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CINEMA DE PERRA GORDA

A DISTANT TRUMPET (1963, Raoul Walsh) Una trompeta lejana

A DISTANT TRUMPET (1963, Raoul Walsh) Una trompeta lejana

Cuando uno contempla A DISTANT TRUMPET (Una trompeta lejana, 1963), en ningún momento se percibe cansancio o rutina en el trabajo de Raoul Walsh. Pese a contar ya con setenta y seis años cuando se rodó la misma, se cuenta que en el rodaje aún dirigía las cámaras montando a caballo. Lo cierto es que nos encontramos con una mirada que combina lo vitalista con lo elegíaco. Con el fin de un tiempo para el Oeste, al que sucedería otro, quizá menos sensible con aquel mundo. En cualquier caso, nada hacía preludiar que Walsh deseara que este fuera su testamento fílmico, aunque los prejuicios de estudios y compañías de seguro, fueron los que propiciaron el retiro de un cineasta ya muy veterano, pero que se encontraba en plena forma, y que además volvía a dar vida un western en su estudio preferido; la Warner. Dicho ámbito es el que le proporcionará esta historia, en la que el pasado, el presente y el futuro del Oeste, se dirime a través de la mirada proporcionada por el teniente Hazzard (Troy Donahue), recién graduado de West Point, hasta Fort Delivery, en Arizona. Desde su puesto de aprendizaje, Hazzard se traerá hasta su primer destino una nueva mirada en torno al universo indio, desprovista de la cerrada animadversión brindada hasta entonces en el Oeste. Ya en las secuencias iniciales hemos visto la situación que el futuro militar se va a encontrar, en un fuerte que se encuentra aislado, sin mayor protagonismo que el de marcar un cierto límite a la posible actuación de los indios, que en su mayoría aceptan su nuevo destino en las reservas, con la única excepción de Águila de Guerra, que sigue desafiando al gobierno norteamericano, con su actitud rebelde.

Así pues, Hazzard se encontrará a su llegada al fuerte con dicha circunstancia, pero sin que él se de cuenta de ello, una problemática paralela le sobrepasará; el atractivo que ofrece a dos mujeres contrapuestas. Una de ellas será la reflexiva y sensual Kitty (magnífica Suzanne Plashette), aunque se encuentre casada con el mayor Mainwarring (William Reynolds). La otra, la novia que ha dejado en Washington –Laura (Diane McBain)-, a la que tendrá presente mediante una fotografía en su aposento, y que de manera inesperada se trasladará al fuerte. Contraste entre dos mundos a la hora de incorporar el modo de vida de esa Norteamérica, y contraste también a la hora de asumir la propia existencia, dilucidando en si hacer caso a las convenciones, o realizarla con voluntad de atender a los sentimientos. Ese enfrentamiento es el que vivirá el joven militar, atendiendo para ello tanto a su instinto, a su propia vivencia personal, o a aquello que ha ido recibiendo en su educación militar. Y será la base sobre la que se sostendrá esta película de gran belleza, en todos los episodios que atiende esa lucha física con los indios, en la que no rehuirá la crueldad de estos –esos impactantes pasajes, en los que se describe la tortura a la que han sido sometidos Kroger y una mestiza con la que huirá, enterrados con vida para ser devorados por las hormigas, o la no menos cruel tortura que sufrirá Mainwarring-. Sin embargo, el propio recorrido por la mineralizad de este rocoso y agreste paraje, parece erigirse como un homenaje a una forma de entender ese Oeste dominado por la libertad asumida por los indios. Walsh filmará y dará vida alguna de las cabalgadas más hermosas de su cine, se mostrará especialmente analítico al describir en el vigoroso CinemaScope fotografiado por el gran William H. Clothier, las tácticas de la lucha a caballo de indios comandados por Águila de Guerra y el mando del general Quaint (estupendo James Gregory). Y al mismo tiempo, se percibirá en la película, esa combinación de clasicismo y mirada irónica. Algo que podremos comprobar en el enfrentamiento de las dos mujeres en torno a la figura de Hazzard, o la presencia de esa caravana de prostitutas, encabezada por el siniestro Seely Jones (Claude Atkins), mostrando con ese colorido de sus vestuarios, situaciones que muy pronto prolongarían cineastas como Sam Peckimpah.

Considero que A DISTANT TRUMPET es una película magnífica, y un cierre más que digno en la filmografía de uno de los grandes del Hollywood clásico. Sin embargo, no creo que con ella Walsh aportara esa obra meditada como cierre de su obra, ni uno de sus mejores logros. Hay en ella elementos contrapuestos para valorar sus virtudes y limitaciones. Entre las segundas, es indudable que la más importante de ellas la aporta el protagonismo del insulso Troy Donahue, incapaz de otorgar el necesario carisma a su personaje. Es cierto que el viejo zorro de Walsh procura filmarlo en planos generales o americanos, intentando mitigar su inexpresividad, aunque sin lograr anular la tendencia de Donahue a posar como en una fotonovela. Cuando las necesidades obligan a que aparezca en primer plano, no solo el resultado es penoso –su actitud cuando descubre que su novia se encuentra en su cuarto-, sino que además cabe poner en cuarentena el presunto atractivo del joven, con ese rostro de lechuguino. Que gran oportunidad se perdió, al haber podido ceder protagonismo al estupendo William Reynolds, dispuesto en esta ocasión en un lugar secundario. Sin embargo, finalmente se nos lleva a un terreno sin duda querido por el cineasta, como es hacer una llamada a la dignidad del pueblo indio, sin haber renunciado con anterioridad a mostrar su crueldad y contradicciones –inherentes al ser humano-. Y ello se producirá en el fragmento más hermoso de la película y, sin duda, de los más líricos de su realizador. Esa llegada al lugar donde se encuentran los seguidores del guerrero rebelde, situada junto a un enorme río de caudal lodoso. Tras una sincera conversación, Águila de Guerra reconocerá estar cansado de huir y luchar y, en una secuencia conmovedora, toda su gente se despojará de sus lanzas, después de que él lo haga de su atuendo de plumas. Se iniciará con ello el discurrir de su gente, custodiada por el teniente y su fiel ayudante indio. Será el inicio del enorme desengaño que sufrirá, al percibir en carne propia el cinismo de esa nueva clase política, a la hora de tratar el problema de los indios. Es cierto, A DISTANT TRUMPET soluciona con demasiada rapidez un conflicto que se plantea con enorme severidad –aunque en ella introduzca el creciente poder de la prensa en la nueva sociedad del país-. Sin embargo, ello no limita el alcance de esta película hermosa y dolorosa en sus mejores momentos, con las que el viejo tuerto decía, sin que él lo pretendiera, su adiós al cine, que siempre interpretó como traslación de una existencia vitalista y aventurera.

Calificación: 3’5

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