Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

THE BOSTON STRANGLER (1968, Richard Fleischer) El estrangulador de Boston

THE BOSTON STRANGLER (1968, Richard Fleischer) El estrangulador de Boston

Ciertamente resulta estremecedor contemplar los últimos minutos de EL ESTRANGULADOR DE BOSTON (The Boston Strangler, 1968), digamos ya que una de las obras mayores de un Richard Fleischer que logró aplicar buena parte de las obsesiones que rondaron por toda su carrera, en el curso de unos años en los que se sometió en demasía a los dictados de la industria. Como si fuera un extraño islote entre ella esta implacable crónica emerge casi de forma indeleble como uno de los mejores testimonios de la crisis de una sociedad aparentemente basada en los derechos individuales, pero lastrada por enormes fisuras. Ello se producía en un periodo como el de la segunda mitad de la década de los sesenta y cuando precisamente el cine norteamericano se había sometido ya a su transformación y casi defunción de un sistema vigente durante décadas. En este contexto la excelente obra de Fleischer queda, bajo mi punto de vista en la elite de estas crónicas cinematográficas, junto con una de las cimas de Richard Brooks –viejo compañero de generación cinematográfica- A SANGRE FRIA (In Cool Blood, 1967).

Uno de los logros más importantes de THE BOSTON STRANGLER estriba por un lado en su original estructura como relato –guión de Edward Anhalt según el libro de Gerold Frank, basado en hechos reales- y por otro en la aplicación de diferentes técnicas cinematográficas en consonancia con esa base, que permiten su singularidad al tiempo que proporcionan su categoría casi de clásico del cine policial en su vertiente psicológica y casi lindante con el horror. Es así como la película aplica una técnica por la que no tengo un especial aprecio y afortunadamente de corta andadura, pero que en esta ocasión funciona casi a la perfección, como es la pantalla dividida y que en la mayor parte de su presencia contribuye a ejercer una visión de conjunto de determinadas situaciones –en ocasiones su recurso es impecable, mientras que en una pequeña parte por el contrario la considero prescindible-. Fundamentalmente la película se puede dividir en tres partes; la primera de ellas incide en la crónica de los asesinatos –que en líneas generales nos son mostrados mediante elipsis-. Al mismo tiempo se van ofreciendo los crecientes temores de una ciudad como Boston, que paulatinamente se aterroriza del asesinado de mujeres que poco a poco van abordando todas las edades, razas y condiciones sociales. Esta circunstancia forzará que las autoridades abran una oficina de investigación coordinada encabezada por un intelectual liberal, John S. Bottomly (Henry Fonda) que inicialmente rechaza la proposición pero poco a poco se ve abocado a un juego que sutilmente irá minando sus principios y modificando su personalidad bajo su imperturbable actitud. En esa búsqueda no dudará en utilizar recursos como un adivinador, y se basará en ocasiones en su particular percepción –un poco como el Quinlam de SED DE MAL pero sin provocar pistas falsas-. Esta parte inicial destaca en su implacable y sobria crónica policíaca, con la presencia de tipos espléndidamente definidos e interpretados –pienso tanto en el detective DiNatale (George Kennedy) de generosa presencia en pantalla, como en el extremo opuesto en el elegante y culto dando gay Terence Huntley (el siempre singular Hurd Hatfield) o la extraña mezcla de ternura y repulsión que provoca el atormentado O’Rourke (William Hickey), un pobre diablo de costumbres masoquistas agudizadas por sus atavismos religiosos y que en un momento determinado se postula como posible sospechoso.

Image Hosted by ImageShack.us

En medio de estas pesquisas y cuando ya llevamos cerca de una hora de metraje se nos da a conocer la identidad del asesino. Un plano que se detiene en la imagen de los funerales de Kennedy por televisión dando a conocer un emocionado espectador, ejemplar esposo y padre. Se trata de Albert DeSalvo (admirable Tony Curtis). Tras atisbar su entorno familiar muy pronto descubriremos la crudeza de sus crímenes producto de una enfermedad mental que disocia su personalidad. Veremos como intenta asesinar a una chica que finalmente logra librarse y morderle en la mano. Serán prácticamente los últimos actos como asesino de DeSalvo.

Es así como en un intento fallido de allanamiento de morada es capturado de la forma más inocua posible, sin espectacularidad. Se inicia con ello la parte más intensa del film, realmente la más terrorífica. Es la lucha de Botomly por lograr “que todos respiren tranquilos” al buscar la confesión del detenido, aún sabiendo que las autoridades sanitarias han detectado esa duplicidad en su personalidad. Es en esta parte final cuando se producen una serie de conversaciones entre ambos personajes en una sala blanquecina en las que DeSalvo muy lentamente va adquiriendo conciencia de su duplicidad. La planificación de Fleischer es arriesgada. Utiliza planos inclinados, composiciones visuales que hablan de esa doble personalidad –ese espejo que al mismo tiempo ejerce como elemento para la observación desde el exterior-, incluso secuencias de evocación psicoanalítica –realmente arriesgadas y depuradas visualmente-. Todo ello va confluyendo en el cerco hacia este enfermo que lleva a cuestas una dualidad que la sociedad de su tiempo no supo detectar a tiempo.

Paulatinamente la película se va deteniendo en el rostro de DeSalvo hasta acosarlo en un asombroso y casi insoportable primer plano en el que finalmente adquiere conciencia del monstruo que lleva dentro sin haber tenido conciencia hasta ese momento. Una secuencia realmente admirable, provocadora, que revela la maestría de Flesicher y que lleva a una sobria conclusión de la película con una llamada a la responsabilidad social para la existencia de individuos cuyo ejemplo contempla el film.

Image Hosted by ImageShack.us

Es evidente que EL ESTRANGULADOR DE BOSTON es una película en la que prácticamente todo funciona a la perfección. Un trabajo compacto y brillante a todos los niveles en el que incluso algunos efectismos narrativos de la época se integran con facilidad, en la que las composiciones en panavisión son cuidadas, la aplicación de su planificación es dinámica y acertada y el equipo de intérpretes es admirable –el cast es perfecto-. Ni que decir tiene que pese a estar en pantalla únicamente durante la segunda mitad del film, Tony Curtis compuso un Albert DeSalvo memorable, permitiendo que por fin se le tuviera en cuenta como el gran actor que fue tras una década larga demostrando que fue uno de los mejores comediantes norteamericanos y con incluso trabajos dramáticos en su juventud, de la categoría del creado en CHANTAJE EN BROADWAY (Sweet Smett of Success, 1957. Alexander Mackedrick).

Son factores todos ellos que en su conjunción otorgan el merecido prestigio de esta película. Habría mucho que decir sobre como se plasma con pasmosa facilidad ese temor que la ciudadanía siente enseguida por los monstruos que crea su cotidianeidad, los abusos que ejercen las fuerzas policiales en defensa de ese orden y tantos y tantos matices demostrados en este espléndido producto que más de tres décadas después de su realización no ha perdido un ápice de su vigor cinematográfico y revulsivo en sus contenidos.

Calificación: 4

1 comentario

maria luisa -

tenemos que hacer una exposicion del estrangulador de boston y no sabemos de donde sacar unas ecenas para mostrarla a nuestros compañaros sobre los asesinatos y violaciones que esten buenas para poder sacarnos una buena nota ¿me podrian ayudar?