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CINEMA DE PERRA GORDA

THE WEDDING NIGHT (1935, King Vidor) Noche nupcial

THE WEDDING NIGHT (1935, King Vidor) Noche nupcial

Por encima de cualquier otra consideración y de un análisis más pormenorizado, al algo define prácticamente desde sus primeros instantes THE WEDDING NIGHT (Noche nupcial, 1935), es ser una película con alma. Por más que en ella se alineen casi a la perfección la dualidad de suponer una producción de Samuel Goldwyn y estar firmado por el gran King Vidor –aspectos ambos que se enriquecen en una singular simbiosis-. Percibiendo con nitidez –como pronto comprobaremos-, los estilemas que forjaban la personalidad cinematográfica de Vidor, al tiempo que atisbando la concepción del melodrama que definía la política de producciones de Godlwyn, no cabe duda que es el realizador de THE CROWD (… Y el mundo marcha, 1928) el que consigue asumir la parte del león a la hora de definir uno de los dramas más atractivos que firmara en la década de los años treinta, fértil dentro de su producción, generalmente definida dentro de los encargos de estudio, de los que supo adueñarse e imbricar en su mundo personal.

En esta ocasión, y partiendo al parecer de un lejano eco biográfico sobre la figura del conocido escritor Francis Scott Fitzgerald, THE WEDDING NIGHT se inicia de forma seca y concisa, mostrándonos en la trastienda de una fiesta, la crisis creativa sufrida por el escritor Anthony Barrett (Cary Cooper), que ha entregado una obra que será rechazada por su editor, al que proporcionó un no muy lejano gran éxito. Barrett confiesa estar hastiado del ambiente frívolo que destila su modus operandi social, aunque por el contrario, su esposa Dora (Helen Vinson) se encuentre en el mismo como pez en el agua. Pese a las reticencias de esta, Barrett viajará hasta la vieja casa de campo que posee en Connetticut, de la que se encontraba por completo alejado, y siendo acompañados ambos por su fiel criado oriental. Este nuevo modo de vida no dejará de plantearles dificultades insospechadas, pero al mismo modo aportará un soplo de aire fresco para nuestro escritor, aunque no pueda ser mantenido por una esposa acostumbrada a ambientes más mundanos, lo que le llevará a abandonarle temporalmente al regresar a New York. Sin embargo, en ese momento, este ya habrá encontrado un inesperado asidero emocional, desde el primer encuentro que mantenga con la joven Manya Novak (Anna Sten), quien junto a su padre ofertará la compra de los terrenos que el escritor poseía en su propiedad, y a los cuales accederá en vender. No será ello más que el inicio de una solapada pero creciente relación establecida entre ambos, por más que Manya esté destinada a contraer matrimonio –según el rito polaco- sin que ella participe en la decisión de su padre, que la enlazará con Fredrik Sobieski (Ralph Bellamy). Mientras la muchacha casi emergida de la naturaleza se erige como objeto de una inesperada inspiración literaria para Anthony, la lectura de la obra que refleja esa sincera relación y la lejanía de la que mantenía con su esposa, será percibida por ambas cuando accedan a ese libreto que, más que una obra literaria, parece erigirse como la traslación de un sentimiento vital.

Hay muchas maneras de percibir la sensibilidad que King Vidor aporta en esta magnífica THE WEDDING NIGHT. Entenderla como la búsqueda de la inspiración creativa a través de la sinceridad, la búsqueda de la autenticidad en la experimentación plena de la propia existencia, la eterna contraposición vidoriana entre campo y ciudad o, en definitiva, la imposibilidad existente en el ser humano de asumir la felicidad, en un mundo o en ese compendio de experiencias que conforma lo que denominamos vida. Todo ello se plasma de forma sensible, adoptando una voz callada, dividiendo la película en una primera mitad escorada a una sencilla vertiente de comedia, mientras que su segundo tramo adquiera unos rasgos más intensos. Pero, ante todo, el film de Vidor destaca por el intimismo que desprenden sus secuencias, por la intensidad y pudor que reviste el uso de los primeros planos de los actores –especialmente el joven Gary Cooper y la poco conocida Anna Sten-. Será esta una faceta en la que destacarán momentos tan ejemplares como el que muestra el rostro emocionado de Manya cuando alcanza a leer los primeros capítulos de la novela que ha inspirado, reconociéndose en ella, y al mismo tiempo asumiendo con toda su alma el amor que Barrett le profesa. En un sentido contrario, y cuando acceda tras su regreso a leer la novela ya terminada, su esposa advertirá que no tiene ningún futuro su matrimonio, aunque no deje de reconocer en ella una obra magnífica. Y es que por momentos, uno tiene la sensación que el Gary Cooper de THE WEDDING NIGHT bien pudiera erigirse como una versión juvenil y menos perfilada, del individualista arquitecto que una década después interpretara en la excelente THE FOUNTAINHEAD (El manantial, 1949). Ese concepto de la individualidad, de intentar transitar por senderos personales guiados por su intuición y su deseo de acceder a la verdad a través de su conducta, está magníficamente expresado en una película que no olvida sus apuntes humorísticos –sobre todo trazados en el rol del criado oriental; impagable la manera con la que abandona la vieja casa de Barrett-, pero que se centra ante todo en el dominio de la construcción de los planos y la fuerza expresiva mostrada por sus actores, en especial los dos protagonistas.

