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CINEMA DE PERRA GORDA

TOMORROW WE LIVE (1942, Edgar G. Ulmer)

TOMORROW WE LIVE (1942, Edgar G. Ulmer)

En la legendaria entrevista que Peter Bogdanovich, formuló al alemán Edgar G. Ulmer, muy poco tiempo antes de que este, enfermo y largos años ausente de la profesión, falleciera, ante las preguntas del en esa ocasión crítico, Ulmer manifestaba esto, con su característica voz engolada, sobre TOMORROW WE LIVE (1942); “Extraña, muy extraña. En aquella época estaba muy influido por el Grand Guignol [teatro del horror francés]; tardé veinte años en librarme de aquella influencia. Su histrionismo absoluto y su componente melodramático resultaban muy tentadores, una película de terror en el desierto, con Ricardo Cortez”.

Mezcla de intelectual y artista relegado e incluso torturado en función de su obra, no cabe duda que Ulmer era, al mismo tiempo, un inusitado megalómano, capaz de plasmar las más increíbles fantasías en sus declaraciones, y plasmar en otras los más peregrinos argumentos. Es, en mi opinión, lo que puede definir, punto por punto, comparar esa breve descripción efectuada por su realidad, y lo que en realidad nos ofrece esta producción de la PRC, rodada inmediatamente antes de la insólita comedia MY SON, THE HERO (1943). De entrada, nos encontramos con la disponibilidad de un negativo en paupérrimas condiciones de conservación, hasta el punto que en determinados momentos, resulta difícil de distinguir y separar el contenido del plano -no es el único caso en parte de sus películas, rodadas por lo general en paupérrimas condiciones de producción-. El que pese a sus enormes limitaciones y a sus no pocas debilidades, conserve en su conjunto un apreciable nivel de interés, permanece por completo al talento de un Ulmer, capaz incluso en las condiciones más adversas, de saber aplicar una personalidad extraña, insertando buena parte de sus películas, por más que queden marcadas inicialmente dentro de un ámbito genérico, dentro de vértices del morality play.

TOMORROW WE LIVE, se inicia con unos planos -oscuros por la mala copia-, que describen la ubicación de una taberna en el desierto de Arizona. Unos planos, por cierto, que estoy seguro que se sacaron de algún viejo western serial, y que nos introducen al marco de la desvencijada taberna, en una estación de servicio que parece encontrarse en medio de la nada, que regenta el viejo William ‘Pop’ Bronson (Emmett Lynn), y en el que encuentra como fiel ayudante a la joven Melva (Roseanne Stevens). Hasta allí se desplazará Julie (Jean Parker), la joven y vitalista hija de Pop, que regresa del colegio universitario en donde ha estado estudiando, mediante la puntual financiación que ha recibido de su padre. Muy pronto percibirá que la nula vitalidad del mortecino establecimiento, sospechando y sacando a su progenitor, la dependencia de este con el siniestro Alexander Caesar Martin ‘El fantasma’ (una notable performance de un ya curtido Ricardo Cortez), propietario del lujoso club The Dunes. Se trata de un hombre delimitado por su carisma, aura temeraria, y también por haber sufrido en el pasado no pocos ataques. Hasta allí se desplazará Julie, decidida a lograr que este se desentienda de su padre. Sin embargo, como si estuviera marcado por el destino, el encuentro entre ambos posibilitará una extraña sensación de ensoñación, puesto que Martin señala que esperaba la visita, y Julie muy pronto caerá rendida ante los encantos de este. Pese a ese brillo cegador, la muchacha irá descubriendo el lado oscuro e inquietante del gangster, quien al mismo tiempo irá viviendo en carne propia, la presión de los representantes de otro gang, que intenta forzar a este a que reparta sus dominios. Todo ello, irá confluyendo hacia una catarsis, en la que el padre de Julie se enfrente a Martin, muriendo en el empeño, y finalmente este, caiga derrotado por aquellos que se han convertido en sus mortales enemigos.

Llena de déficits de producción y, por que no decirlo, enormes limitaciones dramáticas -pienso en la casi paródica presencia de los componentes del “gang” que se opone a ‘El fantasma’, que parecen salidos de un western paródico de serie Z. Sin embargo, Ulmer logra revertir esas clamorosas carencias, creando a partir de ellas un aura de pesadilla, que se extiende al conjunto del relato. Por momentos, y pese a sobrellevar un argumento por completo diferente, parece que nos encontramos con un borrador estético de la magnífica DETOUR (1945). La película, destaca a mi modo de ver, en aquellas secuencias rodadas en el interior del negocio y el entorno del ya anciano Pop, en cuyo pasado se encierra esa condición de asesino, que Martin ha sabido utilizar astutamente, al reclutarlo para sus fines. En el contraste de ese contexto turbio, aparecerá el personaje más prescindible de la función. El teniente Bob Ford (William Marshall) antiguo novio de Jean, que hará renacer ese amor aún latente entre ambos, llevando a la joven a enfrentarse al intimidador delincuente.

Ulmer logra articular una oportuna dramaturgia visual con una inusual movilidad de la cámara, y un especial cuidado en las composiciones de sus planos, con especial cuidado en las zonas de luz y de sombra, y la ubicación de los actores dentro del encuadre. Sorprende, llegados a este punto, la irregularidad de la película, que acusa un cierto estatismo, en las secuencias descritas en el interior del imperio de ‘El fantasma’, con una cámara plasmando en plano general y fijo, los incidentes registrados en su enfrentamiento con sus opositores. Por el contrario, TOMORROW WE LIVE, alcanzará sus mejores momentos, en esas secuencias tensas, en las que se jugará con el tormentoso pasado, y el rostro ajado y cansado, y ajado, en primer plano, de ese padre fiel y callado, que ha soportado la humillación de Martin, por lograr sufragar los gastos de la educación de su hija.

En definitiva, mirándola tanto como avance de títulos suyos mucho más logrados, o analizando los resultados alcanzados, a partir de unas premisas de enorme pobreza -tanto material como conceptual-, nos encontramos en el fondo, con una pequeña curiosidad, que logra el milagro de convertir una nadería, en un conjunto dotado de cierto interés.

Calificación: 2’5

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