretéritas y otras son contemporáneas del momento de su realización. Como ejemplo de grandes films de qualité citaré dos creo que ya clásicas y muy cercanas, como son la magnífica LAS NORMAS DE LA CASA DE LA SIDRA (The Cider House Rules, 1999. Lasse Hallström) –ambientada en el pasado- o la aún superior MAGNOLIA (1999, Paul Thomas Anderson) –desarrollada en nuestros días-. De igual modo citaré un ejemplo de film de qualité no plenamente logrado pese a tener todos los elementos a su favor, como era CAMINO A LA PERDICIÓN (Road to Perdition, 2002. Sam Mendes). Si queremos profundizar en esta cuestión vendrían nombres actuales como Anthony Minghella, James Ivory o David Lean....

LAS HORAS (The Hours, 2002) entra de lleno en la misma tesitura. Parte de unos hechos reales e inicialmente adquiere una ambientación de época. Por lo demás goza de los mismos rasgos antes mencionados como reglas de la perfecta qualité cinematográfica: impecable ambientación, espléndido reparto, etc. En el mismo no se puede dejar de señalar la presencia de las dos actrices que en la actualidad se adscriben en su mayor medida a esta vertiente cinematográfica: Meryl Streep y Julianne Moore, permitiendo ingresar en tan exclusivo club a la hermosa Nicole Kidman.

El inicio de THE HOURS muestra el intento de suicidio Virginia Wolf (Nicole Kidman en una cuidadísima caracterización) ya en plenos los títulos de crédito y mientras narra en off fragmentos de su novela “Mrs. Hallaway”. De esos años veinte de pronto nos trasladamos a la década de los años con el matrimonio formado por Laura (Julianne Moore) y Dan Brown (John C. Reilly), mientras que instantes después nos remitiremos al año 2001 en New York con los personajes de la editora Clarissa Vaughan (Meryl Streep) y su amante Sally Lester (la siempre excelente Allison Janney). Sin lugar a dudas estos primeros instantes sorprenden al espectador dejándole a la expectativa de donde puede discurrir su artificio argumental. Pronto comprobaremos que el eje de las tres historias paralelas sus diferentes entornos temporales tienen su eje en las experiencias personales que se desprenden del libro de Virginia Wolf anteriormente mencionado.

Las frustraciónes, deseos, sentimientos íntimos y todo tipo de conquistas efectivas y sociales siguen vigentes en estas tres mujeres a lo largo de su tapiz narrativo, que es plasmado con habilidad por el guión de David Hare según la novela de Michel Cunningham, plasmada con una puesta en escena transparente de Stephen Daldry –el director de BILLY ELLIOT (2000)-, bastante deudora de un montaje ágil, fluido y hasta seductor en ocasiones –responsable: Peter Boyle-, aunque por otra parte exista la misma dependencia –en este caso negativa- con una banda sonora a mi juicio excesivamente evidente, obra de Philiph Glass

A partir de estos elementos de interés más o menos previsibles y contando con un tono de innegable dignidad, creo sinceramente que THE HOURS no se plantea más que como una aguda operación de prestigio encaminada al logro de diversos Oscars. La clásica película aclamada por la crítica en el momento de su estreno, “atrevida” en algunos de sus planteamientos –el lesbianismo-, muy pendiente de la labor de sus principales estrellas, pero que en realidad a los pocos años caen en el olvido del producto comercial bien ejecutado pero finalmente vacuo.

Curiosamente lo que menos me interesa de la película de Daldry es precisamente todo lo referente a su historia inicial. Aquella que sirve como eje para las dos sucesivas –que muy pronto veremos en una argucia de guión se encuentran relacionadas por uno de sus personajes-. El tormento interior de Virginia Wolf me deja frío y sus contradicciones entre la locura que aduce su entorno y la plena liberación que ella desea, realmente hasta se me antoja un poco ridículo con la metáfora de ese pájaro que da lugar a una “bonita” estampa bucólica.

Por su parte la parte ambientada en la década de los 50 –curiosamente con un look bastante similar al de la excelente LEJOS DEL CIELO (Far from Heaven, 2002. Todd Hayness) –otro ejemplo perfecto de logradísima qualité cinematográfica, también protagonizada por Julianne Moore-, nos muestra un matrimonio acomodado, una esposa insatisfecha, una amiga que se enfrenta ante una situación terrible y el intento de la esposa de suicidarse casi siempre con la mirada activa de su pequeño hijo.

Al mismo tiempo, la situación más contemporánea muestra como Clarissa (Streep) es una editora que tiene como mejor amigo a un galardonado escritor enfermo de sida -Richard Brown (Ed Harris)- al que va a ofrecer una fiesta con motivo de un galardón que le ha sido concedido, revelándose una terrible evolución de los hechos.

Con sinceridad, THE HOURS me deja como si contemplara una imitación de cualquier obra de arte creada con elementos de segunda fila. Pese a la habilidad en la intercalación de las situaciones que se reiteran en las mujeres de las tres épocas, en muy pocos instantes tenemos el sentido de lo auténtico y que sus personajes nos revelen una especial sinceridad. Y en ese sentido sí me gustaría destacar dos secuencias que –afortunadamente- se sitúan en las antípodas de estas personal reproche y que dan la medida de lo que pudo haber llegado este film de haber mantenido dicho camino. Me estoy refiriendo por supuesto a la esplendida secuencia en la que Kitty (brillantísima Tony Collette) confiesa a su amiga Laura –estamos en episodio centrado en los años 50- el hecho de tener un tumor y va más allá ante la insatisfacción de su matrimonio, que culmina en un apasionado beso entre ambas. Unos minutos perfectamente planificados, con las suficiente temperatura emocional y el perfecto trabajo de interpretación que logran transmitir al espectador sus emociones, dudas y frustraciones –la imposible maternidad de Kitty--

Del mismo modo, en mi opinión la otra gran secuencia se produce con la llegada del personaje interpretado maravillosamente por Jeff Daniels. Se trata de Louis Waters, un antiguo amante de Richard que en su conversación con Clarissa logra no solo revelar el ahogo que le produjo su relación con el ahora enfermo escritor, sino que logra abrir los ojos y entumecer a la apasionada editora.


Lamentablemente no todo está a la misma altura. Sorprende que un actor tan extraordinario como Ed Harris componga su personaje –indudablemente con mesura- con tanto acartonamiento y sorprende también que haya que recurrir también a Nicole Kidman para interpretar a Virginia Wolf. No dudo que su trabajo es impecable pero por norma soy contrario a este tipo de trabajos tan destinados a prestigiar la imagen de intérpretes que parecen no sentirse seguros si encarnan personajes de su edad –ahí tienen el ejemplo reciente de Charlize Theron-. Sinceramente, del grupo de las 3 protagonistas creo que Julianne Moore reitera en buena medida sus tics más conocidos, mientras que en su oposición la Streep logra ofrecer una estampa de madurez realmente convincente.

No quiero hacer ver con este comentario que LAS HORAS sea un título desdeñable, pero si estoy totalmente convencido que al paso de unos pocos años nadie se acordará de ella. Mientras en su momento la película de qualité que se produzca en aquella situación concreta será la que reciba de nuevo la catarata de elogiosos comentarios y premios en abundancia... también en esto del cine, la historia se repite.

Calificación: 2’5