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CINEMA DE PERRA GORDA

I'M ALL RIGHT JACK (1959, John Boulting)

I'M ALL RIGHT JACK (1959, John Boulting)

Para todos aquellos aficionados que se encuentren fuera del territorio británico, la imagen común que se mantiene de la existencia de un humor inglés, se centra de manera casi exclusiva en la referencia de las muestras de los Ealing Studios. Sin dejar de reconocer su influencia y la valía de gran parte de sus exponentes, lo cierto es que el humor fílmico de las islas se extiende más allá de dichos exponentes –no demasiado numerosos por otra parte- ni tampoco de la interminable y poco evocadora serie Carry On o Doctor in… –protagonizada por Dirk Bogarde-. En cualquier caso, lo cierto es que la facilidad con la que se define la génesis del humor británico, se centra en la aplicación de una base argumental de entrada rocambolesca, a partir de la cual se desarrollará todo un revulsivo de amplio alcance… pero siempre descrito sin perder en ningún momento la imperturbabilidad. Dicho enunciado se puede aplicar, punto por punto a I’M ALL RIGHT JACK (1959), una de las aportaciones de los curiosos hermanos Boulting –John y Roy-, que alternaban las tareas de realización y producción, e incluso el auspicio de diferentes muestras de género –en especial el policíaco junto a la comedia-. En esta ocasión, nos encontramos ante un título –como tantos otros de dicho tándem-, jamás estrenado comercialmente en nuestro país, aunque en Inglaterra aparezca como un pequeño clásico del género, hasta el punto de que en aquel año Peter Sellers recibiera el premio al mejor actor de la Academia Británica por su sorprendente encarnación del líder sindical Fred Kite.

Recuerdo hace bastantes años haber leído algunos comentarios que cuestionaban el supuesto sesgo reaccionario de la película, centrada en las argucias ideadas por unos empresarios sin escrúpulos, a la hora de insertar a un auténtico imbécil en el seno de una factoría de misiles, con el propósito certero de que con su ineptitud logre provocar una huelga de amplio alcance que les permitirá aflorar pingües beneficios haciendo negocios cuanto menos cuestionables. El sujeto en cuestión es el atolondrado Stanley Windrush (Ian Carmichael), quien una vez concluidos sus estudios y con el apoyo de su tía intentarás introducirse en el ámbito de los ejecutivos de la industria creciente en la Inglaterra de entrada la década de los cincuenta. Sus intentos demostrarán su nula cualificación para adentrarse en un mundo, en el que además demuestra una escasísima capacidad de trabajo. Sin embargo, será su tío Bertram Tracepourcel (un excelente Dennis Price), quien lo incorporará de manera aviesa en una firma de misiles, teniendo la certeza de que con su ineptitud logrará alcanzar ese punto de cataclismo empresarial, que servirá a sus intereses económicos. Y lo cierto es que sus intenciones se verán cumplidas. Desde el primer momento, y aunque Windrush se ha introducido en la misma como obrero, ocultando sus relación familiar con el dueño de la industria, pronto comenzará a hacerse notar con una serie incesante de torpezas, que pondrán en tela de juicio el modus operandi de la firma. Unos métodos que van desde la rígida estructura de sindicatos que comanda Kite, hasta la mezquindad que demuestra su jefe de personal, el hipócrita Hitchcock –el siempre memorable Terry-Thomas-. En medio de dicho contexto, poco a poco se irá recreando el ambiente para estallar una huelga de mucho mayor alcance de las que habitualmente celebran estos sindicatos llenos de liberados que no trabajan y se dedican a jugar a las cartas, pero cuyos derechos no pueden ser revocados.

