THE NAKED VENUS (1959, Edgar G. Ulmer [Ove H. Sehested])
Creo que resultará fácil convenir, que en la figura del austrohúngaro Edgar G. Ulmer, se da cita a uno de los cineastas más insólitos, irregulares y fascinantes, de la historia del cine norteamericano. Alguien que atesoró su previo aprendizaje en el expresionismo alemán, desarrollando una sorprendente andadura, tanto en USA como en diferentes países europeos, combinando en sus películas la rareza, la familiarización con escasos presupuestos y rodaje exiguos, o la propia querencia, a la hora de filmar producciones dirigidas a minorías étnicas. En cualquier caso, dentro de una filmografía que configura medio centenar de largometrajes, se ubican entre ellos, algunas de las propuestas más sorprendentes del cine americano, e incluso de algunos otros países, donde Ulmer rodara, en un sorprendente periplo europeo, tan extraño como fue siempre el propio cineasta. Un realizador que, por otra parte, discurrió por los meandros de otros tantos compañeros de profesión, pillados con el pie cambiado, dentro de las transformaciones de la industria -sus coqueteos con el fantastique o el peplum en la segunda mitad de los cincuenta-. Sin embargo, Ulmer ya venía espoleado en el pasado, por esa andadura previa, llena de títulos notables, algunos incluso míticos, pero también acompañada de irregularidades, que tuvo su epicentro de su periodo dorado de la PRC.
Pues bien, aún a riesgo de resultar demasiado osado en la valoración, considero que THE NAKED VENUS (1959) aparece quizá como la película más extraña de la obra de Ulmer. La más extraña y, quizá, la más merecedora inicialmente de un cierto menosprecio, ya que, con ella, su artífice se introducía en los meandros del cine nudie. De entrada, señalar un simple detalle. Por más que he indagado en estudios y publicaciones dedicadas al cineasta, en ninguno de ellos aparece información alguna a esta película, en la que aparecerá la firma como responsable, de un fantasmagórico Ove H. Sehested. Para más inri, la película no contará con títulos de crédito de apertura, iniciándose con una secuencia casi paradisiaca, en la cual un par de hombres -luego sabremos que se trata de detectives privados-, filmarán el baño de dos mujeres desnudas en la placidez de un lago. Sorprendente y equívoco inicio, que a continuación nos llevará hasta París, donde un joven matrimonio, se encuentra a punto de viajar hasta los Estados Unidos. Es el formado por el amable pero débil Robert Dixon (Don Roberts), un antiguo combatiente de Corea, que parece despegar en su vocación pictórica, casado con Yvonne (Patricia Conelle), una antigua modelo de artistas, en un matrimonio que tiene una pequeña, y que Robert ocultó a su madre, residente en el continente americano. La muerte de su padre, hará que la familia Dixon viaje hasta allí, pese a que Yvonne se muerte recelosa, conociendo la ascendencia que su suegra mantiene con su hijo. Inicialmente, el encuentro entre la Sra. Dixon (Wynn Gregory) y la muchacha, estará caracterizado por la amabilidad, pero muy pronto la primera, sugerirá a Yvonne la separación con su hijo, dejando la pequeña a la custodia de este. Será una inesperada situación, que hará que en un descuido, Yvonne abandone la acomodada residencia de los Dixon, junto con su pequeña, refugiándose en un campamento nudista y, desde allí, solicita los servicios de la joven y reputada abogada Lynn Wingate (encarnado por la hija de Ulmer, Arianne Ulmer, bajo el nombre ficticio de Ariane Arden). Hija de un desparecido y avanzado juez, esta se encargará de defender a la muchacha, utilizándose en la vista la condición de modelo que ejerció en París, o el propio hecho de encontrarse actualmente en un entorno nudista. Serán todo ello, estrategias urdidas por la madre de Robert -que en su momento encargó la filmación con que se inicia el relato-, y que se describirá en un juicio de entrada totalmente en contra de la muchacha, pero que poco a poco irá revelando que lo que, en el fondo, se dirimirá en un enfrentamiento entre dos maneras de entender la existencia. De una parte, la que representa la Sra. Dixon, definida por unas aparentes buenas costumbres, aunque en realidad quede delimitada por un nada solapado puritanismo. Por el contrario, el que representa Yvonne, se caracterizará por su sinceridad, y una manera abierta de asumir la existencia.
