TÖRST (1949, Ingmar Bergman) [La sed]
No conozco en demasiada profundidad los primeros pasos cinematográficos del gran director que fue Ingmar Bergman. En cualquier caso sinceramente en su momento me sorprendió gratamente la enorme convicción con que realizó su película de debut –CRISIS (Kris, 1945)- pese al escaso aprecio que al parecer el mismo Bergman revelaba por ella. Es por eso que el visionado de TÖRST (1949) –lógicamente ausente de estreno comercial en España, aunque editada recientemente en DVD bajo el título de LA SED- provoca sensaciones ambivalente centradas tanto en su desigual desarrollo, como en las posibilidades narrativas y elementos de estilo que el realizador sueco revelaba ya en su séptimo título.
TÖRST quizá aparezca algo anticuada en nuestros días pero bien es cierto que pese a que en su momento fue una película que acusa no pocas influencias, contemplándola en el entorno de la cinematografía sueca no cabe duda que pudiera ser recibida con notable frescura. Ya desde sus momentos iniciales, el alcance descriptivo de sus planos alcanza una cierta altura, tamizada por ese aire desasosegador que paulatinamente se iría adueñando del mundo expresivo de Bergman.
Muy pronto la cámara nos muestra la rutina de la pareja formada por los jóvenes Rut (Eva Henning) y Bertil (Birger Malmster, uno de los primeros actores fetiches del realizador). Los largos planos que nos describen el carácter inestable de ella y el despreocupado de su marido muy pronto nos revelan tanto el contraste de caracteres como el latente conflicto existente entre ellos. El devenir de la pareja pronto girará en un viaje en tren por una Alemania llena de pobreza tras la culminación de la II Guerra Mundial. En medio de una situación mas acomodada sin embargo, ambos sobrellevan su drama personal. Especialmente grave el de ella, que no puede tener hijos por una accidentada experiencia con su padrastro, que le hizo perder un niño y con él su fertilidad. Las circunstancias, enfrentamientos, crisis y conflicto de la pareja ciertamente son mostrados con agudeza y hondura por la realización de Bergman, caracterizada por la profundidad de la dirección de actores y la incisiva mirada con la cámara, en ocasiones realmente honda en su disección.
Creo por el contrario que el principal defecto que impide considerar TÖRST un título logrado es la idea de abrir el interés de su esquema hacia otros personajes relacionados con los dos principales pese a establecerse una clara relación con estos. Es así como tendremos a la compañera de ballet de Rut, de inequívocas tendencias lésbicas, o a la madura ex-amante de Bertil. Esa intersección en ocasiones forzada pienso que en bastantes momentos desmerece e impide la necesaria tensión en la pareja protagonista que en otros fragmentos sí se produce.
Y es en ellos –bastante importantes en la narración-, donde Ingmar Bergman puede decirse que da en la diana, prefigurando esa dramaturgia casi asfixiante que disecciona la pareja burguesa, característica de su obra bastantes años después. En TÖRST la planificación de estos fragmentos de la pareja Rut – Bertil se caracteriza por planos largos reencuadrados con precisión y estos suben en intensidad una vez desarrollado el viaje en tren de ambos hasta regresar a su ciudad tras un viaje en tierras italianas. En ese itinerario pronto comprobaremos las privaciones de una postguerra que ha dejado a su paso una enorme miseria que se muestra en la película con esa multitud de lugareños que piden comida a los acomodados viajeros del tren –es sobrecogedora la imagen de la entrega de comida por las ventanas de los vagones-. A partir de ahí se sucederán los instantes más memorables de la película, que culminan con el momento en que Rut se recluye en el baño del vagón, siendo perseguida / protegida por Bertil. La ambigüedad de la expresión de este –para lo que el rostro de Malmsten era el vehículo ideal-, la intensidad de su mirada y la contrastada iluminación en blanco y negro proporcionan unos momentos de pesadilla y quizá uno de los primeros tours de force de la filmografía del sueco.
Que duda cabe que TÖRST no es una gran película. Ni siquiera en su conjunto un título notable, pero pese a sus ciertas arritmias sí resulta un producto estimulante, revelador y, en ocasiones, intenso, al tiempo que necesario para conocer un peldaño más de la trayectoria de uno de los mejores realizadores europeos de la segunda mitad del siglo XX.
Calificación: 2’5
2 comentarios
Manuel -
Chemahg -