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CINEMA DE PERRA GORDA

THE SECRET OF CONVICT LAKE (1951, Michael Gordon)

THE SECRET OF CONVICT LAKE (1951, Michael Gordon)

Es probable que todos aquellos que conozcan y disfruten –yo más lo primero que lo segundo- PILLOW TALK (Confidencias a medianoche, 1959) desconozcan que tras la cámara se encontraba un realizador como Michael Gordon, que ya entonces se encontraba de retorno a un cine norteamericano que había dejado de forma abrupta, al ser una de las víctimas más destacadas del maccartismo en la pantalla. No puede decirse que el taquillero y representativo exponente de comedia protagonizado por Rock Hudson y Doris Day fuera un referente de especial significación, ni siquiera demostrara un especial rasgo de estilo en su actualización de la sempiterna “guerra de los sexos”. Pero al menos trajo la vuelta a la actividad de un realizador hasta entonces postergado, que poco tiempo después firmaría otra aportación al género más atractiva, como fue BOYS’ NIGHT OUT (Una vez a la semana, 1962), dentro de una filiación a la comedia tan simpática como poco perdurable. Sin embargo, es en sus primeros pasos como realizador, donde cabe encontrar lo mejor del Gordon realizador, quien firmó una atractiva versión de CYRANO DE BERGERAC (1950), y a la que cabría unir THE SECRET OF CONVICT LAKE (1951), notable producción de la 20th Century Fox en la que, bajo una mixtura de drama envuelto en lejanos aromas westernianos, se esconde una meridiana parábola en torno a la necesidad de la comprensión y la compañía del ser humano. No era por otra parte, la única ocasión en la que el estudio de Zanuck se inclinaba por combinaciones genéricas de este tipo. Recordemos para ello un ejemplo tan atractivo –y paralelo en el tiempo al que comentamos- como RAWRIDE (El correo del infierno, 1951. Henry Hathaway), con el que comparte esa creciente tensión en el encuentro de sendos colectivos humanos, absolutamente contrapuestos unos a otros, pero de los que en el último momento se establecerán nexos de unión.

Nos encontramos a finales del siglo XIX, asistiendo a los últimos coletazos de la fuga de un grupo de cerca de treinta reclusos de una prisión en Nevada. Todos han huido teniendo como fondo las inclemencias de una tremenda tormenta de nieve en plena montaña, siendo seguidos por patrullas que encontrarán los cadáveres de la mayor parte de todos ellos. Apenas quedarán seis, quienes en un momento de extrema crudeza por el clima, dejarán de ser perseguidos por las patrullas a caballo, incapaces de seguirlos en la nieve. Uno de los presos fugados morirá cuando estos se encuentran a punto de acceder a un pequeño poblado. Este quedará definido como un auténtico oasis en medio de la tempestad, del que pronto descubrirán se encuentra apenas poblado por un número reducido de mujeres. Estas se apercibirán de la existencia de elementos extraños que alteran su cotidianeidad por medio del perro de una de ellas, pero pronto se producirá el encuentro entre el grupo de fugados, y las vecinas de diferentes edades que se encuentran en el pequeño poblado –más adelante sabremos que están esperando a sus diferentes esposos o novios, que se encuentran en la búsqueda de plata-. A partir de un hostil acercamiento inicial, que solo tendrá un punto de inflexión al ayudar a unos hombres que se encuentran por completo desfallecidos, poco a poco se establecerá un conflicto de matiz psicológica, en el que estas mujeres provistas en su comportamiento habitual de una fuerte personalidad, en el fondo sucumbirán ante el hecho de la propia presencia de seres del sexo masculino.