Sin embargo, más allá de la visión que se ofrece de obreros dominados por la picardía, y empresarios que juegan en realidad con estos proyectando ganancias a un amplio alcance, lo cierto es que el desarrollo de I’M ALL RIGHT JACK se caracteriza por la misantropía que desprende la galería coral de personajes que pueblan su ficción. En realidad, la película parece erigirse como un curioso puente entre la disolvente THE MAN IN THE WHITE SUIT (El hombre del traje blanco, 1951. Alexander Mackendrick), proponiéndose como un precedente satírico de la inmediatamente posterior y eminentemente dramática THE ANGRY SILENCE (Amargo silencio, 1960. Guy Green), el mismo año en que Karel Reisz pusiera una pica en Flandes a la hora de mostrar el nuevo héroe obrero rebelde en su magistral SATURDAY NIGHT AND SUNDAY MORNING (Sábado noche, domingo mañana, 1960) Como se puede comprobar, dentro del ámbito de la sátira, e incluso insertando en ella algunos apuntes de brochazo grueso, Boutling logra establecer un marco coral en el que no se sabe que personaje resulta más mezquino. Si los mandamases que han llevado al pobre Windrush a los pies de los caballos, el propio protagonista, un arribista estúpido que quiere llegar a ejecutivo sin proponerse dedicarse por entero al trabajo, el líder sindical que solo vive a base de consignas, el jefe de personal, que solo sabe estar con el que tiene delante, o ese conjunto de obreros que solo defienden unos privilegios basados en la holgazanería.

Estamos hablando de una comedia satírica, y lo cierto es que el film de Boulting ofrece numerosos motivos de regocijo. Desde esa voz en off inicial que nos presenta de forma inesperada al distinguido anciano encarnado nuevamente por Sellers, símbolo de una visión antigua de Inglaterra, que morirá una vez se produzca la paz tras la II Guerra Mundial, la mirada ante la publicidad que irá prodigándose en las calles londinenses, la visita a una industria de confituras –impagable el plano en que una de las empleadas estornuda delante de una bandeja con dichos productos-, aspectos estos dos últimos –la invasión publicitaria y el poder creciente de las máquinas- que nos recordarán poderosamente el universo del norteamericano Frank Tashlin todavía no consolidado en USA. Una vez en la factoría, Windrush muy pronto irá percibiendo la picaresca que se establece entre el conjunto de los trabajadores, siempre dispuestos al paro, y entre los que incluso algunos se encontrarán escondidos ¡detrás de unas enormes cajas de madera, que este descubrirá al separarlas con su máquina, jugando a las cartas de manera anónima! ya que son aquellos que la empresa quería despedir, pero el sindicato ha decidido mantener como controladores. Todo un conjunto de actitudes dominadas por la vileza, que de manera inesperada provocarán un paro general industrial en todo el país, ante las que las declaraciones de los representantes sindicales y gubernamentales en realidad no aportarán nada, y nuestro alelado protagonista no solo irá adquiriendo conciencia, sino que se erigirá como un auténtico héroe nacional, al ser el único que acudirá diariamente al trabajo, provocando una situación incómoda tanto a empresarios como a sindicalistas.

I’M ALL RIGHT JACK supone, sobre todo, la posibilidad de proseguir en el terreno de trasladar aquella comedia amable que caracterizó el cine de la Ealing –aportaciones de Mackendrick aparte-, e insertarlo dentro de un contexto más relista, en el que no faltará la celebración de un debate televisivo que acabará como una batalla campal, desparramando Windrush el dinero que Cox (Richard Attenborough) había dispuesto para que simulara una enfermedad y se retirarara de la polémica. El lanzamiento de dichos billetes en pleno estudio, provocará situaciones francamente divertidas –esa gorda que cuenta una gran cantidad de libras cosechadas, de las que no se desprenderá de ninguna manera-.

El film de Boulting finaliza con tanto sentido irónico como de frustración. Todos aquellos personajes que durante la película lo han utilizado, lo convertirán en una víctima propiciatoria, siendo confinado a un tratamiento psiquiátrico, con lo cual aquellos que hicieron de él una víctima propiciatoria mostrarán su tranquilidad. Lo cierto es que dotado con magnífico sentido del ritmo, una ambientación obrera que casi se puede palpar, el conjunto de un cast magnífico –como es habitual en el cine británico-, y sabiendo estar de la mano de las nuevas corrientes que en aquellos años se adueñaban del cine inglés, I’M ALL RIGH JACK es una comedia perdurable, divertida y efectiva, marcada en la plasmación de la lucha de clases, al tiempo que demoledora en su expresión consustancial de la hipocresía inglesa. Cuatro años después, los hermanos Boulting incidiría en esta vertiente codirigiendo HEAVENS ABOVE! (1963), de similares logros y cualidades.

Calificación: 3

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