Al mismo tiempo, su discurrir resalta en la fisicidad con la que muestra esa llegada del frío, que tanta importancia tendrá en el devenir de su conclusión, en la descripción de las iniciales torpezas esgrimidas por el escritor, acostumbrado a la vida de ciudad, acentuando un rasgo de desvalidez que, en un momento dado, supondrá un acicate para que Manya –pese a mostrarse reticente en algunas ocasiones con él-, no dude en ampararlo y protegerlo de la adversidad del modo de vida en aquella zona. Y es precisamente en el progresivo acercamiento de esos dos seres, rompiendo para ello los elementos que puedan erigirse en obstáculos para ambos –la condición de casado de él y el compromiso de boda cerrado por parte del padre de la muchacha-, donde se percibirá esa casi inaccesible búsqueda de una felicidad, que solo podrán sentir de manera efímera, y que finalmente descansará en la que, presumiblemente, se erigirá como la obra más perdurable de ese escritor que, debido a una crisis creativa, ha podido no solo crear arte a través del amor sino, fundamentalmente, sentir que en una vida llena de prejuicios y frivolidades, puede haber motivo para el sentimiento más supremo y, sobre todo, la verdad del ser.

Apenas evocada en nuestros días, THE WEDDING NIGHT es sin duda una de las muestras más perdurables, sensibles, pudorosas y valiosas del melodrama cinematográfico norteamericano de los años treinta. Una década en donde dicho género adquirió uno de sus periodos más brillantes y prolíficos, y en los Vidor aportó entre ellos exponentes de notable interés como el que comentamos.

Calificación: 3’5

7 comentarios

Juan Carlos Vizcaíno -

Lo que está claro es que en los años treinta, se produjo un periodo dorado para el melodrama, con grandes cineastas que apostaron abiertamente por dicho género. Además de King Vidor, podemos citar a Frank Borzage, John M. Stahl, Leo McCarey, John Cromwell...

Luis -

Guardaba un recuerdo algo lejano de mi visionado hace 20 años en la Filmoteca. Ahora que la he vuelto a ver, para mi es una de las películas más arrebatadoramente románticas de todos los tiempos, con un tercio final absolutamente magistral.

santi -

cada pelicula que veo de vidor crece mas me admiracion por este hombre , y ademas le coloco para mi entre los 10 mejores cineastas de la historia , un cineasta con como minimo 10 obras maestras esta entre los elegidos , salvo y esta es una apreciacion personal , de las 25 peliculas que vi de este hombre solo me dejaron de gustar camarada x y paso al noroeste para mi algo impropio de el aburridisima pelicula , donde tampòco tracy me gusta demasiado.
pocos westerns vi por cierto tan memorables como la pradera sin ley verdaderamente.

Alfredo Alonso (Cineyarte) -

En las siguientes décadas también demostró su excelente talento en el género: Cenizas de amor, El manantial, Duelo al sol, Más allá del bosque, Pasión bajo la niebla o la magnifica Guerra y paz.

Tengo que confesar que King Vidor es para mí uno de los tres mejores directores de la historia debido principalmente a que demostró un total dominio de todos los elementos que conforman el lenguaje cinematográfico (posición de los actores en el campo, feagmentación o homogeneización del espacio escénico, inclusión pertinente de travellings, primeros planos, planos de detalle, sobreimpresiones...). Otras excelentes muestras de su cine fuera del melodrama (aunque nunca totalmente alejados del mismo) son La pradera sin ley, Paso al noroeste o La luz brilló dos veces (imperfecta y apasionante).

Alfredo Alonso (Cineyarte) -

Resulta difícil no considerar como obras maestras a la mayoría de los melodramas rodados por Vidor en aquella decada: Champ, El pan nuestro de cada día, Stella Dallas, La Calle, La ciudadela, Noche nupcial...

Clara -

Excelente crítica. Esta es una de mis películas favoritas de Gary Cooper y siempre me ha extrañado que no sea más conocida. Saludos.

feaito -

Como siempre, magnífica crítica que refleja fielmente lo que es esta gran película de Vidor, que se ha convertido en una de mis favoritas. No sólo demuestra el inmenso talento de Vidor, sino que el nivel interpretativo y ductilidad de un Gary Cooper anterior al establecimiento de su "screen persona" definitiva, así como de la injustamente Anna Sten. Obra de Arte.