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CINEMA DE PERRA GORDA

THE GORILLA (1939, Allan Dwan)

THE GORILLA (1939, Allan Dwan)

Inmerso en el ámbito de la serie B dentro de la 20th Century Fox de aquellos años –aunque no le impidiera rodar títulos de la enjundia industrial de SUEZ (1938), Allan Dwan siguió demostrando, tras sus rápidos rodajes, un manejo casi perfecto de la dinámica del cine de géneros, que prolongó en una de las filmografías más extensas y, al mismo tiempo, fascinantes –por diversas circunstancias- del cine clásico norteamericano. Una obra en la que se encuentra una vitalidad casi única –la misma que podía expresar otro de los pioneros, como Raoul Walsh, con el que compartió tantas características-, pero en la que no se puede omitir una lógica irregularidad. Aún con ello, confieso que de todos los títulos en la obra de Dwan que he tenido ocasión de contemplar, ninguno de ellos ha aparecido menos atractivo que este menos que discreto THE GORILLA (1939). Pequeña producción que se establece como parodia de una determinada dramaturgia terrorífica –que en el cine aportaría con anterioridad un título tan glorioso como THE CAT AND THE CANNARY (El legado tenebroso, 1928. Paul Leni) o la un tanto estridente THE OLD DARK HOUSE (El caserón de las sombras, 1932. James Whale)-, el origen de este relato de menos de setenta minutos de duración, se centra en la adaptación de una obra teatral del escritor de comedia Ralph Spence. No tengo las suficientes referencias, pero intuyo que la misma se escribió y estrenó para los mismos destinatarios de esta pobre producción fílmica; los nefastos Hermanos Ritz. Jamás había tenido ocasión de contemplar hasta la fecha ninguna de sus películas, y he de confesar que tras la experiencia, mi instinto me podrá en guardia a la hora de encontrarme con alguna otra de sus películas.

Y es que los diez primeros minutos de THE GORILLA, acreditan el buen pulso y el sentido del ritmo y la atmósfera inherente al cine de Dwan. Aunado con la presencia de un vibrante montaje, el uso de cortinillas y sobreimpresiones, nos introducirá muy pronto en el misterio generado por un criminal denominado “El gorila”, que ha cometido ya varios crímenes, los cuales se han presentado anteriormente con siniestras amenazas anónimas. Con presteza, su director nos envuelve en una creciente amenaza, que se traslada al domicilio del acaudalado Walter Stevens (el habitual villano Lionel Atwill). Este al tiempo que comienza a asustarse ante dicha circunstancia, aunque prefiera no contar con el aviso a la policía, ha citado a su joven sobrina Norma (Anita Louise), que acudirá acompañada por su novio. Algo aparecerá oscuro en el comportamiento de Stevens, sabiendo además que es el depositario compartido de una herencia con Norma, y si uno de los dos desapareciera, el otro asumiría al completo la misma. La llamada que recibirá, en la que se revela que debe de abonar un cuarto de millón de dólares, aparecerá como la prueba determinante de ese lado oscuro que pondrá en advertencia al espectador. Serán diez minutos dominados por un notable atractivo, que se desmoronará casi por completo, ante la presencia de estos aborrecibles Ritx Brother –que, justo es reconocerlo, aparecen en escena con una situación divertida, escondidos tras un paraguas troquelado ante la lluvia-. Por desgracia, el teórico interés de esta parodia del cine de misterio, queda casi anulado por completo, en el servilismo hacia tres supuestos cómicos, que podrían competir en imbecilidad a nuestros Hermanos Calatrava. A este respecto, la planificación de Dwan se centrará en el seguimiento de las nulas gracias de estos infumables intérpretes, dejando desamparado un vodevil que deja entrever sus pobres costuras. Ni la presencia siempre amenazante de Bela Lugosi, intentando brindar malignidad a todas sus presencias. La una sirvienta chillona, a lo Una O’Connor, o la fugaza presencia de el posteriormente magnífico Joseph Calleia, en una performance chirriante, basta para insuflar interés al conjunto. Salidas y entradas de puertas y rincones oscuros. Una escenografía de raíz gótica y siniestra. Algún gag afortunado –ese maniquí que se pega a la espalda de uno de los Ritz, pensando que está siendo seguido por un fantasma-. O la presencia de la habitual iconografía del género, en este caso ayudada por la presencia de un enojoso gorila, completarán una película que, justo es señalarlo, podría haber legado algo más lejos en su efectividad, tal y como atestiguan sus primeros minutos, pero que se malogra por la única razón que le ofrece su propia existencia; el protagonismo de uno de los peores equipos cómicos que jamás vieron la gran pantalla; the Ritz Brothers.

Calificación: 1’5

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