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CINEMA DE PERRA GORDA

LES PORTES DE LA NUIT (1946, Marcel Carné) [Las puertas de la noche]

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Con una larguísima, casi obsesiva panorámica aérea por el conjunto del París de postguerra, una voz en off nos señala que ahora se está viviendo el primer invierno tras el glorioso verano en el que se logró desocupar a Francia de la presencia nazi. Así se inicia para el espectador el alcance descriptivo de esta LES PORTES DE LA NUIT (1946, Marcel Carné) –jamás estrenada en España en su momento y recogidas en pases televisivos y su reciente edición en DVD bajo la traducción literal de LAS PUERTAS DE LA NOCHE-. En sus primeros pasajes ya observamos la intención de Carné y. sobre todo, de Jacques Prevert, de ofrecer una historia coral en la que de forma evidente se simbolicen diferentes enfoques y tendencias de cara a esta liberación, siempre a partir del comportamiento de los ciudadanos en los meses en los que la ocupación fue palpable. De este modo contemplamos un ya anciano estraperlista –Sénéchal (estupendo Saturnin Fabre)- que vende madera a pobres compradores y además es el propietario del viejo edificio del que emergen la mayor parte de personajes del film. Se trata de un viejo usurero que no ha dudado en actuar colaboracionista con los nazis y que se escuda en la aparente heroicidad de su hijo Guy (Serge Reggiani), en realidad un joven amoral que ha llegado a delatar a compañeros de la resistencia.

Es amplia la gama de personajes que se ofrecen en su carácter descriptivo, destacando entre ellos al joven pero curtido Jean Diego (Yves Montand, dejando ver ya su innegable personalidad), que ha acudido inicialmente a los bajos fondos para anunciar a una mujer el asesinato de su esposo por parte de los ocupantes –que poco después comprueba está vivo-. En cualquier caso y más allá del ya señalado carácter descriptivo, Marcel Carné apuesta en hiLES PORTES DE LA NUIT por un realismo estilizado en el que no falta el componente fantastique de ese indigente que se autoproclama “el destino” y, en efecto, su palabra parece cumplirse al pie de la letra –vaticina la cercana muerte de una pitonisa a la propia protagonista-.

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En esa nueva y ya tardía muestra de “realismo poético” se nota al mismo tiempo el aroma de la proximidad de la historia narrada y un cierto desgaste de unas fórmulas estéticas que provienen de una década atrás. Es evidente que ese contraste proporciona algunos de los instantes más intensos de la película, centrados en la repentina historia de amor entre Diego y la joven y hermosa Malou (Natalie Nattier). Entre ellos no se pueden dejar de destacar el maravilloso momento en el que el mendigo descorre una cortina del mísero café, mostrando a Diego a Malou al tiempo que le ha anunciado que conocería a una mujer bellísima. Poco después y cuando ambos se encuentran en el almacén propiedad de Sénéchal, la cámara describe un largo travelling lateral por en medio de las viejas esculturas y elementos artísticos de madera que se conservan en el mismo. Lo cierto es que la relación entre Diego y la joven insatisfecha en su matrimonio es la que más vigencia mantiene en esta película, en la que otros de sus personajes están más descuidados, resultan simplemente episódicos o, lo que es peor, resultan de una desmedida carga retórica –es el caso del ya señalado mendigo de carácter sobrenatural-.

Creo que el paso del tiempo ha hecho envejecer notablemente la carga excesivamente literaria de la película, a la que el guión de Jacques Prévert contribuye notablemente, pero en la cual la eficaz, en ocasiones inspirada, pero al mismo tiempo limitada narrativa de Marcel Carné no puede eliminar de ese rasgo. Es sin embargo en ocasiones cuando el talento del ya veterano realizador da muestras aspectos de gran cine. Además de los ya citados mencionaría el instante en el que el mendigo anuncia a Guy que morirá como un miserable. La cámara pasa a primer plano del actor y luego funde con un plano del ferrocarril que rodea el barrio parisino. Todos intuiremos las circunstancias de su cercana muerte.

Es imposible en este comentario dejar de destacar la magnífica prestación como decorador del gran Alexander Trauner –su estilo está vigente en cada plano de la película- y la contrastadísima iluminación en blanco y negro de Philippe Agostini. Son quizá los mejores aliados con que cuenta Marcel Carné para filmar esos exteriores nocturnos brumosos, con calles mojadas y calles angostas y llenas de fuerza expresiva. No puede decirse lo mismo de la labor del conjunto de actores, desigual en líneas generales y que no logran deshacerse de la –valga la reiteración- carga retórica de sus diálogos, algo por otra parte era característico del cine francés de posguerra pero que en otros ejemplos tuvo unos mejores resultados –y el propio director tuvo un ejemplo más logrado de ese estilo con su film previo; LES ENFANTS DU PARADÍS (1945)-

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Con sinceridad, pienso que en LES PORTES DE LA NUIT nos encontramos con una serie de elementos que, trasplantados al cine negro norteamericano y pulidos de su formulación literaturizante, hubieran confluido en resultados de mucha mayor entidad cinematográfica. En cualquier caso se trata de un título interesante, aunque quizá excesivamente mitificado por el famoso chauvinismo francés.

Calificación: 2’5

5 comentarios

luigi -

Que terribles complejos que tienen los españoles con los franceses.Yo lo puedo deciir desde mi imparcialidad de uruguayo.Y que peligro es un ordenador en las manos de un critico de cine mediocre y resentido

Un admirador del arte Frances -

Ya me gustaria que una pelicula, supuestamente desfasada hubiese dejado para la lirica española un tema como las hojas muertas...

Cuanto tenemos que prender ...

defensora -

Dejad de criticar la carga retórica de la película, ya está bien entendido que esta fué la causa de su fracaso y de ahora su poder sobre los nuevos realizadores del mundo occidental. quisiera ver ahora en uds. la intención de imponer una verdadera nueva ideología

Un acomplejado -

Este parece otro de esos franceses que todavía no han logrado deshacerse de cierta "desmedida carga retórica".

Un chauvinista -

No voy a entrar ahora a defender los méritos incuestionables de esta gran película. Sólo quiero decir una cosa: españoles, sois unos acomplejados, no cejáis en vuestro empeño de ofender a Francia, cuna de la libertad, Meca de las artes, patria de hombres resistentes, combativos, círculo de espíritus libres. ¡Viva Francia!