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CINEMA DE PERRA GORDA

SIDE STREET (1949, Anthony Mann)

SIDE STREET (1949, Anthony Mann)

Joe Norson (Farley Granger) es un joven fracasado que vive en la inmensa marea humana de New York de finales de los años cuarenta. Añorante en poder comprar hermosas ropas a su esposa –que está a punto de dar a luz el primer hijo del matrimonio-, verá la ocasión de poder lograr doscientos dólares para que la joven alumbre su primer hijo en una habitación digna. Para ello utilizará su labor como cartero ocasional, abriendo un mueble en el que encuentra una carpeta que sabe posee dinero. Ejecuta el robo, logrando la sorpresa de que la cantidad estimada se eleva a mucho más, ya que serán treinta mil los dólares finalmente robados. Será ese el comienzo de un recorrido existencial que le relacionará con un reguero de crímenes, extorsiones y personajes delictivos, que parecen agarrarse a él de forma casi instintiva. Todo un infierno emocional que le llevará a sobrellevar situaciones y vivir peligrosas andaduras que pondrán en peligro no solo su vida, sino incluso la de su joven esposa Ellen (Cathy O’Donnell) y su recién nacido hijo. Con ser ese el nudo argumental central de la película, SIDE STREET (1949, Anthony Mann) se expresa como un auténtico cántico a la vida de la ciudad, una New York que es retratada con rotundidad en su cotidianeidad a través de los rincones más habituales para sus habitantes, retomando con ello la apuesta que un año antes había formulado Jules Dassin con THE NAKED CITY (La ciudad desnuda, 1948), aunque afortunadamente eliminando en esta ocasión el alcance discursivo y la blandura que caracterizada el título anteriormente señalado –que curiosamente goza de un prestigio inmerecido al ser el primer que utilizó un rodaje totalmente en exteriores-. En este sentido, el film de Mann –aunque mucho menos reconocido- se sitúa a una altura muy superior, erigiéndose para mi gusto no solo como su mejor obra dentro de cuantas realizó dentro del cine policiaco o noir sino, en uno de los títulos más valiosos del conjunto de su filmografía.

 

¿A qué se debe esa adhesión tan entusiasta por mi parte? A diversos factores complementarios, pero sobre todo por la manera con la que Mann sabe integrar la moralidad del relato dentro de una asombrosa puesta en escena de exteriores, que casi nos permite “oler” el aroma de esa New York siempre dispuesta al trabajo y al discurrir apresurado de sus ciudadanos. En ese contexto tan magistralmente trabajado por Mann a lo largo de todo el metraje, se integra la andadura angustiosa de ese ser anónimo llamado Joe Norson, pero es que en su rededor conoceremos una serie de personajes –por lo general dedicados a turbias actividades-, todos ellos perfectamente descritos e interpretados en su tipología, logrando en su conjunto –y en ello hay que unir la descripción de la tarea de la policía-, un extraño dinamismo interno en el relato, en el que prácticamente no se registran fisuras ni caídas de ritmo. Ciertamente el guión de Sydney Boehm es una auténtica pieza de orfebrería que permite que cualquier acción, cualquier gesto, o la evolución de todos sus personajes, en todo momento tengan una lógica implacable, y nada se pueda escapar a la atención del espectador.

 

