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CINEMA DE PERRA GORDA

STRANGE ILLUSION (1945, Edgar G. Ulmer)

STRANGE ILLUSION (1945, Edgar G. Ulmer)

Si hubiera que considerar el resultado de STRANGE ILLUSION (1945. Edgar G. Ulmer), atendiendo a las sugerencias que emanan de sus secuencias de apertura y conclusión, sin duda nos encontraríamos con un título poco menos que inolvidable; la manifestación visual –a través del uso expresionista de esa retroproyección que se erigió como un casi obligado recurso ulmeriano, haciendo una vez más virtud de la consustancial limitación de presupuestos de su cine- del pesadillesco sueño vivido por el joven protagonista del film –Paul Cartwright (Jimmy Lydon)-. En el que describen sus primeros instantes, el espectador vivirá una sombría pesadilla en la que se aunarán sombras amenazadoras y tenebrosas evidencias, mientras que el que culmina la ficción, mostrará una versión relajada de la situación vivida en el comienzo, quizá aún más fantasmagórica, en la medida que puede significar el definitivo ingreso en el más allá de su protagonista, o simplemente otra de sus alucinaciones.

Por desgracia, lo que engloba el conjunto de su metraje, no se encuentra a la altura de las cubiertas de este relato fílmico, que cabe situar entre los títulos menos atractivos de cuantos filmara en el seno de la Producers Releasing CorporationPRC-, uno de los estudios pobres de Hollywood, en los que sin embargo Ulmer no solo encontró una mayor estabilidad laboral, sino también buena parte de sus obras más perdurables –DETOUR (1945), THE STRANGE WOMAN (La extraña mujer, 1946), CARNEGIE HALL (1947), RUTHLESS (1948)-. En esta ocasión, la película se centra en el seguimiento que el joven Paul, realizará de los presagios emanados en la pesadilla que da título al film, ayudado por su buen amigo el dr. Vincent (Regis Toomey), con quien se encuentra en periodo vacacional incluso pescando juntos. En medio de dicho marco lúdico, el muchacho recibirá una de las cartas póstumas enviadas por su padre, en la que le alertará de los peligros que puede sufrir su madre –Virginia (Sally Eilers)- caso de ser cortejada por personas sin escrúpulos. Imbuido de la intuición que cree encontrar en el sueño vivido, unido a la advertencia que le brinda ese escrito que bien pudiera provenir desde el más allá –las cartas del padre muerto en un accidente de circunstancias poco claras, las ha venido recibiendo de forma espaciada-, Paul decidirá volver a su mansión familiar, sabiendo que su madre está siendo cortejada por Brett Curtis (Warren Williams), ante cuya actuación se dividirán unos y otros, entre quienes lo consideran encantador y los que no dudan en definirlo como un ser sin escrúpulos. Paul no dudará en situarse en el segundo término –la planificación de Ulmer no dudará en hacernos ver tal ausencia de empatía, para lo cual solo hará falta encuadrar en un inesperado primer plano al atildado y siniestro rostro de Williams-, comprobando al mismo tiempo como ciertos indicios que viviera en sus sueños se van cumpliendo de manera metódica.

Hay un elemento que se deja entrever en el film de Ulmer –con guion de Adele Comandini-, y que de alguna manera lo liga con una de las temáticas predilectas del realizador. Estamos hablando de esa permanente incursión del realizador en las problemáticas emanadas de las relaciones familiares. Se trata de algo que ligará THE BLACK CAT (Satanás, 1934) o, de manera más cercana, la relación entre madre e hijo en la magnífica CARNEGIE HALL, sin olvidar las relaciones establecidas casi desde la infancia en THE STRANGE WOMAN. Quizá como trasunto de su propia y errática andadura vital, el director alemán mostró una especial predilección por la traslación de estas relaciones, que en el título que nos ocupa por un lado ofrece tintes casi edípicos, aunque por otro emerja en una lógica aplastante. A la hora de plasmar la influencia de ese padre que tanta personalidad demostró tanto como cabeza de familia como en calidad de jurista, Ulmer no dudará en encuadrar en contrapicado la secuencia del primer encuentro del hijo con Curtis. Con ello integrará su peso específico, que está a punto de ser violentado con la llegada de ese auténtico “encantador de serpientes”, del que el joven y observador Paul desconfiará desde el primer momento, pese al entusiasmo que provoque en su madre.

No puede decirse que las premisas que brinda STRANGE ILLUSION sean desdeñables. Tampoco lo es su resultado, aunque este carezca del rigor y el arrojo que Ulmer brindó en la mayor parte de sus películas realizadas para la PRC. Hay en su desarrollo argumental una sensación de estatismo, como si el realizador temiera despegarse del previsible –y mucho me temo que menguado- impacto de su argumento, dejando en un segundo término la capacidad transgresora y, ante todo, la enorme inventiva visual que supo trasladar a la mayor parte de su obra. En su lugar, la película se desliza por una pendiente de menos –aunque nunca carente- interés, ofreciéndose como un extraño e individual precedente de la posterior cinta británica de la Ealing HUE AND CRY (1947, Charles Crichton). Si en la propuesta británica unos chavales de un barrio londinense se postulaban como improvisados detectives, en esta ocasión el perseverante Paul –siempre contando con la ayuda del dr. Vincent-, no dudará en ofrecerse como víctima propiciatoria al aceptar ser ingresado en una clínica psiquiátrica comandada por el poco fiable profesor Mulhback (Charles Arnt) –en realidad aliado con Curtis en su común deseo de apoderarse de la fortuna de la madre del muchacho-. Cierto es que todos estos elementos argumentales –a ello cabe sumar la poco convincente ligazón con la que se une al personaje del escasamente fiable Curtis con el presunto asesino que en su momento no logró ser encontrado, que Paul no duda en identificar como la misma persona-, aparecen insertados con falta de credibilidad. Por el contrario, si se quieren buscar los elementos de interés en esta propuesta, más vale centrarse en ese aire gélido y casi alienado que presenta el recinto psiquiátrico en el que se interna al muchacho, en la fuerza que adquieren las secuencias nocturnas exteriores –de manera especial aquellas que se desarrollan en zonas boscosas-, y también en la lúbrica -e insólita en el cine de aquellos años- sutileza con la que se muestra la inclinación de Curtis por las jóvenes muchachas, que tendrá un protagonismo especial en los instantes finales de la película.

Pero el gran triunfo de STRANGE ILLUSION, el que le proporciona un interés suplementario pese a sus convenciones, es el plano final, que muestra la resolución del sueño de Paul, una vez este ha sufrido un accidente a la hora de luchar contra Curtis. Estimo que Ulmer decidió apostar por una conclusión abierta, dejando una extraña impresión al espectador ¿Sería la “extraña ilusión” que da título al film, o una astuta manera de proporcionar un grado de desosiego a una historia que no poseía demasiadas posibilidades? No nos engañemos, un hombre de cine tan avispado como era el gran cineasta, también tenía el derecho de proporcionar el barniz de una supuesta hondura, a una historia en la que, sin duda, detectó no pocos lugares comunes.

Calificación: 2’5

1 comentario

Alfredo Alonso -

Siempre ( a pesar de ciertas debilidades consustanciales al tipo de produccines en las que se movía habitualmente) resulta gratificante por alguna razón (normalmente visual, aunque también con cierta frecuencia argumental) poder ver un filme de Edgar G. Ulmer.