Una oposición que también se podría plantear entre dos civilizaciones; la americana y la europea, entre las cuales se insertaría el dubitativo Robert, y que uno estaría dispuesto a pensar, que plasmaban unas inquietudes concretas del propio director de la película, y se habían encontrado presentes en otros títulos previos de su filmografía -Ulmer solo firmaría 5 títulos, hasta cerrar la misma en 1965-. Todo ello, bajo los ropajes del morality play. Que una película que apenas queda dispuesta en no más de cinco escenarios -el más importante de ellos, la sala de la vista judicial, en la que se describirán casi la mitad de sus 80 minutos de duración-, con actores casi amateurs, que estoy seguro se produjo, debido a la presencia de desnudos en su metraje, con tanta extrañeza en su configuración, dentro del cine de aquel tiempo, y que en su conjunto logre erigirse en un conjunto que, en sus mejores momentos, roza lo apasionante, es uno de esos milagros que el autor de la inolvidable DETOUR (1945), nos proporcionó en no pocas ocasiones.
De entrada, cabría destacar el buen gusto con que inserta las secuencias nudistas en la película, dominadas además por una planificación que evita el desnudo frontal -tanto femenino como masculino-. Es más, entre las mismas, descritas siempre a la hora de marcar la presencia de Yvonne en dicho reservado entorno, o al mostrar en el juicio la filmación que hemos visto al iniciarse la película, destacará un ‘travelling’ lateral de gran belleza, en que los hombres y mujeres nudistas, practicaran con elegancia el tiro al raco. En cualquier caso, no cabe duda que en las intenciones de Ulmer -a través de la historia de los desconocidos Gabriel Gort y Gaston Hakim, este último ligado a otras películas nudies posteriores-, sobrepasan con mucho la debilidad de su material de base, empeñándose en una puesta en escena, destinada a intensificar ese enfrentamiento de culturas y, sobre todo, de maneras de entender la vida en sociedad. Justo es reconocer que los principales valores de THE NAKED VENUS -título que proviene del lienzo que Robert realizó a su esposa, antes de convertirse en tal, y que le ha proporcionado esos indicios de una incipiente fama en USA-, se centran inicialmente, en el encuentro de Yvonne en esa colonia nudista, y su encuentro con su abogada defensora. Se establece en dichas imágenes un interesante alegato en defensa de la libertad del individuo. Y lo hará como preámbulo a esa vista, que ocupará la segunda mitad de la película, y en donde se dirimirá la entraña de la película. Y justo es reconocer, que pese a las limitaciones de sus intérpretes -¡ese juez orondo¡-, e incluso a la pobreza de su escenografía, el desarrollo de la misma devendrá siempre interesantísima, llegando el espectador a olvidar dichas deficiencias, y logrando Ulmer plasmar ese morality play que estoy seguro tenía en mente. Todo ello, en un año en el que Otto Preminger estrenaría la que quizá sea la mejor película de juicios jamás rodada -ANATOMY OF A MURDER (Anatomía de un asesinato, 1959)-, y en un ámbito sociológico y cinematográfico, donde a las postrimerías del maccathismo, se uniría una voluntad generalizada, de dejar atrás tabúes y prejuicios, largos años presentes en la producción cinematográfica. Así pues, y bajo las costuras de un modestísimo nudie, Edgar G. Ulmer plasmaba y ofrecía, de nuevo, una valiosa reflexión intelectual, a través de su talento como hombre de cine.
Calificación: 3
3 comentarios
Germán -
Juan Carlos Vizcaíno -
Germán -