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CINEMA DE PERRA GORDA

CHARLIE AND THE CHOCOLATE FACTORY (2005, Tim Burton) Charlie y la fábrica de chocolate

CHARLIE AND THE CHOCOLATE FACTORY  (2005, Tim Burton) Charlie y la fábrica de chocolate

Nadie puede negar a Tim Burton el haber ocupado ya en base a su trayectoria, un lugar importante en la galería de realizadores especializados en el cine fantástico contemporáneo. De hecho, en los últimos tiempos, y pese a haber generado una obra menos extensa –aunque mucho más coherente y homogénea- tan solo M. Night Shyamalan le supera en la primacía del género. Pero pese a este reconocimiento al mismo tiempo, y aún valorando las cualidades que acompañan este rasgo, lo cierto es que en los últimos tiempos observo en las películas firmadas por Burton –por otro lado caracterizadas por su dignidad-, una notable irregularidad cinematográfica. Parece como si el cine que definen sus largometrajes más recientes, estuviera definido en notorios desequilibrios. Es algo que se podía observar en la interesante BIG FISH (2003) –en la que sus irregularidades se soslayaban por la presencia de una parte final emotiva y de gran fuerza-, y de nuevo se hace patente –incluso con más intensidad-, en CHARLIE AND THE CHOCOLATE FACTORY (Charlie y la fábrica de chocolate, 2005), nueva versión de la conocida novela infantil de Roah Dahl, que ya tuvo su primera adaptación en la pantalla con WILLY WONKA & THE CHOCOLATE FACTORY (Un mundo de fantasía, 1971), único título de gloria del anodino Mel Stuart, y uno de los films dirigidos al público infantil que se han convertido de auténtico objeto de culto –recuerdo personalmente la sorpresa que me causó ver la película en un pase televisivo allá por 1981-. De antemano parto de la circunstancia de no haber revisado esta primera versión del mundo de Willy Wonka desde aquella ocasión, pero reconozco que desde esa desventaja me quedo con la película se Stuart, de igual modo que prefiero la labor de Gene Wilder que la del un tanto afectado Johnny Depp en este caso. Lo que resulta evidente es que el mundo que describe esta narración era un terreno abonado para un director de la personalidad de Burton, caracterizado por su fabulación visual. Por ello hay que resaltar que tal responsabilidad –tal y como sucedió también con el precedente BIG FISH- es un encargo ofrecido por productores que –a la manera de antaño-, sabían ofrecer el proyecto a una persona afín a los rasgos del mismo. En cualquier caso ¿puede ser esta la circunstancia que, pese a unos resultados estimables, justifique esa cierta sensación de desequilibrio narrativo existente en ambos títulos? Es difícil inclinarse al respecto, pero lo cierto es que en las películas más logradas de Burton –ED WOOD (1994), EDWARD SCISSORHANDS (Eduardo Manostijeras, 1990)- no se observan estas ausencias de ritmo tan tangibles en sus dos títulos más recientes.

En el caso concreto de CHARLIE... en sus primeros minutos –todo el fragmento inicial en el que se describe el proceso de aparición de los cinco niños invitados a la fábrica de Willy Wonka y la descripción previa del entorno familiar del joven Charlie (Freddie Highmore), tiene bastante atractivo y al mismo tiempo sirve como base para la aplicación de ese universo visual tan característico del realizador. En ese contexto, desarrolla el microuniverso casi “dickensiano” que rodea el humilde hogar del pequeño, y que contrasta radicalmente con los otros cuatro niños elegidos por la suerte. Sobre ellos –especialmente en la odiosa niña campeona de masticar chicle, proyecta una mirada paródica y kitsch –definida por colores chillones y pelos rubios oxigenados, muy similar a la que la célebre vendedora de Avon de la ya citada EDUARD SCISSORHANDS. Un entorno este lleno de contrastes en el que el humilde hogar familiar de Charlie destaca por su propio anacronismo, y ubicarse en un entorno en el que la misma presencia de la singular edificación se muestra como una auténtica rareza.

La película incluso presenta un momento magnífico –revelador al parecer de la atmósfera siniestra que se producen en las historias de Dahl-, en el que los cinco niños y sus respectivos acompañantes asisten a la extraña ceremonia de bienvenida de Wonka, por medio de una chirriante demostración de muñecos articulados... que de repente comienzan a arder, revelando el horror que se esconde en sus figuras derretidas. Esa misma atmósfera malsana tendrá una nueva demostración en la breve anécdota previa que cuenta el abuelo a Charlie, en la que recuerda el encargo hecho a Wonka de edificar en la India un palacio hecho completamente de chocolate... y el horrísono fin que el mismo tuvo. Son ambas inmejorables cartas de presentación para una película que proseguirá en sus hallazgos escenográficos a lo largo del metraje, pero que pierde fuelle cuando la acción se interna en la fantástica fábrica del célebre y enigmático chocolatero. Nadie puede negar el esfuerzo visual esgrimido en el diseño de unos espectaculares decorados, y en que algunas de las secuencias de este largo fragmento resultan incluso sorprendente. Pero lo cierto es que el mismo me pareció excesivamente largo y resulta bastante previsible en las respectivas situaciones que protagonizan los cuatro abominables niños que acompañan al humilde protagonista. Me da la impresión en este terreno, que Burton es antes un ambientador y recreador de secuencias brillantes en su formulación visual, pero quizá peque de una ausencia de sentido narrativo. Es quizá por eso que se adueñe de la función la irregularidad, que la labor de Depp no haga nada atractivo el personaje, que haya un abuso de la digitalización –una plaga del cine de los últimos años que me irrita y distancia sobremanera-, o que la música del sobrevalorado Danny Elfman parezca en bastantes momentos reiterativa y chirriante. Es verdad que estas secuencias se inserta el apunte de las causas de su personalidad y haberse dedicado a esta inusual profesión –lo que permitirá que disfrutemos con la presencia del veterano Christopher Lee encarnando al padre de Wonka-, pero lo reiterativo de las incidencias a los insufribles niños, la existencia de secuencias tan poco interesantes como la que describe el descubrimiento selvático de los enanos que acompañan al fabricante en su labor, los ridículos números musicales que rodean las desventuras de cada pequeño –con la excepción del de ambientación seventies que envuelve a la niña que es atacada por la ardillas-, o el- a mi juicio, sonrojante homenaje a 2001, hacen que la balanza del desequilibrio se incline peligrosamente en el terreno de lo fallido. Cierto es que tras ese ridículo homenaje kubrickiano está sucedido por una cita más sutil a la excelente THE FLY (La mosca, 1958. Kurt Newmann) –con aquel impagable grito: “help!”-, y que la salida de los atribulados y caprichosos niñatos de la mansión ofrece el divertido apunte de ver al odioso mediatizado por la electrónica, alargado y aplastado de forma inusual –el recuerdo del Laurel & Hardy de la conclusión de THE BOHEMIAN GIRL (Un par de gitanos, 1936. James W. Horne y Charley Rogers) es inevitable-.

En su conjunto, pese a su cordial acogida crítica y considerable éxito de público, CHARLIE... me ha dejado un cierto sabor de insatisfacción. No puedo negar que se erige como una digna y estimulante propuesta de cine fantástico dirigida a públicos infantiles. Pero no es menos cierto que su vertiente satírica se me antoja bastante superficial, que su ritmo deviene irregular, su duración es excesiva y, sobre todo, demuestra que Tim Burton se reitera explotando algunos de sus tics visuales y escenográficos característicos, sin marcar una evolución atractiva en una obra de la que aún cabe esperar logros mayores.

Calificación: 2’5

 

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