THE SPIKES GANG (1974, Richard Fleischer) Tres forajidos y un pistolero
Pocas veces se ha comentado la incidencia que determinados realizadores ya veteranos de Hollywood propiciaron hacia un género como el western, que prácticamente se encontraba ya enterrado. Nos encontramos ya, por supuesto, en plena década de los setenta, y más allá de la nefasta influencia de Sergio Leone o los desiguales fulgores del –a mi juicio- sobrevalorado Sam Peckimpah, se insertaban una serie de muestras del género que se entremezclaban entre un perdido clasicismo y los atavismos visuales de un periodo realmente incierto para el género –y el cine en general-. Y es en este grupo donde podemos destacar –personalmente así lo hago- algunas aportaciones de ese “casi maestro” llamado Henry Hathaway, pero no conviene olvidar otras muestras de realizadores como Don Siegel, Robert Aldrich –alguna de ellas realmente brillante- o incluso Robert Mulligan. En su conjunto parece que determinados de estos nombres que jalonaron una época brillante del cine norteamericano quisieran despedirse de un periodo definitivamente perdido evocando uno de los géneros más característicos de la cinematografía norteamericana.
Pues bien, he de reconocer que aún siguiendo la trayectoria de este estupendo hombre de cine que es Richard Fleischer la verdad es que no tenía ni idea que en ella hubiera filmado uno de estos extraños westerns, quizá una de las piezas más ascéticas, sorprendentes, irregulares y atractivas de este pequeño, espontáneo y poco estudiado ciclo. Me estoy refiriendo a THE SPIKES GANG (1974), una película rodada en Almería y titulada en España de forma bastante estúpida TRES FORAJIDOS Y UN PISTOLERO, y que es fácil que en el momento de su estreno pasara desapercibida para todos los públicos. Situémonos en un periodo en el que directores como Fleischer, con toda la presencia de un periodo irregular, eran oscurecidos por nombres sin duda más simples pero astutamente situados en el engranaje de un Hollywood progresivamente dominado por ejecutivos más que por auténticos hombres de cine.
En medio de ese entorno, surge una película inequívocamente pobre. Más bien parece el equivalente en los setenta de cualquiera de las esquivas series B que décadas atrás había dirigido un hombre como Edgar G. Ulmer. Aunque producida por Walter Mirisch, lo cierto es que las extremas condiciones de producción saltan a la vista –las secuencias están casi despobladas de extras, los decorados son muy convencionales, hasta los propios títulos de crédito inciden en ello-. Sin embargo, como queriendo arrastrar contracorriente este enorme lastre, la labor de planificación de Fleischer es segura a la hora de ir al grano en el desarrollo del argumento, la progresión de la narración o la propia ubicación de actores y los propios detalles que desea destacar y que definen la conducta de sus personajes –es sintomático el retrato del padre de Hill al mostrarnos en el inicio el aprecio que tiene a los geranios que pueblan su pequeño rancho-. En definitiva, es apropia sensación de fantasmagoría o la abstracción de la que hace gala la película es la que finalmente inclina la balanza por la estima de sus cualidades, más allá de hacerlo en función de sus debilidades –cierta adscripción al zoom aunque relativamente razonada o la pobreza de la figuración-.
THE SPIKES GANG está basada en un relato de Giles Tipette, cobrando forma como guión de la mano de Irving Ravetch y Harriet Frank, Jr. y se erige como una película de descubrimiento y madurez. Pero la singularidad de esta película estriba al ofrecer una de las miradas más demoledoras y desencantadas que he visto jamás sobre la falsa mitología del Oeste americano. Tres muchachos encuentran en el campo el cuerpo herido de Harry Spikes (Lee Marvin). Lo auxilian de sus heridas y albergan en un granero, ayudándolo a escapar de las fuerzas de la ley que lo persiguen, ya que se trata de un atracador de bancos. Un cierto sentimiento de salida de la rutina y solidaridad en la amistad lleva a los tres jóvenes a huir de sus hogares en búsqueda de una nueva vida. Lo que se prometía como una apasionante aventura muy pronto evidencia la frustración del hambre y el fracaso de una andadura que les llevará a un atraco finalmente fallido –el dinero volará literalmente cuando ya habían asaltado el banco- el asesinato accidental de un senador y llegarán a visitar la cárcel. Es allí donde la aparición casual y providencial de Spikes los sacará de la celda –simplemente sobornará al carcelero- y les devolverá las atenciones que estos le habían brindado, dándoles comida y un poco de dinero. Los jóvenes seguirán su andadura con trabajos penosos hasta que en un nuevo y casual encuentro con el veterano asaltante este reconsiderará el tenerlos como ayudantes de cara a un atraco que tiene planificado. Spikes entrenará a los chavales y los vestirá conforme a las reglas del oeste, aunque en el camino se encontrarán con un veterano forajido que morirá a manos de Will Young (Gary Grimes), el más despierto de trío. El asalto no podrá culminar de forma más trágica y no será más que el detonante para iniciar una escalada de situaciones que culminarán de forma fatídica para todos ellos.
Ciertamente hay que escarbar mucho en el género para encontrar una película que sea tan pesimista en el desarrollo de su argumento. Esa ya señalada austeridad de que hace gala la misma –que no me cabe duda fue el condicionamiento que la hizo confundirse con tantos westerns en coproducciónes de nulo interés-, permite que Fleischer en todo momento otorgue a la película un notable ritmo interno y de alguna manera contraponga esa visión tan sombría de un universo ya mortecino con un tratamiento aparentemente tan liviano y en ocasiones divertido. La visión que finalmente adquirirá Will de la verdadera naturaleza de Spikes –a quien los tres amigos han llegado a mitificar y quien realmente se revela lo que nunca ha escondido ser; un bandido sin escrúpulos-, se verá subrayada por los lacónicos y punzantes diálogos del veterano asaltante, hasta llegar a un final insólito y de notable fuerza dramática que sin duda –y como en el resto de la película-, hubiera logrado un resultado aún más rotundo de haber mediado unas circunstancias de producción más holgadas.
De todos modos y pese a esa relativa sensación de frustración, lo cierto es que THE SPIKES GANG merece ser recordada y vista –es una película de la que nadie habla, no se proyecta por televisión- como un intento interesante, en el que incluso Fleischer demuestra su intuición al lograr de Lee Marvin un trabajo diferente a su registro habitual, y en el que incluso la dirección de los jóvenes actores es bastante adecuada –el posterior escarizado y mediocre realizador Ron Howard y el melifluo Gary Grimes –VERANO DEL 42 (Summer of 42, 1970. Robert Mulligan), que llega a estar brillante en los momentos finales- y en su conjunto demuestra un esmero de Fleischer por aprovechar un material con posibilidades. Pese a todos sus reparos, un western muy superior a una consagrada mediocridad como DOS HOMBRES Y UN DESTINO (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969. George Roy Hill) o adulto en el tratamiento de la juventud en el género, que dio títulos tan siniestros años después como ARMA JOVEN (Young Guns, 1988. Christopher Cain). Sin duda, una de las rarezas de la filmografía de Fleischer.
Calificación: 2’5
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