NIGHT SONG (1948, John Cromwell) Mi corazón te guía
De todos es conocido que la influencia de la II Guerra Mundial posibilitó en el cine norteamericano un florecimiento del melodrama –algunas de cuyas muestras ya hemos comentado aquí- y tuvo diversas variantes, una de cuyos exponentes fueron los títulos creados en torno a la figura de grandes músicos con traumas en su comportamiento o sometidos a tormentosas relaciones. Indudablemente esta vertiente propició bastantes films olvidables, pero también algún que otro clásico, entre los que me gustaría citar el maravilloso HUMORESQUE (1946, Jean Negulesco) –bajo mi punto de vista la obra maestra de Jean Negulesco y uno de los mejores melodramas de la década-. No se puede decir que la película que nos ocupa –NIGHT SONG (Mi corazón te guía, 1948)- llegue a la altura del mencionado referente, pero creo que pese a las aparentes convenciones emanadas fundamentalmente por su guión, se erige como uno de los títulos más valiosos y sensibles de la trayectoria de, John Cromwell. Al mismo tiempo es una de sus últimas realizaciones, poco antes de que su nombre figurara en alguna de las listas negras del temido maccarthismo, que forzó a un declive –al menos en el ritmo de su producción- una trayectoria bastante sólida y homogénea.
NIGHT SONG ofrece una curiosa digresión sobre la relatividad de las relaciones humanas y la confusión que en ocasiones se ofrece en la aparición del amor contra el propio sentimiento que ofrece la identificación del mismo como una creación artística. Cathy (Merle Oberon) es una joven adinerada sensible a la belleza de la música y hastiada de estar rodeada por una cohorte de aduladores. Un día casualmente acude a un modesto club nocturno de San Francisco, donde de inmediato se queda hechizada con la música que interpreta un pianista. Se trata de Dan (Dana Andrews), del que rápidamente advertirá que se trata de un ciego, y al que muy pronto invadirá el deseo de ayudar. Sin embargo este es un joven arisco desde que año y medio atrás accidentalmente quedara invidente. Dan vive acompañado por otro músico que lo ayuda en su vida diaria –Chick (Hoagy Carmichael)-, mientras que con Cathy convive su ya anciana tía (Ethel Barrymore). Como quiera que el pianista persiste en su actitud esquiva, Cathy tendrá que formar en ella el personaje de una joven ciega, aspecto con el cual poco a poco conseguirá introducirse en la vida de Dan, permitiendo al mismo tiempo que su crisis creativa lo abandone.
Una vez revitalizada la capacidad creadora del invidente, Cathy planteará la posibilidad de que pueda recuperar la vista mediante una operación, por lo que decide auspiciar –a sus espaldas, para no herir su orgullo- un concurso de composición. Certamen que como era de prever dada la calidad de la composición presentada, logra ganar. Ello permitirá que Dan se opere y recupere la vista. Pero esta deseada noticia llevará al recuperado pianista y compositor a intentar olvidar a aquella muchacha ciega que contribuyó a que iniciara su recuperación. Por su parte Cathy se mostrará nerviosa ante la ausencia de noticias y viajará hasta Nueva York, donde Dan se encuentra a las puertas del estreno de su sinfonía y su consagración como músico. Allí en un momento determinado ella se mostrará ante él como la atractiva millonaria que es y sin que Dan advierta que se trata de la persona con la que convivió.
Pronto Dan y Cathy muestran su atracción pero al mismo tiempo se establece para él la duda entre recuperar a la mujer que recuerda o dejarse llevar por la arrolladora personalidad y la belleza de la persona que tiene enfrente. Asimismo para ella en apariencia la elección es más sencilla, ya que en todo caso tiene ante ella al mismo hombre. Sin embargo quiere que él prefiera su personalidad ficticia –pero que es la que le brindó en sus momentos difíciles-, que la que corresponde. Será precisamente la intensidad que brinda el estreno musical de Dan, la que evoque los momentos en los que se inició su relación con la mujer que ahora ha abandonado –en teoría-, y decida recuperarla abandonando a la Cathy adinerada y elegante.
Una de las más visibles virtudes de NIGHT SONG estriba en el hecho de que Cromwell decida evitar de forma deliberada los momentos que en teoría se prestaban al más desaforado de los dramatismos. En su oposición, la película se va definiendo en una crónica bastante sensible y delicada de una compleja relación amorosa definida bajo un diferente concepto de la mirada, y envuelta con la presencia virulenta de la música y el entorno de la creación artística. El ya veterano director se basa una vez más en una adecuada y envolvente movilidad de la cámara, el elegante uso de los claroscuros –impagable prestación de Lucien Ballard-, la utilización dramática de la profundidad de campo insertando generalmente en los fondos de las secuencias con exteriores de elementos en movimiento –un detalle al parecer muy familiar en sus películas-, y de forma muy especial en la dirección actores –el cuarteto protagonista está realmente espléndido y logra transmitir el dramatismo, la intensidad, serenidad e incluso sentido del humor (en el caso del personaje que encarna Hoaggy Carmichael)- que expresan sus personajes con una sensibilidad en muchos momentos casi musical.
Y es precisamente dentro de ese contexto donde se establecen los instantes más emotivos e intensos de la película, en los que la emotividad está presente aunque, justo es señalarlo, Cromwell jamás logre situarse a la altura de los grandes del melodrama –estoy pensando en nombres como Leo McCarey, cuya influencia creo que pese a todo se manifiesta en esta película-. En todo caso, secuencias como aquella en la que en plena misa del gallo Dan conoce de boca de su amiga y compañera que ha ganado el concurso de composición, la extensa en la que se estrena de la mano de Arturo Rubinstein su composición y evoca los primeros instantes con una Cathy que en pantalla se muestra con perfiles difuminados, o el propio y memorable instante del reencuentro –sin palabras y solo expresado con miradas-, dan la medida de un hombre de cine con una mano sensible y que es evidente que tenía en su destreza con el melodrama a su género preferido.
Calificación: 3
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