RAW DEAL (1948, Anthony Mann)
Es indudable que el paso de los años, ha permitido revalorizar en la medida que merecen, los diferentes títulos policíacos realizados por Anthony Mann en los últimos años de la década de los 40. En mayor medida de lo que pudiera haber sucedido con Richard Fleischer, que rodó varias obras de similares características, pero que se mostraban más irregulares en sus resultados –algunos de ellos por cierto contaron con la colaboración en ocasiones no acreditada del propio Mann-, lo cierto es que especialmente en aquellos títulos que rodó para la pequeña productora Eagled-Lion Films, logró ya plasmar una serie de inquietudes visuales, temáticas y de estilo, que muy poco después fraguaron en su importante aportación al western. Creo que RAW DEAL (1948), es –sin ser un título plenamente logrado- uno de los ejemplos más logrados de esa vinculación de Anthony Mann al cine policiaco, y quizá por encima de ella solo situaría la inmediatamente posterior HE WALKED BY NIGHT (Orden: caza sin cuartel, 1948, correalizada por Alfred L. Werker, único firmante del producto) y la insólita REIGN OF TERROR (El reinado del terror, 1949), en la que se mezclaban aires de film policiaco con elementos de guignol, desarrollados en plena revolución francesa.
RAW DEAL destaca, por encima de una anécdota argumental a mi juicio un tanto endeble, a través de una serie de elementos que dotan de singularidad una producción que no llega a alcanzar los ochenta minutos de duración. En su argumento se describe la andadura existencial de Joe Sullivan (Dennis O’Keefe), un preso condenado por un atraco realizado años atrás. Sullivan consigue huir gracias a la ayuda de su novia –Pat (magnífica Claire Trevor)-, quien le facilita el plan para evadirse de la cárcel. Sin embargo, en esta aventura el preso se llevará consigo a una asistente social –Ann (Marsha Hunt)- que le ha intentado ayudar y al mismo tiempo confía en el lado benévolo de su personalidad. Sullivan intenta en su huída llegar hasta San Francisco y reencontrarse con su antiguo jefe –Rick Coyle (Raymond Burr)-, un acomodado mafioso de instinto sádico que debe al hasta entonces encarcelado la cantidad de 50.000 dólares. A partir de esa huída –del cerco de la policía y de los sicarios de Coyle-, las mejores cualidades del film de Mann provienen de la confrontación moral del protagonista que le brindan las dos mujeres que le rodean en el itinerario, un dilema que finalmente le obligará a reencontrarse a sí mismo y reflexionar ante la imposibilidad de seguir existiendo en su trayectoria como delincuente, a la que se opone el desencanto vital que prácticamente le niega su deseo de integrarse en la normalidad de la sociedad. Es innegable a este respecto, que la película se inclina por mostrar la fascinación provocada por esa vertiente subversiva y hasta cierto punto amoral, y para ello destaca la opción de sobrellevar la andadura argumental de la peripecia del protagonista, a través de la narración en off que realiza la entregada Pat, punteada además por un fondo sonoro de cierta tendencia fantastique. Esta representará en la película una cierta voz de leyenda, mostrando esa vertiente romántica y trágica del personaje, hasta llegar con su abnegación a sacrificar su propio sentimiento en el fragmento final, avisando a Joe del secuestro de Ann, de la que finalmente comprende jamás va a lograr desaparecer del corazón de su amado.
En ese sentido, hay que reconocer que el triángulo de RAW DEAL funciona con una rara perfección en el conjunto de la película, mostrando por su parte Ann ese lado “normalizado” que dicho personaje pretende inocular en Joe, y describiéndose a su través una notable digresión dramática, a partir de la cual en un momento determinado existe un enfrentamiento entre la apariencia burguesa de esta, y los orígenes de clase baja innatos en el protagonista. Sin embargo, quizá precisamente por las semejanzas que en el fondo existen entre ellos –Ann fue la hija de una familia afectada en el entorno de la depresión norteamericana-, se produce entre ambos una fuerte relación, que no podrá eliminar ni el propio deseo de Sullivan de intentar sacarla de su vida para que su aventura personal pueda perjudicarla. Ello quedará magníficamente expresado en ese picado en plano general en el que las dos mujeres se cambiarán de coche, intentando plasmar en el esa dualidad y oposición de personajes, ante la cual finalmente no se podrá más que aceptar el trágico peso del destino. Es indudable que ese fatalismo además, emparenta la película con la vertiente fantastique que ejemplificaron las producciones auspiciadas por Val Lewton en el seno de la R.K.O., pocos años atrás.
Como sucedió en todos los títulos policiacos de Mann de este periodo, es muy notable la compenetración que el realizador mantuvo con el gran operador de fotografía John Alton. Es más, me atrevería a señalar que en muchos momentos la impronta de Alton es muy superior a la del propio director. De nuevo la profundidad de campo, la agresividad de la iluminación y los contrastes, la utilización de humos y efectos lumínicos o visuales –atención a ese plano magnífico en el que el rostro de Pat se refleja en el cronómetro, describiendo de forma ejemplar la tensión interna que recorre su mente- es realmente magnífica, a lo que hay que añadir una planificación que no desdeña el uso de adecuadas angulaciones visuales, contribuyen a dotar de espesura visual, personalidad y pathos trágico a una película en la que, por otro lado, no sería justo dejar de mencionar una serie de elementos que impiden bajo mi punto de vista, que pueda ser considerado como un logro total. En ocasiones, la frontera que debería quedar delimitada en el momento de reconsiderar la valía de una película, impide que este justo ejercicio tenga la debida medida. Y a este respecto, no puedo dejar de señalar que la andadura dramática de RAW DEAL se me antoja un tanto apresurada. Creo que la base dramática del film no es lo debidamente sólida. Me da la impresión –y ello en sí no es un defecto-, que no es más que un pretexto para desarrollar esa historia del triangulo amoroso que, como antes he señalado, está francamente bien expresada. Y prueba de ello lo tenemos con la escasa relevancia que se otorga en la función al personaje del mafioso Rick Coyle, por más que Raymond Burr ofrezca con su retrato, una de las mejores interpretaciones de su carrera.
RAW DEAL recuerda muchos otros títulos noir del cine norteamericano. Desde algunos de cabecera como OUT OF THE PAST (Retorno al pasado, 1947. Jacques Tourneur), DETOUR (1945, Edgar G. Ulmer), o la posterior THE BIG HEAT (Los sobornados, 1953. Fritz Lang), hasta otros menos relevantes, como I WALK ALONE (Al volver a la vida, 1948. Byron Haskin). Ello no es más que la prueba evidente de la diversidad y homogeneidad que de forma paralela, brindó una de las corrientes genéricas más importantes de la historia del cine norteamericano, y de las que este pequeño pero interesante exponente firmado por Anthony Mann supone un ejemplo no rotundo, pero sí bastante notable.
Calificación: 3
2 comentarios
Dario -
Creo que esta es la mejor de las noir de Mann de los '40, bueno, decir "la mejor" es difícil, porque el resto está muy parejito, así que si se me permite, aclaro "la mejor pero por una nariz de ventaja" del resto.
Saludos y felicitaciones
Javier G. Pasamón -
Enhorabuena por tu blog, tus reseñas son una autentica maravilla, en serio.
Te tengo ya agregado a mis links en mi página ;)
Un saludo