BORN TO BE BAD (1950, Nicholas Ray) [Nacida para el mal]
A fuer de ser sinceros, creo que no resulta nada sorprendente señalar que BORN TO BE BAD (1950) –solo emitida en España en pases televisivos con la traducción literal de NACIDA PARA EL MAL-, se encuentra entre las películas más prescindibles realizadas por Nicholas Ray a lo largo de su trayectoria. Ciertamente es probable que tenga alguna incluso peor –sobre todo me refiero a las películas alimenticias que filmó a las órdenes de Howard Hughes-, pero creo que en este caso nos encontrabamos ante un título de ciertas posibilidades –fundamentalmente a nivel de producción- que finalmente confluyen en un resultado con algunos momentos incluso brillantes. En ellos se atisban ciertos destellos del talento de un director hasta entonces de corta andadura, pero de los que en su conjunto no puede desprenderse del lastre de la convencionalidad, dentro de un subgénero de melodramas negros que algunos grandes títulos había brindado el cine norteamericano. Me estoy refiriendo a films como LAURA (1944. Otto Preminger), MILDRED PIERCE (Alma en suplicio, 1945. Michael Curtiz), LEAVE HER TO HEAVEN (Que el cielo la juzgue, 1945. John M. Sthal), o THE RECKLESS MOMENT (Almas desnudas, 1949. Max Ophuls) entre otras.
Por otra parte, Ray hasta entonces tenía una corta andadura como director, pero no es menos cierto que ya había logrado trasladar a la pantalla una mirada personal y desesperanzada en unas obras que en algunos casos alcanzaban unas altas calidades. No se puede decir lo mismo de este tan correcto como por momentos desangelado melodrama, en el que se nos narra la pendiente y caída de Christabel Caine (Joan Fontaine), una joven atractiva que inicialmente esconderá su personalidad arrivista y depredadora bajo el oropel de su aparentemente encantadora personalidad, y que muy pronto alcanzará la fama social y monetaria fundamentalmente logrando su matrimonio con el millonario Curtis Carey (Zachary Scott). Para ello no cejará en su empeño incluso en provocar la ruptura de este con su anterior novia –Donna (Joan Leslie), la joven que compartió con ella su apartamento- y al mismo tiempo mantendrá su latente relación con el rebelde escritor Nick Bradley (Robert Ryan), quien siempre tendrá a Christabel en sus deseos, pero finalmente se dará cuenta de la personalidad depredadora que la caracteriza.
El propio Ray en algunas declaraciones posteriores confesaba que BORN TO BE BAD se le había ido de las manos, y algo hay de ello, aunque no por ello debamos decir que nos encontremos con una mala película. Antes al contrario, se trata de un producto correcto, con un look bastante elegante, en el que es manifiesta la importancia de los decorados y los rasgos arquitectónicos de los principales escenarios –el apartamento inicial, la mansión de Curtis, los marcos donde se desarrollan los bailes...-, y donde el conjunto interpretativo es bastante eficaz, aunque dentro del reparto creo que destaca la frescura de Joan Leslie y la innata fuerza que siempre lograba ofrecer Robert Ryan en cualquiera de sus personajes, en este caso en su primera colaboración con el realizador norteamericano.
De cualquier manera, por un lado a la película le falta pasión y desmesura y por otro el retrato que ofrece de esa protagonista resulta de lo más convencional. A más de medio siglo de distancia, el film de Ray parece más que un producto sólido en sí mismo, un ejemplo de los arquetipos que en aquellos años se podría ofrecer en Hollywood en este tipo de relatos. Y para añadir más elementos en su contra, bajo mi punto de vista se da cita la molestísima y equivocada interpretación de Joan Fontaine dando vida al personaje protagonista, en una labor que es amplio y monótono surtido de sonrisas y mohines que por otro lado resultan sorprendentes en una actriz que por aquel entonces ya había dado suficientes pruebas de su talento.
En todo caso, y mas allá de estos elementos discutibles, que quizá subrayo en exceso al ser una película que está firmada por un excelente realizador, BORN TO BE BAD queda con el paso del tiempo como un título discreto y en ocasiones eficaz pero al que fundamente cabe reprochar su casi absoluta falta de pasión.
Calificación: 2
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