A partir de esta admirable base dramática, y la apuesta certera por un relato que tiene un personaje principal la propia ciudad de la gran manzana –por cierto los planos aéreos de la misma durante los títulos de crédito, nos indican que realmente Robert Wise no inventó nada cuando incorporó esa misma situación en la sobrevaloradísima WEST SIDE STORY (Amor sin barreras, 1961. Robert Wise & Jerome Robbins)-, es el compendio de su vitalidad, su ritmo rápido y su capacidad consumista, el que llevará a nuestro protagonista a cometer una debilidad que le llevará a vivir la peor pesadilla de toda su vida. La cámara de Mann sabe recorrer los aconteceres de los distintos caracteres entremezclados en la situación; desde mostrar de forma elíptica los asesinatos de la chantajista que aparece en las primeras secuencias de la película, hasta el propietario del bar que se adueñó del Inesperado botín que le había entregado Joe camuflados dentro de un paquete. Todo ello conformará un contexto pesadillesco para Norson, quien correrá de un lado a otro para intentar paliar el error cometido con el robo, y que precisamente cuando decide devolver el dinero robado es cuando sus problemas realmente cobren la máxima incidencia contra su persona. Lo admirable del film de Mann reviste en haber utilizado un marco narrativo que, si bien en otro contexto podría haberse caracterizado por un matiz expresionista innecesario, en esta ocasión reviste una total adecuación en sus intenciones. Esos primeros planos centrados sobre todo en el rostro de Joe, son la expresión más pertinente para una pesadilla personal, una ascesis que tiene que superar casi tomando el conjunto de la ciudad como un entorno místico al que debe ofrecer la debida reparación de la debilidad cometida. Desde este punto de vista, el film de Mann adquiere una cierta metafísica “de la ciudad”. Y es que sus imágenes, sin subrayados de ningún tipo, se impregnan del aroma de una ciudad como la emblemática de la Norteamérica moderna, y del mismo modo esa querencia por una planificación levemente agresiva, de ascendencia expresionista, y que toma el primer plano como rasgo descriptivo del estado de ánimo de sus personajes, logra que en todo momento el espectador sea consciente de causas y efectos y, sobre todo, se sienta siempre cercano a la odisea de la aventura personal de ese joven dominado por un fracaso personal dentro de los cánones consumistas del entorno en que viven, pero rico en la medida de tener una esposa que lo comprende y apoya, y por poder acariciar a un hijo recién llegado, que pudiera preludiar un futuro con mayores expectativas.

 

SIDE STREET funciona con la precisión de un mecanismo de relojería, pero ello no implica que nos encontremos ante un título frío o deshumanizado. Precisamente una de las mayores cualidades de su conjunto provienen de la maestría de Mann al llevarnos a compartir y sentir la angustia de su protagonista. Y en ello hay que destacar el acierto de cast al elegir a Farley Granger; un actor mediocre pese a haber sido protagonista con Ray, Hitchcock o Visconti, pero que en esta ocasión ofrece hondura en su labor para mostrar la angustia y desesperación de su inútil intento de volver a llevar las cosas como estaban antes de realizar su inocente robo, sin saber que ello no fue más que un detalle más de una andadura delictiva encubierta bajo el despacho de un abogado. Así pues, integrando con verdadera inspiración un relato de tensión y transformación personal –el de Joe-, junto a una serie de incidencias de grave carácter delictivo –se contarán hasta tres asesinatos-, en realidad se dispone a expresar una película que, sin subrayados ni elementos discursivos, pretenden mostrar la viveza de la gente ordinaria, del delincuente, y de aquel que puede pecar en una debilidad, sin tener en cuenta las consecuencias que puede acarrearle en su decisión. Todo ello en el marco de esa New York que siempre ocupa un lugar determinante, y que en las secuencias que relatan la persecución final por las largas calles de la ciudad norteamericana, es mostrada a través de una deslumbrante gama de planos dominados por las líneas verticales y horizontales que, en buena medida, sirven en ese caso para mostrar los límites hipotéticos de los que no se puede abstraer cualquier ciudadano. Una persecución que debe quedar en las antologías del género, para una película lamentablemente poco referenciada –incluso por aquellos seguidores de la trayectoria de su realizador-, pero que personalmente tengo que incluir entre los grandes exponentes no reconocidos dentro del género. Su singularidad, su capacidad para mostrar la debilidad en el ser humano, la manera con la que se integra el rodaje en exteriores, la precisión de su guión, el acierto en la definición de sus personajes secundarios, o la arriesgada elección formal elegida por Mann, con una extraña sucesión de primeros planos que describen con fuerza el estado de ánimo de sus personajes, son elementos que me permiten hacer una llamada de atención ante el que considero el título más valioso legado por el realizador norteamericano dentro de su vertiente policíaca y, en definitiva, una película que debe figurar en un lugar de honor entre las mejores propuestas del cine noir norteamericano. No es de extrañar que a partir de este rodaje, el norteamericano diera por concluida su aportación a este género y se adentrara en otro donde ofrecería lo mejor de sí mismo; el western, aunque en dicho recorrido se integraran aportaciones de otros géneros, como la excepcional MEN IN WAR (La colina de los diablos de acero, 1957), que personalmente considero no solo el mejor título que ha ofrecido el cine bélico en su conjunto, sino la obra cumbre de su autor.

 

Calificación: 4

2 comentarios

Javo -

Por emule en VOSE

Ana María C.S. -

¿ Dónde se puede encontrar el Dvd ? ¿ Lo tiene Vd.? No localizo la mayor parte de las películas reseñadas en este blog ? ¿ Alguien podría ayudarme ? Gracias y felicitaciones