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CINEMA DE PERRA GORDA

THE SECRET SIX (1931, George W. Hill) Los seis misteriosos

THE SECRET SIX (1931, George W. Hill) Los seis misteriosos

La mirada revisionista que proporciona el paso del tiempo –unida a las cualidades que emergieron en algunos de sus títulos más conocidos-, han proporcionado una cierta vitola de culto en la figura del norteamericano George W. Hill (1895 – 1934). Aunque ni de lejos hayan podido ser contemplados buena parte de los títulos que forjaron su periodo silente, sí que es cierto que aquellos que realizó con la llegada del sonoro, demostraron una especial intuición en su cine ante las propiedades del nuevo formato cinematográfico, en absoluto dependientes de la presencia de la palabra o el estatismo teatral. Es curiosa además esta circunstancia, en la medida que su obra de aquel tiempo se desarrollara en el ámbito de la Metro Goldwyn Mayer, quizá el estudio que con mayor pesadez asumió esa transición del cine mudo al sonoro. Por ello propuestas como THE BIG HOUSE (El presidio, 1930) o la presente THE SECRET SIX (Los seis misteriosos, 1931), revelan esa inquietud visual de Hill, y dejan entrever el establecimiento de una trayectoria posterior más que prometedora, truncada trágicamente con el suicidio del cineasta. Pero pese a la abrupta conclusión de una filmografía que empezaba a vislumbrar unos senderos más que prometedores, nadie le puede negar al malogrado cineasta haber sido –contando quizá solo con el precedente de Joseph Von Sternberg-, uno de los precursores del cine de gangsters en el seno de la industria norteamericana. En efecto, poco tiempo antes de que la Warner capitalizara esta nueva corriente tan valiosa, Hill ya había logrado aportar una visión de conjunto que aún, más de tres cuartos de siglo después de ser mostrada por vez primera en las pantallas, sigue conservando un considerable margen de vigencia.

 

Esa sequedad, la intención clara de plantear un relato que discurre casi a trallazos, la importancia que se otorga a la expresividad de los rostros de los actores, la fuerza de una escenografía, o el intento de plantear auténticas crónicas sociales a través de las cuales se insertaban las circunstancias dramáticas de daban fuerza interna a sus relatos, eran los ejes sobre los que giraban el ya mencionado THE BIG HILL, y también lo hacen en esta posterior, menos conocida pero igualmente valiosa THE SECRET SIX. Una apuesta llevada a la pantalla con guión y diálogos de Frances Marion, centrando su mirada en el ascenso y caída de un simple y rudo granjero –Louie Scorpio (un eficaz Wallace Beery)-, aunque abriendo dicha anécdota concreta al contexto más extenso del hampa de Chicago. Será un recorrido que trasladará al espectador a un ámbito que alcanzará matices dialécticos, en torno a las causas que facilitarán el florecimiento de la criminalidad en aquellos tiempos, basándose en la prohibición del alcohol, el funcionamiento de diversos gangs al tomar cada uno de ellos una zona de la ciudad. Pero, sobre todo, se centrará en las argucias utilizadas por todos estos grupos, para poder sortear cualquier inconveniente, integrándose en los diversos elementos que proporcionará la sociedad de su época, sin llegar a cerrar sus puertas a las instituciones representativas de la ley, al objeto de violentar su correcto funcionamiento y con ello evitar que las mismas limitara su radio de acción.

 

Todos estos, son elementos que serían con posteridad tratados –probablemente incluso con mayor hondura y lucidez- en ejemplos posteriores, pero si más no, nadie puede negar a THE SECRET SIX el hecho de resultar uno de los títulos precursores de esta vertiente, al tiempo que resultar aún hoy día un exponente de notable eficacia, en el que el espectador poco a poco se va introduciendo en una maraña de personajes y situaciones que quizá a nuestros ojos puedan resultar arquetípicas, pero que siguen manteniendo su fuerza como relato fílmico. Lo logrará con esa manera de expresar las secuencias, generalmente basadas en planos generales, una escasa presencia de diálogos y una austeridad narrativa que muy pronto deja de lado la morosidad para desplegarse en sobriedad como norma de estilo. A partir de esas premisas narrativas, el film de Hill logra resultar en su conjunto un casi complejo muestrario de situaciones y elementos que muy pronto se harían familiares en el devenir de un género enraizado con rapidez en el espectador de la época. A los rasgos antes citados, cabe unir la importancia de la prensa a la hora de desenmascarar estos comportamientos criminales. Y todo ello describiéndonos el devenir de este rudo personaje sin escrúpulos encarnado por Beery, quien no dudará en unirse a un grupo en principio encabezado por Johnny Franks (un Ralph Bellamy que supo encarnar el lado oscuro de su personalidad cinematográfica), aliándose con un abogado corrupto –Richard Newton (Lewis Stone)- para luchar contra otro colectivo gangsteril, apoyando incluso a un candidato a alcalde que finalmente saldrá elegido –el personaje menos trabajado de la película-. A partir de estas coordenadas, llegarán a sobornar al jurado que en última instancia lo declarará inocente –magnífico el detalle de esa pitillera de oro que aparece en plenas deliberaciones, y que introducirán al espectador la sospecha del soborno, conociendo la afición de Scorpio por ese tipo de regalos-.

 

Dentro de ese gusto por el detalle combinado por la austeridad con la que son mostradas las situaciones más dramáticas de la función, tendrán especial impacto las dos secuencias en las que se expresarán ametrallamientos realizados utilizando la oscuridad de los lugares elegidos. Uno de ellos será una taberna, pero sin duda el instante más rotundo de dicha vertiente lo proporciona el cruel asesinato del aguerrido periodista Hank Rogers (Johnny Mack Brown), ante la mirada aterrada de la joven Anne Courtland (una jovencísima Jean Harlow). Será el detonante para la definitiva caída de Scorpio, a partir de cuyo crimen nada volverá a resultar igual, ni siquiera logrando sobornar a los componentes del jurado, que el juez de la vista llegará a desacreditar en su alegato final. En definitiva, THE SECRET SIX puede definirse por derecho propio como uno de los referentes más interesantes con que contó el cine USA en esos momentos iniciales del sonoro, tratando ese aspecto de delincuencia organizada en bandas mafiosas, que muy pronto se erigiría como una de las bases irrenunciables de un cine policíaco, directo y de alta implicación social que, poco años después, se convertiría en la base para la presencia de la auténtica corriente noir. Solo por ejercer ese papel de más o menos precursor, la película de Hill debería gozar de un cierto reconocimiento. Pero es que además de ese aspecto meramente histórico, lo cierto es que THE SECRET... sigue manteniendo buena parte de su fuerza e inmediatez, aunando la conjunción de un relato bien trabado con la crónica de un momento especialmente tenso en la vida urbana de aquellos primeros años treinta.

 

Calificación: 3

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