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CINEMA DE PERRA GORDA

LEFT, RIGHT AND CENTRE (1959, Sidney Gilliat)

LEFT, RIGHT AND CENTRE (1959, Sidney Gilliat)

Poco a poco se va consolidando la posibilidad de recuperar parte del conjunto de títulos que forjaron la comedia británica durante la segunda mitad de la década de los cincuenta, demostrando que dicho género se extendió más allá de los límites conocidos por todos de los estudios Ealing, y comprobando que en ocasiones el nivel de las mismas no tenía nada que envidiar al de aquellas mitificada –unas veces con merecimiento, en otras no-, aunque siempre entrañable aportación al género. A partir de las premisas que emanaron desde la factoría que comandaba Michael Balcom, cierto es que se sentaron unas bases que, con un grado de acierto variable, pero por lo general superior al que se ha reconocido, tuvo su marco de expresión en aportaciones brindadas por los hermanos Boulting, Frank Launder, Sidney Gilliat, y actores como la irrepetible pléyade formada por Terry-Thomas, Alastair Sim, el joven Peter Sellers, Ian Carmichael… Fruto de aquella coyuntura fueron un nada desdeñable conjunto de sátiras de la vida política y social de la Inglaterra de finales de los cincuenta e inicios de los sesenta, de las cuales aparece este LEFT, RIGHT AND CENTRE, rodado en 1959 por Sidney Gilliat que, sin poder incluir entre los exponentes más afortunados de dicho enunciado, al menos merece una cierta remembranza, siquiera sea por la efectividad que muestra en sus mejores momentos, y el hecho de suponer un eslabón más de una corriente de la comedia, poco valorada hasta nuestros días.

Tras el inicio mostrado con una irónica voz en off, que nos detalla la “vivacidad” de la sociedad británica –impagable el detalle del trabajador que duerme con el periódico sobre su barriga, mientras la locución habla del sentido de la responsabilidad de los ingleses-, nos encontramos ante la emisión de un conocido concurso de la televisión inglesa de aquellos años. Uno de sus concursantes es el un tanto atolondrado y al mismo tiempo arrogante Robert Wilcot (Ian Carmichael), quien procedente de una misión en la Antártida, desde hace más de un año forma parte de la plantilla de dicho concurso, siendo seleccionado por su tío –Lord Wilcot (Alastair Sim)-, para presentarse como candidato por parte del partido conservador, en el escaño que se disputa en la localidad de Earndale. Por su parte, los laboristas aportarán a dicha contienda una candidata, la joven intelectual Stella Stocker (Patricia Bredin). Las casualidades permitirán que ambos candidatos viajen en el mismo tren e incluso mantengan una animada conversación, en la que Robert hablará más de la cuenta, ya que desconoce que se encuentra ante la que va a ser su opositora política. A partir de ese momento, se establecerá una sátira de alcance político, descrita con un notable sentido de la simetría argumental, y en el que quizá lo que más destaque sea el escepticismo que de detecta por parte del conjunto de la población. En cualquiera de sus pasajes y situaciones, podemos comprobar como el juego y la campaña electoral está desprovista de interés alguno para los ciudadanos de Earndale.

Pero a esa ausencia del más mínimo grado de pasión se unirá una circunstancia insólita, como es el descubrimiento repentino de una indeseada atracción amorosa entre Robert y Stella –adelantando con la formulación visual del mismo, aquel ridículo enamoramiento que formularían Tony y María en WEST SIDE STORY (Amor sin barreras, 1961. Robert Wise & Jerome Robbins)-. La sinceridad de sus sentimientos pondrá a prueba a los directores de campaña, quienes se aunarán por parte de uno u otro partido, para intentar evocar de forma conjunta que este inoportuno romance pueda frustrar el conjunto de la convocatoria electoral, en la que solo tiene la seguridad de ganar el veterano Lord Wilcot, que ha convertido su castillo en una auténtica feria visitable para todo tipo de públicos, y que no ha dudado en utilizar a su sobrino, sabiendo que con él el negocio en sus propiedades se encuentra asegurado.

