A WOMANS SECRET (1949, Nicholas Ray) [Un secreto de mujer]
Que duda cabe que A WOMAN’S SECRET (1949, Nicholas Ray) bebe de forma poderosa de unos modos del melodrama noir que adquirieron carta de naturaleza en el cine norteamericano a partir del éxito de un título como LAURA (1944. Otto Preminger). Nada tiene de malo el seguimiento de una modalidad venenosa, elegante y decididamente crítica, que posibilitó exponentes llenos de vigor firmados por algunos de los realizadores más valiosos que ofrecieron sus aportaciones al género. Desde el mencionado Preminger hasta Fritz Lang, pasando por Robert Siodmak o John Brahm. Sin embargo, y pese a la vinculación –en buena medida tangencial- de Nicholas Ray con esta vertiente, lo cierto es que no puede decirse que el norteamericano brindara ninguno de sus mejores títulos –antes al contrario- con A WOMAN’S… Puede aducirse a ello diversas razones; que la película fuera un encargo absolutamente impersonal o que la vertiente en la que se inclina su guión –obra del prestigioso Herman J. Mankiewicz, a partir de una novela de Vicki Baum-, no permitiera una especial sintonía por parte de un realizador indudablemente imperfecto en su forma de concebir el cine, pero del mismo modo ya entonces caracterizado por una personalidad arrebatada y un romanticismo que le había permitido apenas un año antes un debut lleno de interés como el logrado con THEY LIVE BY NIGHT (Los amantes de la noche, 1948), a continuación brindaría una propuesta llena de personalidad como la mostrada en KNOCK ON ANY DOOR (Llamad a cualquier puerta, 1949), y estaba muy cerca de filmar el que para mi supone su primer logro absoluto, con IN A LONELY PLACE (En un lugar solitario, 1950). Indudablemente, estamos hablando de títulos llenos de desequilibrios, aunque adornados todos ellos de una convicción, un entusiasmo, una voluntad de traspasar unas determinadas fronteras, un romanticismo desesperado, una apuesta por la individualidad y un sentimiento cinematográfico que, lamentablemente, se encuentran ausentes de esta inicialmente atractiva pero finalmente discreta producción de la R.K.O., de la que el propio Ray siempre se mostró muy decepcionado.
Tras una acalorada discusión entre Marian (Maureen O’Hara) y Susan (Gloria Grahame), se produce un disparo que deja gravemente herida a la segunda de ellas. Susan es una joven estrella de la canción que ha sido promocionada por Marian, antigua y conocida cantante que un día perdió la fuerza de sus cuerdas vocales. A partir del incidente se desarrollará una investigación que llevará a la búsqueda de indicios en la relación entre ambas contendientes, ya que Marian se ha declarado culpable del intento de asesinato desde el primer momento y la herida se encuentra aún sin entrar en disposición en poder declarar. Esta circunstancia llevará a la interacción activa de Luke (Melvyn Douglas), un pianista especialmente ligado a la encausada que jamás ha dudado en la inocencia de esta. A partir de dicha premisa se desarrollarán unas pesquisas en las que intervendrá un veterano y escéptico investigador –Jim Fowler (Jay C. Flippen)- y, de manera muy especial, su curiosa esposa, ejerciendo como abogado defensor un prestigioso profesional que en el pasado reciente se relacionó con la joven herida. Todo ello llevará a un recorrido en el que las pruebas cada vez irán cerrando más el círculo en torno a Marian, apareciendo en el discurrir un poco recomendable joven soldado que anteriormente regaló a la herida la pistola con la que finalmente resultó herida.
No cabe duda que los minutos iniciales de A WOMAN’S… resultan los suficientemente atractivos como para esperar de su conjunto un resultado mucho más valioso de lo que su perezoso discurrir finalmente ofrece. En ellos la cámara de Ray, aunque de manera impersonal, logra describir una cierta intriga que queda incentivada por la manera elíptica con la que se expresa el elemento principal de su argumento; el disparo que provoca las heridas de Susan es mostrado en off, siendo escuchado por la criada de la mansión de Marian. A partir de ahí, la actitud fría de Marian –ordenando llamar a un médico y posteriormente avisando ella misma a la policía y entregándose-, nos induce a pensar en un relato atractivo lleno de recovecos argumentales al estilo de la época. Sin embargo, y pese a que su conjunto se despliega en una duración apenas superior a los ochenta minutos, en ningún momento este logra despegarse de los límites de una intriga cansina y predecible en la que en todo momento sabemos que la encausada no es la culpable, por el propio hecho de no mostrarse el incidente y todos sus elementos estar dispuestos en la misma dirección. Si a ello señalamos que ni su elegancia descuella, ni su puesta en escena sobrepasa los límites de la corrección, que sus intérpretes –con la excepción de Maureen O’Hara y la presencia siempre segura de Jay O’Flippen- en líneas generales no resulten especialmente afortunados –especialmente odiosos me resultaron la inadecuada Gloria Grahame o el pétreo Bill Williams-, que sus giros apenas poseen fuerza, y que la resolución del caso aparezca precipitada y finalmente sin garra, lo cierto es que pocos momentos de este apagado film logran sobrepasar la barrera de la grisura. Uno de ellos, sería el fundido encadenado que se inicia cuando Luke inicia una canción al piano al encontrar a la joven cantante en un café de una ciudad del norte de África. Esta se acerca a la cámara, la música de fondo aumenta su intensidad, la imagen funde con un trasatlántico en pleno viaje –la joven ha logrado ser recuperada por el pianista-, y este a otra imagen de Susan ya cantando y ejerciendo como carismática estrella de la canción. Un destello de buen cine, en medio de un conjunto definido por su aire mortecino.
Calificación: 1’5
2 comentarios
santi -
nunca entendere esa alabanza y discrepo sobre esta peli , tampoco es que este tan mal y lo que tenia la grahame es que estaba muy buena realmente y poco mas
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