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CINEMA DE PERRA GORDA

FOREVER YOUNG (1992, Steve Miner) Eternamente joven

FOREVER YOUNG (1992, Steve Miner) Eternamente joven

Daniel McCormick (Mel Gibson) es un exitoso y atrevido piloso que en 1939 está en su cúspide vital. Atractivo, valiente y arrogante en su particular sentido del humor, aparentemente todo le sonríe en la vida, y para que esta tenga el suficiente aliento humano tiene una intensa relación amorosa con Helen (Isabel Glasser). Sin embargo y prácticamente cuando está a punto de pedirle unirse en matrimonio a ella, esta sufre un accidente que la mantiene postrada en coma. El joven se sume en una profunda depresión de la que solo busca la forma de evadirse solicitando ser el sujeto de experimentación de su mejor amigo, Harry (George Wendt). Esta ha estado durante largo tiempo preparando la posibilidad de la crionización, en una experiencia para la que finalmente le niegan cualquier apoyo financiero y científico. Daniel se someterá a dicho proceso... y el tiempo pasa hasta llegar a 1992. Será realmente más de medio siglo después cuando dos niños descubrirán casualmente la cápsula en donde se encuentra olvidado Daniel, un extravagante recipiente este que está almacenado en un almacén militar.

A partir de su reintegro en la vida normal, Daniel tendrá que adaptarse a los enormes cambios sufridos por la sociedad en este más de medio siglo. En este retorno conocerá a la madre de uno de los niños que lo encontró –Claire Cooper (Jaime Lee Curtis)-, descubriendo casi sin pretenderlo que puede ser útil, y de alguna manera integrándose en dicha familia. Sin embargo el piloto devuelto a la vida no cejará en su empeño de encontrar a su antiguo amigo, mientras poco a poco va comprobando como se establecen en su cuerpo síntomas de la vejez que su congelación ha ido soslayando.

Como se puede deducir por las líneas que describen su argumento, FOREVER YOUNG (1992, Steve Miner) –ETERNAMENTE JOVEN en España-, no es más que un leve cuento de corte “spielbergiano”, caracterizado por lo inofensivo de su tratamiento cinematográfico, su no poca blandura, y finalmente una cierta fuerza que se registra en su segunda mitad, coincidiendo con la aparición en escena del personaje de Claire –en el que Jaime Lee Curtis demuestra una vez más su personalidad cinematográfica-. Hasta entonces, la película no ha sido más que un atropellado argumental en el que ni siquiera el personaje protagonista es retratado con precisión –no hablemos del de Harry, su amigo-, e incluso las motivaciones por las que acepta someterse a una científica y experimental congelación aparecen sin el necesario soporte dramático, a lo que contribuye no poco la desidia de la puesta en escena de Steve Miner y las enormes limitaciones dramáticas de un Mel Gibson empeñado en desorbitar sus ojos. Incluso los primeros pasos del piloto vuelto a la vida en la Norteamérica de 1992 carecen de gancho cinematográfico, por más que durante todo el film tenga una a mi juicio excesiva y molesta presencia el fondo sonoro de Jerry Goldsmith –con unos tonos deudores de los practicados por John Williams en las fábulas que por entonces filmaba el ya mencionado Spielberg-.

Afortunadamente, será a partir del encuentro de Daniel con Claire –a la cual salva de una segura paliza propinada por un antiguo amante de esta-, cuando FOREVER YOUNG adquiere al menos un cierto interés narrativo. Las andanzas cotidianas de nuestro protagonista junto con Claire y el hijo de esta –un jovencísimo Elijah Wood-, adquieren en pantalla una interesante fuerza como comedia de costumbres, con secuencias entrañables como las que vive Daniel con el muchacho –sus vivencias en la cabaña que este frecuenta-. Sin embargo el piloto no cejará en su interés en buscar al que fuera su amigo, mientras que sin pretenderlo y de forma rápida va dando muestras físicas de la vejez que normalmente debiera haber cumplido. Es por ello que mientras las autoridades del ejército van en su búsqueda, finalmente David logra visitar a la hija de Harry, quien le proporciona la inesperada noticia de que su novia se recuperó y sigue viva. Por ello David deberá, con los años surcándole por momentos su cuerpo, hacer un último vuelo para reencontrarse con ella, algo que sucederá en la última secuencia del film, y cuyo romanticismo un tanto forzado no impide reconocer que nos encontremos ante un producto diseñado para el lucimiento de un ya adulto Mel Gibson, dirigido a públicos familiares, que en su génesis podría incluso haber sido el guión de un episodio de una serie televisiva de temática fantástica, y que se ve con la misma nimiedad con la que pocos minutos queda olvidada, sin que nos tengan que congelar medio siglo para ello.

Calificación: 1’5

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