GOODBYE, MR. GERM (1940, Edgar G. Ulmer)
Ejemplo extreme de la conjunción de un cineasta de probado talento, andadura errática hasta extremos casi inauditos, y al propio tiempo artista que luchó contracorriente sobre todas las dificultades y carencias, que sobrellevó durante su larga andadura cinematográfica. Lo cierto es que no se puede establecer una mirada completa sobre el cine de Edgar G. Ulmer, sin hacer escala en sus títulos yiddish, sus producciones tardías en el terreno de la ciencia-ficción, su previsiblemente inocente inclusión en el cine nudie –THE NAKED VENUS (1959)-, o sus cortometrajes de carácter didáctico. Lo triste de todo ello, estriba en la dificultad aún existente para poder acceder a todos estos títulos –a los que habría que citar otros incorporados en géneros y ámbitos más familiares-. No cabe duda que hacer un seguimiento retrospectivo sobre el conjunto de la filmografía de Ulmer, supone una tarea en la que la paciencia y perseverancia se encuentran siempre presentes. Es por ello, que resulta grato encontrarse con uno de esos títulos ignotos, uno de aquellos cortometrajes de alcance didáctico rodados, en esta ocasión en 1940. Se trata de GOODBYE, MR. GERM en el que se narra en apenas catorce minutos la lucha contra las bacterias que provocaban en aquellos lejanos tiempos la tuberculosis. Para explicar dicho proceso el cineasta ofrece una curiosa triple estructura, que logra en primer lugar brindar al conjunto de un aire bizarro, en el que la amabilidad y alcance dialéctico de su trazado, no deja de ofrecer aspectos que conectan con el lado extraño y personalísimo del cineasta. La filmación se inicia con la presencia de un veterano investigador, decidido a explicar a su nieto el origen de los gérmenes generadores de tan grave enfermedad –sobre todo en aquellos tiempos, apenas emergidos de la Gran Depresión-. La propia configuración física del investigador –nos la acerca a un clásico mad doctor del cine de terror de la época-, será la primera pista a la introducción del aspecto más atractivo del corto, como es la traslación a un universo –el laboratorio del investigador-, que de repente se convertirá en un escenario extraño, y donde a la capacidad de Ulmer para la utilización de decorados, se incorporará el diálogo ficticio del veterano investigador con los animales que tiene dispuestos en jaulas en dicho recinto.
La evocación de tintes cercanos al universo de Lewis Carroll, nos trasladará a un insólito y convincente contexto, en el que el veterano doctor dialogará con uno de los gérmenes que este tenía cultivados –que será presentado mediante animación-, y con quien dialogará, explicándole dicha simpática bacteria los modos con los que sus “compañeros” atacan a sus víctimas propiciatorias. Esta insólita conjunción, nos permitirá comprobar la acción de todas ellas en el interior de un joven de buena presencia –conocido tanto del profesor como de su pequeño nieto-, integrando en ello un relato de breves pinceladas de imagen real, que se combinan con la actividad de las animadas bacterias. Nada de todo ello resulta extraordinario en sí mismo, pero lo cierto es que en su conjunción, y sobresaliendo de su asumida modestia, GOODBYE. MR. GERM constituye una muestra más que estimable e incluso en algunos aspectos modélicas, sobre como acercar determinados temas complejos y poco gratos, a un público cercano e incluso infantil, informando y entreteniendo al mismo tiempo. Destaquemos en esta modesta producción la agilidad de su montaje, esa capacidad innata en Ulmer para mostrarse siempre sombrío, pese a que en esta ocasión asistamos a un breve metraje, destinado en primera instancia a la información didáctica del espectador. Sin embargo, esos planos inclinados sobre las jaulas que son magnificadas en el laboratorio, la extraña configuración física del doctor, o incluso algunos planos de la animación –aquellos que detallan el ataque de las bacterias, provocando en el joven tos con sangre-, son destellos de un Ulmer que, justo es reconocerlo, tampoco tenía más margen de maniobra en este formato reducido, pero que, también es oportuno señalarlo, supo plasmar en él, -en una duración de apenas catorce minutos-, un producto entretenido, convincente y, hasta cierto punto, inquietante, como no podía ser de otra manera, viniendo de sus manos.
Calificación: 2’5
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Jesús Cortés -