Probablemente, para justificar la discreción que en última instancia se desprende del conjunto del film, habría que citar ante todo la ausencia de una especial inspiración en la realización, que lograra extraer las sugerencias que sí plantean Gilliat y Val Valentine –ambos en sus créditos como guionistas-. Una realización eficaz pero bastante plana, limita en cierto modo el bagaje de sugerencias que podrían emanar de su base argumental. Sin embargo, encontramos en el devenir de sus imágenes no pocos motivos de regocijo y sano divertimento. Es algo que manifestará esa inesperada presencia de un fantasma en la mansión de Lord Wilcot, siendo contemplado con horror por Robert, hasta descubrir como este ficha su trabajo, y es un individuo disfrazado de forma conveniente para provocar la ilusión en unos huéspedes que provienen de otro país, o la secuencia de ese mitin realizado de forma paralela por los dos candidatos en el exterior de una fábrica, que se convertirá en una lucha por ver quien puede gritar más alto. Es probable asimismo, que quizá el episodio más memorable de la función lo ofrezcan las secuencias desarrolladas en el interior del viejo laberinto, en donde finalmente los dos candidatos exteriorizarán su amor compartido ante la atónita mirada de sus asesores de campaña. La secuencia destaca por lograr plasmar ese elemento de incapacidad de huir del mismo, pero al mismo tiempo está construida con precisas formas cinematográficas, utilizando con un acierto muy especial el conjunto de motivos escultóricos que se situarán en un segundo término, aunque ayuden a dotar de una especial singularidad esa situación tan deseada, al tiempo que tan difícil de asumir por ambos.

A partir de ese momento, conservadores y laboristas seguirán en una lucha casi fratricida, acogida con merecido desapego por la población, uniéndose los dos jefes de campaña para intentar frenar la historia amorosa que se ha fraguado entre sus respectivos cabezas de lista. Será un intento vano, en la medida que marca aquel refrán que señala “del amor al odio hay un paso”. Buscando sus ayudas de cámara a esa modelo que se encuentra colada por Robert, mientras que se recupere al simplón novio que Stella mantenía desde pequeña. Al final, el planteamiento les saldrá rana, aunque sirva para que los dos respectivos novios se encuentren y prenda su amor entre ellos mismos, dejando ya el terreno libre para nuestros dos candidatos electorales. No contentos con ello, los oradores de primera fila que tenían previstos sendas fuerzas políticas se llegarán a intercambiar, demostrando la futilidad general que rige el pensamiento político –un aspecto bien presente en el español de nuestros días-. Una argucia final –la muerte accidental de Lord Wilcot – de cuyo suceso la película obvia con descuido su integración en la película, aportará un nuevo marco, ya que Robert se convertirá de forma automática en el nuevo Lord, facilitando la convocatoria de unos nuevos comicios. Mientras tanto, y tras la proclamación del candidato, Robert y Stella se han fundido en público en un largo abrazo, demostrando su deseo de iniciar una relación de amor permanente. Apenas el sirviente del anterior Lord anuncia la muerte de su señor, una hermosa panorámica ascendente nos muestra el disparo de fuegos artificiales. Un detalle mágico, concluyendo esta comedia aceptable pero irregular, que culminará de forma ingeniosa con la discusión que mantendrá –mientras discurren los títulos de crédito-, los jefes de campaña de las dos fuerzas en litigio. Una discusión amable en un primer momento, aunque poco a poco muestre su perfil más pendenciero, siempre sin perder en la misma una mirada irónica y divertida.

Es indudable que si Sidney Gilliat hubiera pisado más a fondo el acelerador a la hora de extraer un mayor interés narrativo a este divertido guión, nos encontraríamos con un resultado mucho más perdurable. Ello no evita reconocer que el que podemos contemplar tenga su limitado interés –en el mismo cabría destacar la ironía de sus diálogos-, aunque también en sus peores momentos ofrezca indicios de esa comedia chusca y sin interés, que poco a poco iría aumentando su presencia en la cinematografía británica.

Calificación: 2

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