SOYLENT GREEN (1973, Richard Fleischer) Cuando el destino nos alcance
A la hora de realizar una mirada más o menos rigurosa a la ciencia-ficción cinematográfica, estoy convencido que existirán no pocos títulos superiores en cualidades a SOYLENT GREEN (Cuando el destino nos alcance, 1973. Richard Fleischer). Muchos más aparecerán inferiores a la misma. Pero lo que no voy a poner en duda, es que quizá sea la referencia más clarividente cara a plantear la descripción de un futuro más o menos cercano de la humanidad. Aún haciendo sido realizado hace ya casi ya cuatro décadas, y pese a estar ambientado en el superpoblado New York del año 2022, lo cierto es que sus imágenes y el planteamiento que desprende la adaptación efectuada por Stanley R. Greenberg de la novela de Harry Harrison ofrece, gracias al tratamiento ofrecido por un ya curtido Richard Fleischer, ofrece una sensación de cotidianeidad tal, que con el paso de los años deja de lado esa previsible angustia ante el cercano futuro, permitiendo una sensación casi de serena inevitabilidad ante algo en lo que nos empeñamos en seguir mirando hacia otro lado. A saber; la destrucción creciente y progresiva de las fuentes naturales del planeta, combinada con la superpoblación del mismo.
SOYLENT GREEN se inicia con el montaje de una serie de fotografías que se retrotraen a los felices tiempos del siglo XIX en la Norteamérica rural, para ir avanzando de forma cada vez más sincopada a la caótica situación generada en el momento en que se desarrolla el film. New York se ha convertido en una ciudad inhóspita –excelente la recreación de esa contaminación convertida en un auténtico filtro a modo de niebla, a cargo del operador de fotografía Richard H. Kline-. En ella, y aún cuando muchos de sus habitantes se hacinan en los pasillos de los edificios, el detective Thorn (un muy efectivo Charlton Heston), vive en una modesta vivienda junto a su viejo amigo Sol Roth (Edward G. Robinson, en su memorable despedida del cine). Roth es un veterano componente de la policía, que añora lo que era la vida en la tierra en su juventud, lejos de la situación de carencia vivida en su vejez. Thorn será destinado a investigar la muerte –que se presume por un robo, pero que pronto se descubrirá como un asesinato- del acomodado William R. Simonson (Joseph Cotten), uno de los responsables de la multinacional Soylent, responsable de la realización de numerosos alimentos elaborados con plancton vegetal, muy buscados por parte de una población que sufre escaseces de alimentos. La investigación acercará a Thorn al “mobiliario” que contaba el asesinado, una joven llamada Shirl (Leigh Taylor-Young) que queda en la lujosa vivienda como “objeto” para aquel que lo habite. Poco a poco irá avanzando una investigación en la que percibirá estar indagando en un asunto serio, en la medida que el peligro se cierne tanto sobre él, como por aquellas personas que podrían indicarle pistas para esclarecer el crimen. Una orden de sus superiores le forzarán a interrumpir la investigación, aunque su instinto detectivesco le lleve a desobedecer las mismas, hasta llegar a una conclusión no por lógica menos aterradora.
