DARK SHADOWS (2012, Tim Burton) Sombras tenebrosas
Partiré de entrada con una confesión que espero tengan a bien perdonarme; hace ya varios años que dejé el seguimiento del cine de Tim Burton. Su indiscutible dominio visual –cada vez menos acompañado de su necesaria articulación dramática-, es el elemento que poco a poco a poco me ha ido distanciando de un cine que, para más inri, por lo general siempre ha venido a colación como remake o revisitación de una temática ya tratada previamente en la pantalla ¿Tanto le constaría crear guiones de invención propia? Dicho esto, y sin olvidar algunas de las películas que quedarán como sus mejores aportaciones filmográficas –EDWARD SCIOSSORHANDS (Eduardo Manostijeras, 1990), ED WOOD (1994), SLEEPY HOLLOW (1999)…-, lo cierto es que me asomé con cierta curiosidad al visionado de DARK SHADOWS (Sombras tenebrosas, 2012) por dos razones. La primera, la cierta simpatía que albergaba de la versión cinematográfica que llegó a España de la serie creada por Dan Curtis –que ahora parece todo el mundo adorar, cuando su condición como cineasta esiempre fue más bien limitada y, ante todo, demasiado seventies-; HOUSE OF THE DARK SHADOWS (Sombras en la oscuridad, 1970). Y de otra parte, el hecho aportado por Burton de combinar dicha historia atrayendo la misma hasta inicios de los setenta, con lo que dicha combinación de horror gótico y traslación a época reciente podía proponer, al tiempo que insertar en su trazado una mezcla de puro cine de terror, con componentes de comedia que, he de reconocerlo, nunca he considerado el fuerte del cineasta. Sin embargo, y pese a la fría acogida que la película ha tenido entre público y crítica –incluso entre los más fervorosos seguidores del realizador-, mi curiosidad no menguó a la hora de contemplar DARK SHADOWS. Y he de decir que, tras ello, y reconociendo que su trazado dramático alberga no pocas irregularidades, encuentro la propuesta bastante apreciable, casi dándose de la mano lo mejor y lo peor del realizador por momentos aunque, eso sí, la sitúe bastante por encima de otros títulos suyos mejor valorados, como BiTELCHUS (1988) o MARS ATTACKS! (1996) –ambas ahogadas por su estúpido tono de parodia-.
DARK SHADOWS se inicia remontándose a la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XVIII. La voz en off de Barnabas Collins (notable Johnny Deep), articulado por la pictórica y novelística puesta en escena de Burton, quien ayudado por su impecable montaje, la banda sonora de Danny Elfman y, sobre todo, el siniestro cromatismo de la fotografía de Bruno Delbonnel, traslada al espectador en muy pocos minutos a la circunstancia que se erigirá en el calvario y la maldición de su protagonista; su rechazo del amor de Angelique (Eva Green), quien despechada hará morir a su verdadera amada y lo convertirá en un vampiro, tras lo cual pondrá en su contra a la población de Collinwood –fundada por su familia-, donde lo enterrarán en un ataúd de hierro rodeado de cadenas, donde permaneciendo allí casi dos siglos. La elipsis nos trasladará a 1972, donde los descendientes de Collins viven casi en la ruina en su elegante mansión, erigiéndose como una familia estrafalaria y casi marginal en una población donde no son bien vistos, encabezado por la aún sensual Elizabeth (magnífica Michelle Pfeifer, lo mejor de la película). La circunstancia de unas obras nocturnas, serán el detonante para que unos obreros se topen casualmente con el ataúd de Barnabas quien, ávido de sangre, degollará a todos ellos, retornando a la que fuera su mansión, sin dejar de advertir en el trayecto una serie de señales del progreso que no acierta a comprender –la presencia del asfalto, el discurrir de un coche-.
Ello no supondrá más que el inicio de una película que se basará en el retorno del vampiro largamente encerrado en dicho ataúd, a un mundo en el que aparece como un anacronismo pero en el que, paradójicamente, se integrará con más celeridad de la previsible puesto que la familia a la que retorna, en realidad se compone de seres a cual más estrafalario y anormal –algo bastante particular y, en buena medida, de lo más cuestionable del universo del realizador-. Sin embargo, dos elementos gozarán de una especial importancia en esa nueva vida de Collins –cuyo vampirismo lo hace ser eterno a pesar suyo-. Por un lado la presencia de la malvada Angelique, que renacida ha logrado elevar un universo empresarial en la localidad, a costa de llevar a la ruina el de dicha familia, y otra la especial atracción que este sentirá por la joven asistenta de la mansión –Victoria Winters (Bella Heathcote)-, puesto que se trata de una muchacha con especial percepción de lo sobrenatural –será algo que atestiguará en unas manifestaciones que mantendrá en la primera cena con los Collins, antes de que reaparezca el vampiro, o en la visión del fantasma de la enamorada de este que se suicidó doscientos años atrás-, aspecto que le llevará a una recíproca atracción por el extraño y blanquecino vampiro.
A partir de dichas premisas, DARK SHADOWS se erige en su conjunto en un producto más apreciable de lo que se le ha querido conceder, aunque justo es reconocer que en su metraje se echa de menos un sentido del equilibrio que, sin duda, hubiera permitido mejorar su resultado. Y es que la película funciona mucho mejor cuando se aventura en su ímpetu romántico o gótico, que cuando se inclina por la vertiente humorística, por más que algunos de sus anacronismos resulten divertidos. En el primero de los apartados podemos destacar el encuentro entre Barnabas y Elizabeth en el interior de la mansión donde este le muestra a su descendiente -que porta oculto un cuchillo para liquidarlo-, el pasadizo donde se encuentra una fortuna oculta durante dos siglos, o incluso la combinación de episodios en donde lo terrorífico y el elemento de comedia se da de las manos con armonía. Es el caso de la secuencia nocturna de Barnabas con una comuna hippy, donde además de la divertida alusión a la novela Love Story, esta acabará con la muerte de todos ellos por parte del vampiro –resuelta además elegantemente por el realizador-. Incluso personajes inicialmente estrafalarios y chirriantes como el de la Dra. Hoffman (Helena Bonham Carter), adquirirán tras su encuentro con Collins una entidad como tales. La divertida inclusión de algunos anacronismos –como esos pasadizos que esconden elementos modernos de la familia protagonista, el espectacular colorido y el montaje que nos revelará la repentina pujanza de la hasta entonces arruinada familia, ayudado por una adecuada selección musical propia de la época, serán elementos que complementarán ese irregular pero atractivo conjunto en el que, sin embargo, considero que el personaje negativo de Angelique no adquiere la necesaria empatía como tal villana en el espectador, protagonizando con Depp una de las secuencias más ridículas del conjunto –la del acto sexual entre ambos, planificada con auténtico desenfreno; previamente, este había vivido una felación, pero la misma si adquiere un aspecto divertido del que carece este segundo y más prolongado fragmento-. Unamos a ello la excesiva carga pirotécnica asumida en el tramo final del film, que contrasta a mi modo de ver de forma negativa con la relativa contención que ha mostrado hasta entonces su conjunto. Un conjunto en el que no faltarán contrapicados de la mansión protagonista –al estilo de los mostrados en los films de Corman o THE HAUNTING (1963, Robert Wise), o planos nocturnos de olas estrellándose contra el acantilado, elementos ambos típicos en los referentes de terror gótico antes mencionados, de los cuales esta DARK SHADOWS aparece como un producto tan bastardo como, por el contrario, en sus mejores momentos revestido de atractivo.
Calificación: 2’5