PLEIN SOLEIL (1960, René Clément) A pleno sol
Desde el preciso momento de su estreno la merecida condición de clásico ha venido acompañando el discurrir de A PLENO SOL (Plein Soleil, 1960) en la historia del cine. Tal es así que hace pocos años Anthony Minghella recreaba la novela de Patricia Higshmith que le sirve de base, dando como resultado la controvertida y a mi juicio interesante EL TALENTO DE MR. RIPLEY (The Talented Mr. Ripley, 1999) que evidentemente no hace en modo alguno sombra a esta película... en especial el abismo existente entre la creación que da vida el gran Alain Delon y las notables insuficiencias dramáticas del melifluo Matt Damon.
En cualquier caso, cierto es que PLEIN SOLEIL podría definirse como el fruto de una producción integrada en el cine de una época determinada –finales de los cincuenta, con el efluvio de las nuevas y renovadoras cinematografías-, que indudablemente supo adaptar una historia apasionante, contar con el equipo técnico y artístico idóneo y volcar en ella con ejemplar acierto las técnicas narrativas emanadas por la nouvelle vague. Así se destacaba en un muy interesante análisis del film ofrecido por el comentarista José Mª Latorre en la revista “Dirigido Por...”. El resultado es excelente y es posible que emerja con más fuerza que muchas de las obras firmadas por los artífices de este movimiento cinematográfico –estoy convencido de ello-
Es evidente que en estas intenciones se darían de la mano los productores –los hermanos Hakim-, en aquellos años favoreciendo un cine de qualité –en el sentido más noble de la expresión-. Y por encima de ello hay que destacar la implicación y el interés de un realizador francés injustamente relegado en aquellos años de cara a la joven crítica, pero que en los últimos tiempos está siendo lentamente reconsiderado parcialmente. Me estoy refiriendo a René Clément, que por otra parte años después seguiría la estela de este film al filmar una charada policíaca llamada LOS FELINOS (Les Félins, 1964) –una película apenas conocida y menos apreciada por la que tengo una especial debilidad-, que comparte con A PLENO SOL la presencia de Delon y el juego de humillaciones entre clases sociales que es uno de los elementos vectores del film que comentamos.
Como quiera que se ha hablado mucho sobre A PLENO SOL, me gustaría fundamentalmente destacar algunas consideraciones que surgen tras la revisión de la película. Así pues, la soltura con la que está rodada es una aplicación evidente de los rasgos del aire renovador que rodeaba al cine de entonces y ofrece tanto singularidad como carácter perturbador al film. Todo ello marcando las tensas relaciones entre los personajes en las que en todo momento surge la humillación, la desconfianza y la simulación . Es el marco que ofrece la presencia de ese dilettanti llamado Philippe Greenleaf (Maurice Ronet), joven afortunado que tiene más dinero del que puede gastar. Un entorno en el que se introduce desde el inicio de la película el tan atractivo como vulgar Tom Ripley (Delon). Ripley es un joven que se erige como el objeto de los sofisticados desprecios de Greenleaf, que generalmente se centran en sus limitaciones culturales y de educación. Es por eso que este tiene plasmada su venganza y la apropiación de su dinero y, fundamentalmente, su propia personalidad.
Es ahí donde se produce el verdadero motor de A PLENO SOL, desarrollada en Roma y en Mongibello Ripley matará a Greenleaf y a partir de ahí irá ejecutando ese plan que aparentemente no tenía in mente pero que a través de miradas sutiles podía intuir el espectador. Tal y como ya había realizado en una de las primeras secuencias de la película –aquella en la que imita al acaudalado joven ante el espejo siendo descubierto por este-, Ripley irá adoptando los rasgos físicos del joven millonario, imitará su firma e incluso su voz, escribirá con su máquina de escribir –que ha robado al asesinarlo en el velero- y poco a poco irá sorteando con astucia los impedimentos para poder alcanzar su objetivo. Solo será al final y casi de forma casual cuando estaba esperando en plena playa –y sus ademanes siguen denotando la vulgaridad de su personalidad-, la aparición del cadáver de Philippe tras el ancla del velero que ha sido aparcado en tierra, donde finalmente el sueño de este se desvanecerá.
Uno de los rasgos singulares en PLEIN SOLEIL es el hecho de que Clément generalmente muestre el antes y el después de las situaciones pero las que realmente se erigen como fundamentales tengan poca relevancia en el metraje o bien aparezcan de forma elíptica. Ello se puede evidenciar con facilidad en el propio asesinato de Philippe –que apenas ocupa un instante- al que sucede esa secuencia cargada de fuerza emocional, o el de su amigo americano Freddy Miles (Billy Kearns). Este último es asesinado rápidamente, pero destaca mucho más ese plano en el que Ripley come con voracidad un pollo asado delante de su cadáver o, quizá aún más si cabe, la angustiosa bajada del mismo por unas amplias escaleras –un momento en el que la interpretación de Delon adquiere una asombrosa fisicidad-. En esa misma línea está el propio inicio de la película, en el que ya vemos a los dos principales personajes relacionados sin que la misma tenga que efectuar una narración lineal del encuentro o las secuencias en las que se recoge minuciosamente el proceso por el que Ripley imita la firma de Greenleaf mientras posteriormente cuando saca del banco el dinero que este tenía depositado apenas tiene especial énfasis en pantalla.
Ciertamente A PLENO SOL ofrece la perversa belleza de su look visual –excepcional cromatismo decadente en la fotografía de Henri Decae-, destinada a potenciar una narrativa que no sigue los patrones convencionales y prefiere indagar en la mirada, las reacciones, los gestos y buscando a través de ellos el estudio de sus caracteres. Quizá sea ese uno de sus logros y el que ha permitido que con el paso del tiempo su condición de clásico siga vigente mientras que otras realizaciones del periodo hayan envejecido irremisiblemente. Puede ser que el film de Clément abriera y cerrara al mismo tiempo un camino en el cine moderno. Podríamos decir que un director no excesivamente prestigioso –aunque reitero habría que redescubrir su trayectoria-, logró en una sola película quizá más que los Goddard, Antonioni o Truffaut al adoptar elementos del cine de estos pero aplicados en una historia más cercana al cine clásico. En cualquier caso su presencia permanece, como permanece su condición de espléndido, pérfido y atrevido thriller. Y emerge también la belleza, variedad y acierto de la partitura de Nino Rota, que combina su integración musical en la Italia de la época –que se debatía entre el eco de sus tradiciones y su integración en la modernidad-.
Por supuesto, no se puede ofrecer cualquier comentario sobre PLEIN SOLEIL sin citar la labor de sus principales intérpretes. Desde la enorme expresividad de los ojos de Marie Laforet –que tiene una bellísima aparición en pantalla precisamente encuadrándo estos- a la febril ingenuidad y torpe aire dominador de un Maurice Ronet espléndido. Pero, por encima de todo, emerge la creación de un Alain Delon en estado de gracia, en un trabajo por el que vale toda una carrera, que le permitió consagrarse como prototipo del beau tenebraux y que demuestra esa perversa belleza propia de un gato de angora. Su Tom Ripley pertenece por derecho propio a la larga galería de encarnaciones del mal que ha dado el cine. Quizá de entre las más singulares. Y permite por supuesto comprobar el instintivo talento de una presencia de la que se enamora la cámara pero al mismo tiempo provoca un instintivo rechazo como personaje.
Todo un clásico.
Calificación: 4
3 comentarios
Gilles -
gh -
Santi -