Asumida en un periodo complejo en la obra de Fleischer, en donde coincidiendo con aquel periodo de desorientación del cine norteamericano filmó títulos de desigual interés, SOYLENT GREEN se inserta en ese contexto de producción de la ciencia-ficción de inicios de los setenta que, junto a títulos olvidables –LOGAN’S RUN (La fuga de Logan 1976. Michael Anderson)- propició otros atractivos como WESTWORLD (Almas de metal, 1973. Michael Crichton) o THE ANDROMEDA STRAIN (La amenaza de Andrómeda, 1971. Robert Wise). Se trataba de seguir el sendero de un perfil del género adulto, mostrando a través de sus diferentes propuestas, una visión revestida de amenaza ante los peligros de los avances incontrolados de la civilización. Es más que probable que de dicha corriente no surgiera ninguna obra cumbre, aunque cierto es que el título que nos ocupa debe insertarse entre las propuestas más valiosas de la misma. Sus virtudes residen de manera muy especial en el realismo que Flesicher confiere a su planteamiento, orillando de forma clara la incursión en el terreno de lo impresionable, para discurrir sobre todo en el terreno del cine policíaco, incorporando en él su planteamiento en un futuro más o menos cercano –ahora, por lógica, mucho más que en el momento en que esta se rodó-. Ese interés por acentuar en la credibilidad de sus imágenes, permitirá alcanzar un estado de cercanía, al que unos pocos apuntes descriptivos sobre la realidad de un New York superpoblado, resultan por completo eficaces. Y esa misma circunstancia, es la que permitirá asimismo que la relación establecida entre Thorn y Sol, además de mostrar una hermosa complicidad interpretativa entre Heston y Robinson, llega a emocionar al espectador cuando este último llora conmovido cuando su amigo y compañero le muestra un simple trozo de buey comestible, que ha sustraído en el reconocimiento del apartamento de Simonson. Esa vocación realista, esa apuesta por una ciencia – ficción revestida de terrible cotidianeidad, es sin duda la que ha permitido que su resultado aparezca no solo vigente tantos años después de su realización, sino que su discurso emerja quizá con un superior grado de inquietud que el de otras propuestas del género más prestigiadas.
No resulta novedoso señalar el acertado uso del formato panorámico por parte de Fleischer –fue uno de los primeros que se dio cuenta de sus posibilidades-, de la manera de crear encuadres de especial configuración –expresados sobre todo en las secuencias desarrolladas en el apartamento del asesinado, donde su estética futurista permite ese juego con los decorados-, en la manera tan simple y efectiva que expresa la existencia de esos dos mundos contrapuestos: el de las muchedumbres que se arremolina en donde pueden –hasta en el interior de una iglesia-, y el de los pocos privilegiados que pueden albergar una vivienda, teniendo como puente intermedio el limitado y tosco apartamento que aparece como refugio de los que podríamos denominar “funcionarios”. Ese mundo revestido de alienación tendrá su ejemplo más rotundo en la consideración de “mobiliario” de las mujeres que aparecen como amantes sumisas y decorativas de los hombres de clases privilegiadas –el personaje que encarna la mencionada Leigh Taylor-Young-. Todos estos rasgos conformarán una amalgama sin duda atractiva, en la que se inserta un sentido de la progresión interna impecable, aunque justo es reconocer que algunos de los elementos de su intriga policiaca aparecen un tanto formularios y carentes de garra –la relación de Thorn con su superior-. No importa. Pese a sus pequeñas grietas, SOYLENT GREEN emerge con la fuerza de la convicción de su discurso, alentada por una realización que sabe beber de sus propuestas. Cuando ambas líneas vectores convergen en un superior grado de inspiración, surgirán los momentos más inolvidables de esta atractiva película. Entre ellos, obvio es señalarlo, destaca el memorable episodio en el que Sol decide poner fin a su existencia, visitando “el lugar”; una inquietante premonición de lo que puede suceder en el futuro con nuestros mayores, en cuyo interior se ofrece el reencuentro con el pasado de nuestra naturaleza y lo más hermoso del arte –la presencia de la música clásica-. Será un fragmento extraordinario, hermosa despedida cinematográfica de uno de los más grandes actores que ha brindado el cine en su historia, e inicio de la conclusión en la investigación de Thorn. Seguirá a esa interminable sucesión de camiones que portan cuerpos cadavéricos, en teoría destinados a depósitos de residuos… hasta que alcance con ellos la solución al drama por el que Simonson decidió abandonar la existencia. Horrorizado por el descubrimiento y herido de bala por quienes le persiguen, la cámara de Fleischer cerrará el encuadre al brazo enérgico de Thorn, al grito desgarrador de “¡Tienen que saberlo!”. Será la conclusión de una película quizá no memorable, pero que a través de sus costuras nos plantea un futuro de inquietantes perfiles, al que el paso del tiempo desde que fuera realizada, no ha hecho más confirmar.
Calificación: 3
2 comentarios
Juan Carlos Vizcaíno -
Germán -