Será esa, sin lugar a duda, una de las virtudes de este tenso relato, en el que hay que destacar el magnífico guión que le sirve como punto de partida –en el que parece que Ben Hetch colaboró sin estar acreditado-. Unamos a ello la fuerza que tienen sus primeros instantes, describiendo la furia de la tormenta de nieve sobre la que huyen y son perseguidos los presos, mientras la voz en off nos relata lo acaecido hasta llegar a ese momento. La atmósfera sombría propia de los films adscritos al género en la Fox –bien ayudados por la espléndida labor fotográfica de Leo Tover-, nos adentra en un contexto cerrado y opresivo, familiar para todos aquellos que hayan seguido las muestras del western en este estudio. Y será a partir de centrarse la acción en la pequeña población, cuando THE SECRET OF… deja entrever el acierto de su engranaje psicológico. Un proceso de relaciones que deviene por momentos magnífico, sobre todo centrado en la idoneidad mostrada a través de la definición de los personajes descritos, y el acierto del cast elegido para encarnarlos –incluso un villano tan arquetípico y poco sutil como Zachary Scott resulta funcional en el conjunto, y curioso será consignar la presencia del británico Cyril Cusack-. En realidad, el film de Gordon expondrá una singular partida de conquista entre dos mundos bien opuestos. Uno de ellos formado por el grupo de facinerosos –aunque entre ellos se pongan de manifiesto diversas categorías- y otro colectivo de seres definidos en apariencia como nobles –las mujeres, entre las que también coexistirán una diferente gradación de tipologías-. Como si se tratara de una partida de ajedrez formada con caracteres humanos en pleno contexto rural, con ecos del universo cerrado de Eugene O’Neill, asistimos por un lado a la búsqueda por parte de un grupo de seres malvados, en los que destacará la redención de uno de ellos, condenado a muerte injustamente –Jim Canfield-, a los cuales el destino –o quizá no tanto-, ha llevado a un contexto marcado por la represión de un grupo de mujeres de diferentes edades y perfiles, comandadas por la veterana Granny (Ethel Barrymore). Un microcosmos cerrado, entre el que destacará la fortaleza y nobleza de carácter aportada por la joven Marcia (Gene Tierney), mientras que en sentido contrario tendrá especial protagonismo el resentimiento que mantiene Rachel (Ann Dvorak) -hermana del prometido de Marcia-, cuyo carácter amargo proviene del fracaso personal que comprueba al haber pasado los años y no haber dejado nunca de ser una triste solterona. Es en concreto en este personaje donde THE SECRET OF… incide con mayor crueldad, al comprender Johnny Greer (el citado Scott), las flaquezas de la misma, intuyendo que con ella podrá encontrar ese botín que en su momento escondió su hermano en un asalto por el que fue culpabilizado Canfield. Hay un instante especialmente memorable en ese aspecto, cuando Rachel no se pueda resistir al asedio sexual que le brinda Greer, abrazándose a él con garra apenas contenida, mientras la cámara funde con la imagen de la llama de una hoguera.

THE SECRET OF CONVICT LAKE es el ejemplo perfecto de un tipo de producción reconocible en el ámbito de un estudio –en este caso la Fox-, confeccionado con destreza, en el que no se descuidan ninguno de sus elementos. Resulta tan preciso a la hora de configurar sus personajes y conflictos, como competente en el momento de aplicar una atmósfera claustrofóbica, que se corresponde a nivel físico con el callejón sin salida al que se someterán sus protagonistas, y que tendrá su pathos en los minutos finales, con el inútil –e inevitable- sacrificio del malvado Greer, y la oportunidad de redención brindada por esa comunidad que ha conocido la nobleza que en el fondo existe en el interior de Jim. Con ello, evitarán que este vaya a ser condenado sin merecerlo, sino que incluso le otorgará una oportunidad de vivir su futuro con la prometida del hombre que propició su injusta condena. Es en la valentía de esos aspectos –como por ejemplo la presencia de ese joven psicópata sexual que se encuentra entre los cinco conflictos-, donde cabría destacar por último la audacia de una película en la que se adelanta en la pantalla al planteamiento de personajes de dichas características, tal y como posteriormente brindaría la excepcional WHILE THE CITY SLEEPS (Mientras Nueva York duerme, 1956) aunque, eso sí, sin la complejidad mostrada en la obra cumbre de Fritz Lang. Sin embargo, no es poco lo conseguido en esta apenas conocida película de Michael Gordon, que concluye combinando el recurso a la fidelidad de los hechos, con un matiz –marcado de nuevo por la voz en off inicial-, en el que queda abierto un cierto margen de deseo de felicidad compartida.

Calificación: 3

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